Cuando Ego Ruderico atravesó el rio Mataviejas en
Silos (Burgos) camino del destierro, siguiendo el Cantar de Gesta, muchas cosas
habían cambiado en Castilla. No hay nada mejor, para comprobar en perspectiva
esa situación del pasado, que emprender la marcha hacia el nacimiento de este
pintoresco rio, en la localidad de Carazo, y emprender el ascenso de ese
formidable castro natural, desde la ermita de Nuestra Señora del Sol, en un
soleado día de verde primavera de la meseta. El paisaje de sabinas, roquedos y
riscos, siempre conserva el sabor del camino del Cid, el camino de la eterna
leyenda cantada por los Juglares.
En la cumbre, subiendo el curso del rio, que nace
de las surgencias, rescoldos líquidos de la nieve y las aguas que se acumulan
en el imponente macizo, nos recibe en la cima un páramo pedregoso colonizado
por sabinas. En los cortantes que limitan, cuan espolones de un gran mole cárstica,
colonias de buitres imperecederos esperan para hacer su largos vuelos sobre el
cielo, mostrando sus sombras proyectadas en el altiplano,hoy que nadie parece
disputarles la inmensidad del océano aéreo que llega hasta las cumbres nevadas
de la demanda.
Desde esta atalaya natural, se puede percibir con
nitidez los pasos que han modelado los acontecimientos históricos, los pueblos
supervivientes y los vestigios del pasado. En una especie de triangulo rodeado
por relucientes cumbres nevadas, en estos parajes desde el siglo VIII, fecha de
la destrucción de la ciudad de Auca (una antigua y suntuosa villa romana) por
los conquistadores musulmanes, y escondida en el interior de la sierra de
Demanda, hasta el establecimiento del Obispado de Oca en Gamonal (Burgos) en el
año 1075, por iniciativa de las hijas del Rey Alfonso VI de Castilla.
Desde el extremo Este, donde se puede vislumbrar
nítidamente la toponímica localidad de Hacinas, recuerdo de múltiples batallas
fronterizas, hasta el oeste, en el que un paso angosto permite bajar la cota a
una especie de silla de montar, vista a lo lejos, que te permite acceder a otro
nuevo castro natural, desde el cual se encuentran varias Atalayas de piedra
medievales, y es visible la localidad de Contreras.
Pues bien, en esas varias centurias
altomedievales, en estas tierras que nos rodean hubo una época indomable y
despiadada, propia del salvaje oeste norteamericano. No es de extrañar, que en
la base sur de este castillo natural,
Sergio Leone rodara el film el Bueno, el Feo y el Malo en 1966, con un
desconocido por entonces pero ya grande Clint Eastwood (en la escena del cementerio, a la espalda del rubio se reconoce perfectamente la silla de Carazo). Digamos que los
homónimos en diferentes duelos
medievales pudieron ser Fernan Gonzalez, Diego Porcelos o el propio Almanzor,
fustigado y puesto en retirada en Hacinas, cuando venía de destruir el Monasterio de San Millán de la Cogolla en la Rioja. En
todo caso, de la primera sorpresa de la invasión, destrucción y pérdida de
población de la zona, se pasó a un establecimiento disperso y con bastante
libertad de los repobladores, razias y algaradas en primavera, con golpes de mano
de represalia con la caballería villana, y establecimiento definitivo del
poder condal.
Desde lo alto de las atalayas, se puede apreciar
el ardiente sol castellano, y una panorámica que debió convencer a los Condes
de lo importante que eran las comunicaciones, entre todas las líneas de defensa
del Arlanza en el sur, hasta sus torres en las tierras de Lara hasta la lejana
comarca de la Bureba y Vitoria, bajo el eje de la vieja calzada romana, para que nunca
les volvieran a coger desprevenidos, como sucedió en la época Visigoda.
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