Todo viaje surge de la necesidad de contrastar lo imaginado, por la curiosidad que otros han estimulado, y la necesidad de realizar dicho sueño. Sicilia era un buen plan de viaje por varios motivos. Andrea Camilleri, muerto a los 93 el 17 de Julio 2019, precisamente había acabado de leer una de sus últimas novelas, de la serie del comisario Montalbano (del Carrusel de las Confusiones, a en mi memoria lejana la Forma del Agua, o la que escribió nonagenario ya, y que tengo que leer, el cocinero de Alcyon), pero sobre todo la muerte de Franco Batiatto a los 76, uno de los músicos que más veces he visto en directo, con cuya sintonía se repetían siempre y para siempre en sus generosos bises.
El desafío de volar con controles COVID, y volver a hacerlo con RYANAIR, fue otro elemento estimulante, después de las restricciones severas que hemos sufrido. Todo dicho sea de paso, y siguiendo con la trama policiaca, el aterrizaje en Catania fue más propio de Jack Taylor (celebre detective irlandés creado por Ken Bruen) en la lejana Galway que la apacible llegada de la bella Livia, siempre eterna novia del comisario Montalbano, al aeropuerto de Palermo, para zambullirse en las cálidas aguas del idilio mediterráneo perfecto.
Llegados a Catania, con permiso del impetuoso y majestuoso volcán Etna (3.360 metros), sede, según la antigua mitología griega, del monstruo alado Tifón, o lugar de trabajo también de Hefesto, el lisiado marido de Afrodita, con la famosa fragua. No hemos de pasar por alto que en la antigüedad, toda Sicilia fue sucesivamente colonizada por los navegantes mediterráneos, de los Fenicios a los Griegos, y se la conocía por los navegantes como la Grecia Magna.
Pudiera ser que, el propio Hefesto pudo trasladar a la Palma una sucursal de su infernal fragua, iracundo por las infidelidades de la bella Afrodita, cuando tal vez leyó al propio Camilleri en el Carrusel de las confusiones; pero he de reconocer que, cuando subía hacia la antigua caldera del coloso monte Etna, para ver de cerca esos viscosos e incandescente ríos de lava, no muy lejos por cierto de donde descansan las cenizas del añorado Battiato, no me encontré con el mencionado Dios ni le dije que Afrodita, pudiera andar con su amante por las Islas Canarias. Ni le hable tampoco de mis elucubraciones con Camilla Lackberg, mi imaginaria musa nórdica, de las noches de insomnio leyendo sus novelas policíacas tan peculiares.
Pero es que la mítica Catania, antigua Katane o áspera, por la textura de su ceniza volcánica, fue destruida siete veces por erupciones volcánicas o sendos terremotos provocados por el prominente coloso volcánico. Entre las últimas y más catastróficas, que historiográficamente se recuerdan, son las de los años 1169 y 1693. La isla de Sicilia es un campo sismológicamente inestable, provocado por la colisión de la placa africana con la euroasiática, con vulcanismo voraz, capaz de levantar el monte Etna a un ritmo 30 metros en los últimos 6 meses, y sin visos de parar. Un buen sitio para comprobarlo es la Ciudad de Catania, con cenizas por cada rincón, en el Monastero dei Benedettini di San Nicolò l'Arena, segundo monasterio más grande de Europa después del imponente portugués Mapfra, o el propio Escorial, pero como nos dijo el guía el mérito del mismo es que nunca tuvo financiación real como estos últimos, o el consabido dinero público. Arrasado en 1693, solo se conservó la parte medieval o logia gótica catalana, nos dijo (no entre en polémica con él, pero esas logias del Languedoc se parecen mucho a las del Real Monasterio Aragonés de Santamaría de Sijena del siglo XII). La destructiva gran colada del Etna que arraso Catania hasta llegar a las puertas del Castillo Ursino (quedan restos en el foso), y dio lugar a un espléndido edificio barroco que merece la pena visitar muy detenidamente. Me extraño la denominación catalana de las arcadas góticas, así que estuve mirando la presencia española en la Isla, y hay que decir que es importante y decisiva en el devenir histórico desde la propia antigüedad. Recuerdo la novela de El rey lobo de Juan Eslava Galán (trata sobre la iberia siglo V a. c.), y como los mercenarios iberos que moraban Hispania, eran reclutados como mercenarios por los cartagineses, para luchar en Sicilia en las proximidades de Siracusa, contra los tiranos de las Polis Griegas Sicilianas. Pero serán los aragoneses, los primeros en llegar de manera estable en diferentes momentos; primero con una alianza dinástica, por el matrimonio de la hermana de Alfonso II el Católico (conocido paladín de las Navas de Tolosa, muerto en Muret, y enterrado en el Panteón Real del Monasterio de Sijena en Huesca); por medio de la viuda Reina de Hungría Constanza de Aragón (que también vivió en el quemado en la Guerra Civil Monasterio oscense, tras su exilio en Viena, y que murió en Catania, pero ya como viuda del emperador Federico II Hohenstaufen, nieto del gran emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico Barbarroja, y reina gobernadora de la Isla de Sicilia). Es impresionante su sepultura, en un sarcófago romano en la catedral normanda de Palermo, con su impresionante tiara del siglo XII de factura oriental adornada con gemas. Pero serán en definitiva las Vísperas Sicilianas de 1282 (hay que subirse a fortaleza de Erice para meterse en el levantamiento que supondría el fin de la influencia de los Anjou o francesa sobre la isla), ya con Pedro III (que había acogido antes en la corte aragonesas a los principales jefes de los gibelinos sicilianos partidarios de los Staufen, tales como los Lanza, Lauria –Almogávares- o los Procidas ) y su esposa Constanza heredera del reino (enterrada en las clarisas de Barcelona), cuando se instaura la dinastía dado que ambos fueron coronados como reyes de Sicilia, comenzando la expansión aragonesa en el mediterráneo.
Catania es la sede de la primera Universidad de Sicilia, fundada por la Corona de Aragonesa en 1434, por orden de Alfonso V de Aragón el Magnánimo. Los paseos nocturnos cataneses por la Fontana dell’Amenano, siempre se saldaban con algún canoli con generoso spritz veneciano para refrescarlo, admirando el animoso bullicio del gentío, que abarrotada la plaza. Es un placer visitar sitios como Villa Bellini, o disfrutar del frescor del Jardín Botánico, o deambular por angostas calles con decadentes palacios Barrocos de piedra basáltica negra y de nombres explícitamente españoles (Hernández, Pardo, Villarroel, Valle o Gravina), o sus impactantes iglesias, como las de Via dei Cruciferi; que te hace reflexionar sobre la pasada riqueza e importancia de la isla. Recuerdo esas noches bulliciosas sicilianas, entre ruinas romanas de teatros, anfiteatros, odeones que me retrotraían a ecos de personajes del pasado.
Pero, esta animosa ciudad, cuyo corazón es la plaza del pescado (A Piscaria) y la Universidad, junto a la catedral de Santa Ágata o Águeda, hay que venir con el patrocinio de las mujeres, para entender como pudo una joven niña siciliana (oh!! patrona de las enfermeras y cruelmente martirizada en un lupanar por defender su virginidad), parar milagrosamente la gran erupción del Etna frente al castillo Ursino, es un sedimento de continuo de lava y de culturas mediterráneas finiseculares. Desde los Griegos corintos, que tenían formas de gobierno despóticas o con tiranías, a cartagineses o el mismo Pirro de Epiro, romanos o bizantinos se aparecer en cualquier callejón solitario paseando por el empedrado volcánico.
Pero no se puede conocer bien la ciudad sin subir al mágico y temido Monte Etna. Conseguimos organizar una marcha hasta cerca de la explanada de cenizas de la caldera antigua, con casco de protección obligatorio para evitar algún proyectil o bomba, dado que ese día estaba Hefesto bastante industrioso. Fue un placer visitar el ecosistema, mientras se veía discurrir las riadas de lava, bajando presurosa por el cono volcánico. Es curioso que hubiera flores y fauna en ese paisaje lunar, pero lo que fue más divertido fue lo que suele ser lo peor, la bajada, pues corriendo y a veces rodando por la pendiente de lava en las antiguas chimeneas creimos estar en la fragua de Vulcano. Y la música de Franco Battiato fallecido joven a los 76 que descansan junto a su madre en Villa Grazia, Voglio vederti danzare, Come le zingare del deserto, Con candelabri in testa, O come le balinesi nei giorni di festa.
Otra de las antiguas polis de la Grecia Magna, es la singular ciudad de Siracusa. Siracusa, patria de Santa Lucia, también fue un asentamiento inveterado de griegos y luego romanos, cuando el sabio matemático Arquímedes no pudo detener con sus ingenios a la escuadra del cónsul de Roma Marcelo (las últimas palabras antes de morir a manos de un legionario insensato: Noli turbare circulos meos). Todo ello sucedió en la Isla de Ortigia, sede de la polis y del templo de Atenea, en cuyas columnas se sostiene la catadral sobre el templo de atenea y la fuente de ninfa Aretusa, que se según la mitología se refugió en la isla para preservar su virginidad ante el enamorado Dios Alfeo, que no dudo en transformarse en Rio para fluir desde el Peloponeso hasta la fuente en Sicilia para unirse a su amada. Pero Siracusa tiene otras cosas singulares, como los magnánimos munumentos de Neapolis, en el que destaca la oreja del tirano Dionisio (el tremendo eco de las cavidades, era la mejor manera de espiar a sus prisioneros) y el complejo de catacumbas de San Giovanni, muy aconsejable para visitar cuando aprieta la canícula y no te puedes acercar a los chiringuitos de la fontana a tomar una aperitivo y nadar.
En la misma punta de la isla Ortiga, sobre las rocas de albergaron las defensas de Arquímedes, las de los romanos, bizantinos, árabes, normandos y aragoneses, se alza la moderna Ciudadela construida por Felipe II contra los turcos. No hay que olvidar que en Mesina, se concentró la Liga de potencias navales occidentales, que les derrotarían en Lepanto impidiendo la anexión de Sicilia al imperio otomano. Es una delicia después de cenar junto al mar jónico ver la opera Cavalleria rusticana de pietro Mascagni, autentico retrato etnográfico del alma siciliana y de su temperamento visceral y apasionado.
Fue una constante la música en todo el viaje, radio margherita (como la pizza y Margherita de Saboya, primera reina de la Italia garibaldina) nos retrotrajo a la melodiosa música de los años 50, amén de Battiato, y con esa música melodiosa y sentimental llegamos a Noto camino al sur, para probar su delicioso Granita, y luego parar en la empinada ciudad barroca de Módica, donde conseguimos degustar una autentica trattoria popular, y por un módico precio una típica comida casera de interior, en concreto un maccu de alubias y unos callos a la siciliana, regados con vino fresco vino blanco, probablemente de Marsala, dignos del mismo Comisario Montalbano.
Y es que estamos en territorio imaginario de Camilleri en Montelusa (luego en Agrigento, cerca de Porto Empedocle, donde nacio Camilleri, nos alojamos en la Terraza), cuando llegamos a Ragusa, y descubrimos debajo de una escalinata empinada la bulliciosa Ragusa Ibla, y la impresionante Catedral de San Giorgio. En la trattoria de San Calogero, el lugar donde habitualmente Montalbano come con sus personajes, podemos elegir berenjenas a la parmesana, brusciuluni o rollos de ternera rellenos, pasta 'ncasciata y pasta alla Norma (especialidad de Catania, con tomates, berenjenas y ricotta , procedente de la típica leche de bufala introducida por primera vez en italia por sicilia), generoso pescado fresco del litoral (salmonetes de roca hervidos y aliñados con aceite, limón y perejil, lubinas, boquerones a la vinagreta, pulpitos y calamares). En la costa a esta Punta Secca donde en la imaginaria Marinella en la que vive el comisario y solía nadar en el mar desnudo cuando era más joven.
Uno de los momentos especiales es cuando nos acercamos localidad de Piazza Armerina para visitar la villa romana tardo-romana del Casale. Sepultada por una riada de lodo, conserva perfectamente las estancias y los riquísimos mosaicos del siglo IV. Su propietario que aparece en uno de los mosaicos, fue un personaje muy poderoso y gobernador romano de la isla que surtía de animales y fieras a la metrópoli, para los espectáculos públicos, en régimen de exclusividad.
Sicilia, pese a ser considerada el granero de Italia en la antigüedad, debido a la pluviosidad y su suelo volcánico fértil, durante los primeros dos siglos del Imperio entro en una fase de depresión económica, debido al sistema de producción latifundista que llevo a la sobreexplotación por el uso intensivo de esclavos. No solo la vida urbana sino que el campo se desertizo al caer el modo de producción esclavista. Sera en el siglo IV, con una expansión del comercio con el grano producido en el norte de África y la recuperación agraria de las villas esta vez dirigidas directamente por sus propietarios, que invertían sus ganancias en sus propias residencias lejos del mundo urbano. La Villa romana de Casale es un claro ejemplo, con un complejo de teselas coloreadas de la vida cotidiana y familiar, en las estancias o de los negocios con un mapamundi de los lugares de donde provenían los animales que por el puerto fluvial llegaban a la villa. Destaca el complejo termal, con reproducciones de las cuadrigas del Circo Máximo, imágenes de la matrona de la casa y una estampa de gimnastas con ropas en biquini, que nada tienen que envidiar a las bellas bañistas isleñas que me encontraba cada día por las recónditas calas.
Cuando llegas a Agrigento te encuentras con un mirador maravilloso sobre el valle templos griegos, que a su vez se alzan en una meseta rodeada de una muralla frente al mar, tal y como se configuraban las polis griegas de la pequeña Grecia que fue Sicilia. Tuvimos la suerte de alojarnos en una suit de la terraza de Montusa, en honor a Camilleri, un palacete hostería que adquirió un joyero francés de Palermo del siglo XIX, y sigue una saga familiar. Era un placer desayunar (un copioso menú tradicional, aceitunas, alcaparras, tomate, embutidos o quesos del lugar, junto a dulces y frutas sicilianas, viendo el mar y los templos anaranjados), o cenar en la tratoria, amenizado por algún cantante local, algún cavatelli al dente con dados de berenjena frita, tomate, albahaca y ricota o alguna albóndiga de sardina o tal vez alguna racion de espaguetis alla chitarra con queso, pimiento y erizos de mar. Eso después de recorrer las empinadas callejas o de admirar la acrópolis de los bien conservados templos griegos, desde el templo dórico más grande nunca construido Zeus olímpico (con los esclavos conseguidos en la batalla de Himera 480 a. C.) o los bien conservados Juno, Concordia, Hefestos, Heracles, Asclepios. En la escalera de los turcos, un promontorio de roca blanca,disfrutamos de abigarrado ambiente playero de Italia, con unas aguas verdaderamente deliciosas para el baño.
En Sciacca, desde el corso Vittorio Manuele, llegas a su gran plaza de Angelo Scandaliato, toda la ciudad es un magnifico mirador para ver el puerto y el mar. Una delicia comer la fritura de pescaditos, atún, camarones y gambas y calamares, o acercarse al puerto a comer pez espada o atún de almadraba. Pero no hay que perderse en la peculiaridad del castello incantato formado por numerosas esculturas de cabezas, realizadas por Filippo Bentivegna, cerca de la ciudad.
En Trapani, la ciudad de las 100 iglesias, impacta su casco histórico desde su rica barroca basilica de San Lorenzo, que bordea una muralla marítima que te lleva en un agradable paseo hasta la Torre di Ligny, erigida por los españoles, en un promontorio que separa las aguas del Tirreno del Mediterraneo, y que sirvio para proteger la ciudad de eventuales ataques por mar. Hay que comer en alguno de sus numerosos restaurantes el famoso cous cous de pescado, y sabedores del hallazgo de dos espolones de bronce en el fondo del mar cerca de Favignana, restos de la Batalla Naval de las Islas Egadas, donde se decidió la primera guerra púnica a favor de Roma sobre Cartago, nos preparamos para embarcar. En Favignana, y en bicicleta, hay que visitar las numerosas calas y playas, sobre todo la azzurra, con una colección de bañistas y barcos tremendamente abigarrada y multicolor.
Otro de los lugares a los que hay que ir, serpenteando hasta 750 metros a la ciudadela amurallada medieval de Erice. Hay unas vistas magnificas desde el Castello di Venere (en su interior, un antiguo templo dedicado a Afrodita) o la torre de su Duomo, entre sus muros empezó la rebelión de las Vísperas sicilianas y en el barrio español, donde se acomodaban las tropas imperiales que defendían la Isla contra los Turcos en el siglo XVI.
No hay que dejar de visitar las ruinas de Segesta, que según Virgilio (Eneida, libro v). fue fundada por el rey de los Elimos, Acestes, y el héroe troyano Eneas para acomodar a las mujeres que, hastiadas del mar, habían incendiado la flota de Eneas, y por todos aquellos que decidieron no continuar el viaje y deseaban ser gobernados por Acestes. La tumba de Anquises, padre de Eneas, se encontraba en Segesta. Enfrentada a Selinunte y demás polis de sicilia, tenía fuertes lazos con los griegos jonicos y estuvo aliada con los cartagineses en las guerras púnicas. Conserva muy bien el Agora, un magnifico templo y su teatro, no hay que olvidar que fue varias veces destruida y reconstruida, sobre todo los vándalos fueron los más obstinados.
En Castellammmare del Golfo, hay que visitar el rutas entre pequeñas calas de aguas azuladas, playas de piedras blancas, altos y abruptos acantilados y vigorosas montañas (gruta de Uzzo, de primeros asentamientos humanos en Sicilia) que acogen a especies de fauna (águilas, halcones o paiños, aves marinas más pequeñas) y flora local (única palmera enana). Pero lo mejor fue el bullicio playero de la paradisiaca cala virgen de la tonnara de scopello o de la playa de Gidaloca en ferragosto, con gente guapa, ávida de disfrutar del baño y de burlar con estilo la canícula. Hay que acercarse a San Vito lo Capo y comer una autentica pizza napolitana hecha en horno de leña, con caja para llevar, porque no puede con una. La acabamos almorzando en lo alto de Monreale divisando Palermo y la llanura de la Conca d´Oro, repleta de cítricos, y su bahía cuando visitamos su magnífica catedral bizantina, obra maestra de la arquitectura de estilo árabe-normando del siglo XII, erigida en 1174 por voluntad del rey normando Guillermo II, estábamos en otra Sicilia.Y es que este puerto natural, entre dos ríos, fue fundado por los Griegos, pero pronto seria la cabeza de puente de los Cartagineses en su pugna por el dominio del Mediterráneo, que acabaría con el final de las guerras púnicas. En época romana, se consolido la ciudad, hasta que fue también devastada por los Vándalos procedentes de su protectorado de Túnez, y recuperada por el Imperio Bizantino durante 3 siglos. Los árabes, como consecuencia de la desavenencia entre los propios bizantinos, y tras un largo asedio la toman en el 831, convirtiéndola en capital del emirato de Sicilia. Los normandos, procedentes de la región francesa, dirigidos por el primer Conde siciliano Roger de Altavilla (por tierra) y su hermano Roberto Guiscardo (por mar) comenzaron en 1061 la conquista de Sicilia tomando Palermo 1071. Eran nobles descendientes de vikingos, que tras someter Calabria atravesaron el estrecho de Mesina bajo la bajo la aquiescencia papal, para poner fin a la dominación musulmana y construyeron en Palermo el impresionante Palacio de los normandos y la capilla palatina en 1132, siendo la residencia real conservada más antigua de Europa. Pero la edad dorada de Palermo será durante el reinado de Federico II de Suabia (dinastía Hohenstaufen y Conrado IV), convirtiéndose Palermo en la capital del Sacro Imperio Romano Germánico. Mención especial merece su espectacular catedral de Palermo, que conserva restos de fenicios, griegos, romanos, basilica paleocristian o basilica bizantina y mezquita árabe, siendo en época medieval con los normandos una basilica de tres naves. Los aragoneses introdujeron un tardo gótico o gótico aragonés, que las guías se empeñan en catalogarlo como gótico catalán (arcos góticos de acceso entrada principal construidos por Antonio Gambara en 1.426). Es impresionante subir a las torres de las esquinas se construyeron entre los siglos XIV y XV, o la cripta con su panteón real, y el palacio Arzobispal. No hay que olvidar visitar la fastuosa capilla dedicada a Santa Rosalía, una niña que después de ser traída desde una localidad de un monte cercano a Palermo (ya cadáver), logró despejar a la ciudad de la epidemia de peste que la asolaba, allá por el año 1624.
Pero Palermo es colorido, vital, algo sucio y bullicioso. Lo mejor es el atardecer y acercarse a algun concurrido mercado como el Mercato Vucciria, el Mercato di Ballaró, el Mercato Capo y Borgo Vecchio, donde poder comer en los puestos y mesas cercanas unas buenas cervezas o comidas típicas como el pane e panelle y el buñuelo de garbanzo, fritura de pescado, pulpo o frutas de los alrededores de la ciudad. El ambiente vespertino es impresionante, riadas de gente joven alegre y muy arreglada pululan hasta “i quattro canti” (las cuatro fachadas). En cada fachada de cada esquina se pueden reconocer las estatuas de cuatro reyes (Carlo V, Filippo II, III y IV), de las cuatro estaciones y de cuatro santas (Cristina, Ninfa, Oliva e Agata). Esta plaza octogonal, es el cruce de los dos ejes urbanísticos tradicionales, que configuraron el trazado moderno en época obra del arquitecto florentino Giulio Lasso y de los virreyes españoles de Napoles y Sicilia lo Duque de Escalona y el Duque de Osuna. En la corte de este último, por 1612, se encontraba en Palermo Francisco de Quevedo, y nos alojamos en donde estaba uno de los palacios de la poderosa familia aristocrática de origen catalán los Valguarnera, uno de cuyos miembros Mariano, fue amigo del literato y compañero de la Academia de los ociosos de Palermo.
Callejeando no hay que perderse la Martorana (Concatedral de Santa María del Almirante) no solo es interesante desde el punto de vista (sus mosaicos bizantinos son esplendidos) o la barroca Iglesia de Jesús o el Oratorio de San Lorenzo repleta de estucos de estilo rococó preciosos y la reproducción del Caravaggio la «Natividad con San Francisco y San Lorenzo»
Callejeando puedes llegar al grandioso Teatro Massimo que es el tercer teatro lírico más grande de Europa (tras la Opera de París y la de Viena). Aquí entre el bullicio de la gente, te vienen las imágenes solitarias en la escalinata del Padrino III, en el clímax del film, con un Michael Corleone llorando junto al cadáver de su hija Mary, que ha sido tiroteada por el asesino disfrazado de cura de Don Tomassino, después de oír cantar Cavalleria Rusticana en el mismo. Pasar por Palermo, y no acercarse a Corleone, ni hablar de la Mafia, es como no hablar de la condición humana y sus pecados mortales. Lejos del fenómeno Hollywoodiense (ayer precisamente murio Sonny Corleone), lo cierto es que la Cosa Nostra nació como consecuencia de una hambruna que azoto la zona del sur de Italia, y que provoco que mucha gente atravesara el itsmo de Messina para robar comida en los campos sicilianos. Así se instauro el Pizzo o pago por la protección contra los bandidos, que era proporcionada por bandas organizadas de indigentes, y que a su vez robaban para seguir cobrando. Este círculo vicioso al margen de la Ley, acabo creando la industria profesionalizada del crimen organizado, y que tantos ríos de tinta y sangre han proporcionado hasta la fecha.
Siguiendo por el norte continuamos nuestro viaje hacia la pintoresca ciudad de Cefalu, dominada por una fortaleza de origen púnico y su magnífica catedral normanda (patrimonio de la Humanidad, como la de Monreale, se debería llamar más propiamente románico siciliano) erigida en tiempos de Roger II de Sicilia, en 1131. Este estilo de arquitectura normanda se tendría que llamar más correctamente Románico Siciliano. Dos grandes torres de piedra flanquean el pórtico, y sus mosaicos están entre los más famosos del mundo en su estilo bizantino.
Desde el estrecho de Mesina, casi se puede tocar Calabria, y es todo un espectáculo ver las luces del continente desde esa la orilla insular.
Los últimos días los pasamos en la peculiar Taormina, ciudad fundada por los griegos, que es un balcón natural con vistas al Mar (puedes ver el continente) y al volcán Etna.
Su bien conservado teatro griego del siglo III a. C. o el Odeón, el Duomo, siglo XII d. C. o pasear por su Jardín Publico al atardecer viendo humear el Etna es un privilegio al alcance de muy pocos, que hizo de la ciudad un lugar apartado de las normas sociales, al que se acercaron desde el siglo XIX tanto de miembros de la realeza y la política, como de la nobleza, elmundillo artístico y la alta burguesía.
El clima privilegiado y la belleza del lugar, rico en vestigios del pasado y rincones pintorescos, atrajeron en el siglo XIX al entonces naciente turismo internacional de lujo, tanto de miembros de la realeza (el káiser, el zar o el imperio británico) y de la política, como de la nobleza, el mundillo artístico (el pintor Gustav Klimt o el poeta Goethe, y el filósofo vitalista Friedrich Nietzsche que escribió en Taormina su célebre obra poetica Así habló Zaratustra, probablemente mirando el volcán y elucubrando si vencerían los Titanes o los Dioses), y la alta burguesía que los seguía a los sitios de moda. A este auge, contribuyó el ambiente bohemio y bastante glamouroso, que con la aparición del cine llevo a grandes estrellas, como Greta Garbo, Ava Gardner, o Elizabeth Taylor; a callejear, de modo informal, disfrutando de sus sugerentes vistas y de sus cálidas noches veraniegas. Todo un placer el disfrutar un paseo en barca por Isola Bella, siempre bien acompañado por la población nativa (descendiente seguro de las bañistas de la villa de Casale), desafiando las embestidas de Poseidón, con curiosidad sobre nuestra nacionalidad: Seguro que es inglés, - no signorina soy español, - si es que no podía ser de otro sitio. Esos son los peores (sonriendo).
En la apacible Taormina escuche a mi casero cierta nostalgia por los Borbones, y de la pérdida de soberanía de Sicilia con la llegada de Garibaldi, y su integración en el Reino de Italia. No quise desilusionarle, pero que cara pondría si participara de la pesadilla de cambiar ese limbo siciliano de feminismo isleño finisecular, la propia isla tiene forma venusiana, que desde el periodo helenístico tenia a las compañeras de Helena de Troya en la Eneida o a Santa Ágata, Lucia o Rosalía como modelos; y ese mundo cambiara por erupciones del monte Etna con perspectiva de género para señalar al machista Vulcano, o que Poseidón practicaría la inmersión lingüística de esos vestigios del Gótico Catalán que dejaron los arquitectos sicilianos de la Corona de Aragón, erradicando el italiano por el sicilianu, o que la Cosa Nostra sería la Cosa Vostra, y demás disparates ibéricos (desde el relativismo moral a la amnesia en historia con tintes necrofilos y el neosectarismo social), de los que de momento están a salvo la mayoria de los sicilianos gracias a Santa Lucia.
He de reconocer que en este viaje, he podido comprobar que los personajes de las novelas (sobre todo las que describe Camilleri en el Comisario Montalbano), existen fisicamente en la realidad; todo lo debemos fiar a la imaginacion, pero lo cierto es que el monte Etna se hace cada día mucho más alto y lo hara hasta que colapse, esperemos un monton de siglos, y que no lo haga de forma tan devastadora como los humanos que quieren ser como los Dioses, y que precipitan en ceniza y cuya vanidad se deposita en el olvido.