viernes, 8 de julio de 2022

VOLAR EN TIEMPOS DEL COVID: SICILIA

 

     Todo viaje surge de la necesidad de contrastar lo imaginado, por la curiosidad que otros han estimulado, y la necesidad de realizar dicho sueño. Sicilia era un buen plan de viaje por varios motivos. Andrea Camilleri, muerto  a los 93 el 17 de Julio 2019, precisamente había acabado de leer una de sus últimas novelas, de la serie del comisario Montalbano (del Carrusel de las Confusiones, a en mi memoria lejana la Forma del Agua, o la que escribió nonagenario ya, y que tengo que leer, el cocinero de Alcyon), pero sobre todo la muerte de Franco Batiatto a los 76, uno de los músicos que más veces he visto en directo, con cuya sintonía se repetían siempre y para siempre en sus generosos bises.

 

El desafío de volar con controles COVID, y volver a hacerlo con RYANAIR, fue otro elemento estimulante, después de las restricciones severas que hemos sufrido. Todo dicho sea de paso, y siguiendo con la trama policiaca, el aterrizaje en Catania fue más propio de  Jack Taylor (celebre detective irlandés creado por Ken Bruen) en la lejana Galway que la apacible llegada de la bella Livia, siempre eterna novia del comisario Montalbano, al aeropuerto de Palermo, para zambullirse en las cálidas aguas del idilio mediterráneo perfecto.

Llegados a Catania, con permiso del impetuoso y majestuoso volcán Etna (3.360 metros), sede, según la antigua mitología griega, del monstruo alado Tifón, o lugar de trabajo también de Hefesto, el lisiado marido de Afrodita, con la famosa fragua. No hemos de pasar por alto que en la antigüedad, toda Sicilia fue sucesivamente colonizada por los navegantes mediterráneos, de los Fenicios a los Griegos, y se la conocía por los navegantes como la Grecia Magna.

Pudiera ser que, el propio Hefesto pudo trasladar a la Palma una sucursal de su infernal fragua, iracundo por las infidelidades de la bella Afrodita, cuando tal vez leyó al propio Camilleri en el Carrusel de las confusiones; pero he de reconocer que, cuando subía hacia la antigua caldera del coloso monte Etna, para ver de cerca esos viscosos e incandescente  ríos de lava, no muy lejos por cierto de donde descansan las cenizas del añorado Battiato, no me encontré con el mencionado Dios ni le dije que Afrodita, pudiera andar con su amante por las Islas Canarias. Ni le hable tampoco de mis elucubraciones con Camilla Lackberg, mi imaginaria musa nórdica, de las noches de insomnio leyendo sus novelas policíacas tan peculiares.


Pero es que la mítica Catania, antigua Katane o áspera, por la textura de su ceniza volcánica, fue destruida siete veces por erupciones volcánicas o sendos terremotos provocados por el prominente coloso volcánico. Entre las últimas y más catastróficas, que historiográficamente se recuerdan, son las de los años 1169 y 1693. La isla de Sicilia es un campo sismológicamente inestable, provocado por la colisión de la placa africana con la euroasiática, con vulcanismo voraz, capaz de levantar el monte Etna a un ritmo 30 metros en los últimos 6 meses, y sin visos de parar. Un buen sitio para comprobarlo es la Ciudad de Catania, con cenizas por cada rincón, en el  Monastero dei Benedettini di San Nicolò l'Arena, segundo monasterio más grande de Europa después del imponente portugués Mapfra, o el propio Escorial, pero como nos dijo el guía el mérito del mismo es que nunca tuvo financiación real como estos últimos, o el consabido dinero público. Arrasado en 1693, solo se conservó la parte medieval o logia gótica catalana, nos dijo (no entre en polémica con él, pero esas logias del Languedoc se parecen mucho a las del Real Monasterio Aragonés de  Santamaría de Sijena del siglo XII). La destructiva gran colada del Etna que arraso Catania hasta llegar a las puertas del Castillo Ursino (quedan restos en el foso), y  dio lugar a un espléndido edificio barroco que merece la pena visitar muy detenidamente. Me extraño la denominación catalana de las arcadas góticas, así que estuve mirando la presencia española en la Isla, y hay que decir que es importante y decisiva en el devenir histórico desde la propia antigüedad. Recuerdo la novela de  El rey lobo de Juan Eslava Galán (trata sobre la iberia siglo V a. c.), y como los  mercenarios iberos que moraban Hispania, eran reclutados como mercenarios por los cartagineses, para luchar en Sicilia en las proximidades de Siracusa, contra los tiranos de las Polis Griegas Sicilianas. Pero serán los aragoneses, los primeros en llegar de manera estable en diferentes momentos; primero con una alianza dinástica, por el matrimonio de la hermana de Alfonso II el Católico (conocido paladín de las Navas de Tolosa, muerto en Muret, y enterrado en el Panteón Real del Monasterio de Sijena en Huesca); por medio de la viuda Reina de Hungría Constanza de Aragón (que también vivió en el quemado en la Guerra Civil Monasterio oscense, tras su exilio en Viena, y que murió en Catania, pero ya como viuda del emperador Federico II Hohenstaufen, nieto del gran emperador del Sacro Imperio Romano Germánico  Federico Barbarroja, y reina gobernadora de la Isla de Sicilia). Es impresionante su sepultura, en un  sarcófago romano en la catedral normanda de Palermo, con su impresionante tiara del siglo XII de factura oriental adornada con gemas. Pero serán  en definitiva las Vísperas Sicilianas de 1282 (hay que subirse a fortaleza de Erice para meterse en el levantamiento que supondría el fin de la influencia de los Anjou o francesa sobre la isla), ya con Pedro III (que había acogido antes en la corte aragonesas a los principales jefes de los gibelinos sicilianos partidarios de los Staufen, tales como los Lanza, Lauria –Almogávares-  o los Procidas ) y su esposa Constanza heredera del reino (enterrada en las clarisas de Barcelona), cuando se instaura la dinastía dado que ambos fueron coronados como reyes de Sicilia, comenzando la expansión aragonesa en el mediterráneo.

Catania es la sede de la primera Universidad de Sicilia, fundada por la Corona de Aragonesa en 1434, por orden de Alfonso V de Aragón el Magnánimo. Los paseos nocturnos cataneses por la Fontana dell’Amenano, siempre se saldaban con algún canoli con generoso spritz veneciano para refrescarlo, admirando el animoso bullicio del gentío, que abarrotada la plaza. Es un placer visitar sitios como Villa Bellini, o disfrutar del frescor del Jardín Botánico, o deambular por angostas calles con decadentes palacios Barrocos de piedra basáltica negra y de nombres  explícitamente españoles   (Hernández, Pardo, Villarroel, Valle o Gravina), o sus impactantes iglesias, como las de Via dei Cruciferi; que  te hace reflexionar sobre la pasada riqueza e importancia de la isla. Recuerdo esas noches bulliciosas sicilianas, entre ruinas romanas de teatros, anfiteatros, odeones que me retrotraían a ecos de personajes del pasado. 

Pero, esta animosa ciudad, cuyo corazón es la plaza del pescado (A Piscaria) y la Universidad, junto a la catedral de Santa Ágata o Águeda, hay que venir con el patrocinio de las mujeres, para entender como pudo una joven niña siciliana (oh!! patrona de las enfermeras y cruelmente martirizada en un lupanar por defender su virginidad), parar milagrosamente la gran erupción del Etna frente al castillo Ursino, es un sedimento de continuo de lava y de culturas mediterráneas finiseculares. Desde los Griegos corintos, que tenían formas de gobierno despóticas o con tiranías, a cartagineses o el mismo Pirro de Epiro, romanos o bizantinos se aparecer en cualquier callejón solitario paseando por el empedrado volcánico. 

 

Pero no se puede conocer bien la ciudad sin subir al mágico y temido Monte Etna. Conseguimos organizar una marcha hasta cerca de la explanada de cenizas de la caldera antigua, con casco de protección obligatorio para evitar algún proyectil o bomba, dado que ese día estaba Hefesto bastante industrioso. Fue un placer visitar el ecosistema, mientras se veía discurrir las riadas de lava, bajando presurosa por el cono volcánico. Es curioso que hubiera flores y fauna en ese paisaje lunar, pero lo que fue más divertido fue lo que suele ser lo peor, la bajada, pues corriendo y a veces rodando por la pendiente de lava en las antiguas chimeneas creimos estar en la fragua de Vulcano. Y la música de Franco Battiato fallecido joven a los 76 que descansan junto a su madre en Villa Grazia, Voglio vederti danzare, Come le zingare del deserto, Con candelabri in testa, O come le balinesi nei giorni di festa.

 

Otra de las antiguas polis de la Grecia Magna, es la singular ciudad de Siracusa. Siracusa, patria de Santa Lucia, también fue un asentamiento inveterado de griegos y luego romanos, cuando el sabio matemático Arquímedes no pudo detener  con sus ingenios a la escuadra del cónsul de Roma Marcelo (las últimas palabras antes de morir a manos de un legionario insensato: Noli turbare circulos meos). Todo ello sucedió en la Isla de Ortigia,  sede de la polis y del templo de Atenea,  en cuyas columnas se sostiene la catadral sobre el templo de atenea y la fuente de ninfa Aretusa, que se según la mitología se refugió en la isla para preservar su virginidad ante el enamorado Dios Alfeo, que no dudo en transformarse en Rio para fluir desde el Peloponeso hasta la fuente en Sicilia para unirse a su amada. Pero Siracusa tiene otras cosas singulares, como los magnánimos munumentos de Neapolis, en el que destaca la oreja del tirano Dionisio (el tremendo eco de las cavidades, era la mejor manera de espiar a sus prisioneros) y el complejo de catacumbas de San Giovanni, muy aconsejable para visitar cuando aprieta la canícula y no te puedes acercar a los chiringuitos de la fontana a tomar una aperitivo y nadar.


En la misma punta de la isla Ortiga, sobre las rocas de albergaron las defensas de Arquímedes, las de los romanos,  bizantinos, árabes, normandos y aragoneses, se alza la moderna  Ciudadela construida  por Felipe II contra los turcos. No hay que olvidar que en Mesina, se concentró la Liga de potencias navales occidentales, que les derrotarían en Lepanto impidiendo la anexión de Sicilia al imperio otomano. Es una delicia después de cenar junto al mar jónico ver la opera Cavalleria rusticana de pietro Mascagni, autentico retrato etnográfico del alma siciliana y de su temperamento visceral y apasionado. 

Fue una constante la música en todo el viaje, radio margherita (como la pizza y Margherita de Saboya, primera reina de la Italia garibaldina) nos retrotrajo a la melodiosa música de los años 50, amén de Battiato, y con esa música melodiosa y sentimental llegamos a Noto camino al sur, para probar su delicioso Granita, y luego parar en la empinada ciudad barroca de Módica, donde conseguimos degustar una autentica trattoria popular, y por un módico precio una típica comida casera de interior, en concreto un maccu de alubias y unos callos a la siciliana, regados con vino fresco vino blanco, probablemente de Marsala, dignos del mismo Comisario Montalbano.

Y es que estamos en territorio imaginario de Camilleri en Montelusa (luego en Agrigento, cerca de Porto Empedocle, donde nacio Camilleri, nos alojamos en la Terraza), cuando llegamos a Ragusa, y descubrimos debajo de una escalinata empinada la bulliciosa Ragusa Ibla, y la impresionante Catedral de San Giorgio. En la trattoria de San Calogero, el lugar donde habitualmente Montalbano come con sus personajes,  podemos elegir berenjenas a la parmesana, brusciuluni o rollos de ternera rellenos, pasta 'ncasciata y pasta alla Norma (especialidad de Catania, con tomates, berenjenas y ricotta , procedente de la típica leche de bufala introducida por primera vez en italia por sicilia), generoso pescado fresco del litoral (salmonetes de roca hervidos y aliñados con aceite, limón y perejil, lubinas, boquerones a la vinagreta, pulpitos y calamares). En la costa a esta Punta Secca donde en la imaginaria Marinella en la que vive el comisario y solía nadar en el mar desnudo cuando era más joven.

Uno de los momentos especiales es cuando nos acercamos localidad de Piazza Armerina para visitar la villa romana tardo-romana del Casale. Sepultada por una riada de lodo, conserva perfectamente las estancias y los riquísimos mosaicos del siglo IV. Su propietario que aparece en uno de los mosaicos, fue un personaje muy poderoso y gobernador romano de la isla que surtía de animales y fieras a la metrópoli, para los espectáculos públicos, en régimen de exclusividad.

Sicilia, pese a ser considerada el granero de Italia en la antigüedad, debido a la pluviosidad y su suelo volcánico fértil, durante los primeros dos siglos del Imperio entro en una fase de depresión económica, debido al sistema de producción latifundista que llevo a la sobreexplotación por el uso intensivo de esclavos. No solo la vida urbana sino que el campo se desertizo al caer el modo de producción esclavista. Sera en el siglo IV, con una expansión del comercio con el grano producido en el norte de África y la recuperación agraria de las villas esta vez dirigidas directamente por sus propietarios, que invertían sus ganancias en sus propias residencias lejos del mundo urbano. La Villa romana de Casale es un claro ejemplo, con un complejo de teselas coloreadas de la vida cotidiana y familiar, en las estancias o de los negocios con un mapamundi de los lugares de donde provenían los animales que por el puerto fluvial llegaban a la villa. Destaca el complejo termal, con reproducciones de las cuadrigas del Circo Máximo, imágenes de la matrona de la casa y una estampa de gimnastas con ropas en biquini, que nada tienen que envidiar a las bellas bañistas isleñas que me encontraba cada día por las recónditas calas.  

Cuando llegas a Agrigento te encuentras con un mirador maravilloso sobre el valle templos griegos, que a su vez se alzan en una meseta rodeada de una muralla frente al mar, tal y como se configuraban las polis griegas de la pequeña Grecia que fue Sicilia. Tuvimos la suerte de alojarnos en una suit de la terraza de Montusa, en honor a Camilleri, un palacete hostería que adquirió un joyero francés de Palermo del siglo XIX, y sigue una saga familiar. Era un placer desayunar (un copioso menú tradicional, aceitunas, alcaparras, tomate, embutidos o quesos del lugar, junto a dulces y frutas sicilianas,  viendo el mar y los templos anaranjados), o cenar en la tratoria, amenizado por algún cantante local, algún cavatelli al dente con dados de berenjena frita, tomate, albahaca y ricota o alguna albóndiga de sardina o tal vez alguna racion de espaguetis alla chitarra con queso, pimiento y erizos de mar. Eso después de recorrer las empinadas callejas o de admirar la acrópolis de los bien conservados templos griegos, desde el templo dórico más grande nunca construido Zeus olímpico (con los esclavos conseguidos en la batalla de Himera 480 a. C.) o los bien conservados Juno, Concordia, Hefestos, Heracles, Asclepios. En la escalera de los turcos, un promontorio de roca blanca,disfrutamos de abigarrado ambiente playero de Italia, con unas aguas verdaderamente deliciosas para el baño.


En Sciacca, desde el corso Vittorio Manuele, llegas a su gran plaza  de Angelo Scandaliato, toda la ciudad es un  magnifico mirador para ver el puerto y el mar.  Una delicia comer la fritura de pescaditos, atún, camarones y gambas y calamares, o acercarse al puerto a comer pez espada o atún de almadraba. Pero no hay que perderse en la peculiaridad del  castello incantato formado por numerosas esculturas de cabezas, realizadas por Filippo Bentivegna, cerca de la ciudad.

 En Trapani, la ciudad de las 100 iglesias, impacta su casco histórico desde su rica barroca basilica de San Lorenzo, que bordea una muralla marítima que te lleva en un agradable paseo hasta la Torre di Ligny, erigida por los españoles, en un promontorio que separa las aguas del Tirreno del Mediterraneo, y que sirvio para proteger la ciudad de eventuales ataques por mar. Hay que comer en alguno de sus numerosos restaurantes el famoso cous cous de pescado, y sabedores del hallazgo de dos espolones de bronce en el fondo del mar cerca de Favignana, restos de la Batalla Naval de las Islas Egadas, donde se decidió la primera guerra púnica a favor de Roma sobre Cartago, nos preparamos para embarcar. En Favignana, y en bicicleta, hay que visitar las numerosas calas y playas, sobre todo la azzurra, con una colección de bañistas y barcos tremendamente abigarrada y multicolor.

 

Otro de los lugares a los que hay que ir, serpenteando hasta 750 metros a la ciudadela amurallada medieval de Erice. Hay unas vistas magnificas desde el Castello di Venere (en su interior, un antiguo templo dedicado a Afrodita) o la torre de su Duomo, entre sus muros empezó la rebelión de las Vísperas sicilianas y en el barrio español, donde se acomodaban las tropas imperiales que defendían la Isla contra los Turcos en el siglo XVI.

 

 

 No hay que dejar de visitar las ruinas de Segesta, que según Virgilio (Eneida, libro v). fue fundada por el rey de los Elimos, Acestes, y el héroe troyano Eneas para acomodar a las mujeres que, hastiadas del mar, habían incendiado la flota de Eneas, y por todos aquellos que decidieron no continuar el viaje y deseaban ser gobernados por Acestes. La tumba de Anquises, padre de Eneas, se encontraba en Segesta. Enfrentada a Selinunte y demás polis de sicilia, tenía fuertes lazos con los griegos jonicos y estuvo aliada con los cartagineses en las guerras púnicas.  Conserva muy bien el Agora, un magnifico templo y su teatro, no hay que olvidar que fue varias veces destruida y reconstruida, sobre todo los vándalos fueron los más obstinados.

En Castellammmare del Golfo, hay que visitar el rutas entre pequeñas calas de aguas azuladas,  playas de  piedras  blancas, altos y abruptos acantilados y vigorosas  montañas (gruta de Uzzo, de primeros asentamientos humanos en Sicilia) que acogen a especies de fauna (águilas, halcones o paiños, aves marinas más pequeñas) y flora local (única palmera enana). Pero lo mejor fue el bullicio playero de la paradisiaca cala virgen de la tonnara de scopello o de la playa de Gidaloca en ferragosto, con gente guapa, ávida de disfrutar del baño y de burlar con estilo la canícula. Hay que acercarse a San Vito lo Capo y comer una autentica pizza napolitana hecha en horno de leña, con caja para llevar, porque no puede con una.

La acabamos almorzando en lo alto de Monreale divisando Palermo y la llanura de la Conca d´Oro, repleta de cítricos, y su bahía cuando visitamos su magnífica catedral bizantina, obra maestra de la arquitectura de estilo árabe-normando del siglo XII, erigida en 1174 por voluntad del rey normando Guillermo II, estábamos en otra Sicilia.

Y es que este puerto natural, entre dos ríos, fue fundado por los Griegos, pero pronto seria la cabeza de puente de los Cartagineses en su pugna por el dominio del Mediterráneo, que acabaría con el final de las guerras púnicas. En época romana, se consolido la ciudad, hasta que fue también devastada por los Vándalos procedentes de su protectorado de Túnez, y recuperada por el Imperio Bizantino durante 3 siglos. Los árabes, como consecuencia de la desavenencia entre los propios bizantinos, y tras un largo asedio la toman en el 831, convirtiéndola en capital del emirato de Sicilia. Los normandos, procedentes de la región francesa, dirigidos por el primer Conde siciliano Roger de Altavilla (por tierra) y su hermano Roberto Guiscardo (por mar) comenzaron en 1061 la conquista de Sicilia tomando Palermo 1071. Eran nobles descendientes de vikingos, que tras someter Calabria atravesaron el estrecho de Mesina bajo la bajo la aquiescencia papal, para poner fin a la dominación musulmana y construyeron en Palermo el impresionante Palacio de los normandos y la capilla palatina en 1132, siendo la residencia real conservada  más antigua de Europa.  Pero la edad dorada de Palermo será durante el reinado de Federico II de Suabia (dinastía Hohenstaufen y Conrado IV), convirtiéndose Palermo en la capital del Sacro Imperio Romano Germánico. Mención especial merece su espectacular catedral de Palermo, que conserva restos de fenicios, griegos, romanos, basilica paleocristian o basilica bizantina y mezquita árabe, siendo en época medieval con los normandos una basilica de tres naves. Los aragoneses introdujeron un tardo gótico o gótico aragonés, que las guías se empeñan en catalogarlo como gótico catalán (arcos góticos de acceso entrada principal construidos por Antonio Gambara en 1.426). Es impresionante subir a las torres de las esquinas se construyeron entre los siglos XIV y XV, o la cripta con su panteón real, y el palacio Arzobispal. No hay que olvidar visitar la fastuosa capilla dedicada a Santa Rosalía, una niña que después de ser traída desde una localidad de un monte cercano a Palermo (ya cadáver), logró despejar a la ciudad de la epidemia de peste que la asolaba, allá por el año 1624.

 

Pero Palermo es colorido, vital, algo sucio y bullicioso. Lo mejor es el atardecer y acercarse a algun concurrido mercado como el Mercato Vucciria, el Mercato di Ballaró, el Mercato Capo y Borgo Vecchio, donde poder comer en los puestos y mesas cercanas unas buenas cervezas o comidas típicas como el pane e panelle y el buñuelo de garbanzo, fritura de pescado, pulpo o frutas de los alrededores de la ciudad. El ambiente vespertino es impresionante, riadas de gente joven alegre y muy arreglada pululan hasta  “i quattro canti” (las cuatro fachadas). En cada fachada de cada esquina se pueden reconocer las estatuas de cuatro reyes (Carlo V, Filippo II, III y IV), de las cuatro estaciones y de cuatro santas (Cristina, Ninfa, Oliva e Agata). Esta plaza octogonal, es el cruce de los dos ejes urbanísticos tradicionales, que configuraron el trazado moderno en época obra del arquitecto florentino Giulio Lasso y de los virreyes españoles de Napoles y Sicilia lo Duque de Escalona y el Duque de Osuna. En la corte de este último, por 1612, se encontraba en Palermo Francisco de Quevedo, y nos alojamos en donde estaba uno de los palacios de la poderosa familia aristocrática de origen catalán los Valguarnera, uno de cuyos miembros Mariano, fue amigo del literato y compañero de la Academia de los ociosos de Palermo.

 

Callejeando no hay que perderse la Martorana (Concatedral de Santa María del Almirante) no solo es interesante desde el punto de vista (sus mosaicos bizantinos son esplendidos) o la barroca Iglesia de Jesús o el Oratorio de San Lorenzo repleta de estucos de estilo rococó preciosos y la reproducción del Caravaggio la «Natividad con San Francisco y San Lorenzo»

Callejeando puedes llegar al grandioso Teatro Massimo que es el tercer teatro lírico más grande de Europa (tras la Opera de París y la de Viena). Aquí entre el bullicio de la gente, te vienen las imágenes solitarias en la escalinata del Padrino III, en el clímax del film, con un Michael Corleone llorando junto al cadáver de su hija Mary, que ha sido tiroteada por el asesino disfrazado de cura de Don Tomassino, después de oír cantar Cavalleria Rusticana en el mismo. Pasar por Palermo, y no acercarse a Corleone, ni hablar de la Mafia, es como no hablar de la condición humana y sus pecados mortales. Lejos del fenómeno Hollywoodiense (ayer precisamente murio Sonny Corleone), lo cierto es que la Cosa Nostra nació como consecuencia de una hambruna que azoto la zona del sur de Italia, y que provoco que mucha gente atravesara el itsmo de Messina para robar comida en los campos sicilianos. Así se instauro el Pizzo o pago por la protección contra los bandidos, que era proporcionada por bandas organizadas de indigentes, y que a su vez robaban para seguir cobrando. Este círculo vicioso al margen de la Ley, acabo creando la industria profesionalizada del crimen organizado, y que tantos ríos de tinta y sangre han proporcionado hasta la fecha.


Siguiendo por el norte continuamos nuestro viaje hacia la pintoresca ciudad de Cefalu,  dominada por una fortaleza de origen púnico y su magnífica  catedral normanda (patrimonio de la Humanidad, como la de Monreale, se debería llamar más propiamente románico siciliano) erigida en tiempos de Roger II de Sicilia, en 1131. Este estilo de arquitectura normanda se tendría que llamar más correctamente Románico Siciliano. Dos grandes torres de piedra flanquean el pórtico, y sus mosaicos están entre los más famosos del mundo en su estilo bizantino.

Desde el estrecho de Mesina, casi se puede tocar Calabria, y es todo un espectáculo ver las luces del continente desde esa la orilla insular.

Los últimos días los pasamos en la peculiar Taormina, ciudad fundada por los griegos, que es un balcón natural con vistas al Mar (puedes ver el continente) y al volcán Etna.

Su bien conservado teatro griego del siglo III a. C. o el Odeón, el Duomo, siglo XII d. C. o pasear por su Jardín Publico al atardecer viendo humear el Etna es un privilegio al alcance de muy pocos, que hizo de la ciudad un lugar apartado de las normas sociales, al que se acercaron desde el siglo XIX tanto de miembros de la realeza y la política, como de la nobleza, elmundillo artístico y la alta burguesía.  

El clima privilegiado y la belleza del lugar, rico en vestigios del pasado y rincones pintorescos, atrajeron en el siglo XIX al entonces naciente turismo internacional de lujo, tanto de miembros de la realeza (el káiser, el zar o el imperio británico) y de la política, como de la nobleza, el mundillo artístico (el pintor Gustav Klimt o el poeta Goethe, y el filósofo vitalista Friedrich Nietzsche que escribió en Taormina su célebre obra poetica Así habló Zaratustra, probablemente mirando el volcán y elucubrando si vencerían los Titanes o los Dioses), y la alta burguesía que los seguía a los sitios de moda. A este auge, contribuyó el ambiente bohemio y bastante glamouroso, que con la aparición del cine llevo a grandes estrellas, como Greta Garbo, Ava Gardner, o Elizabeth Taylor; a callejear,  de modo informal, disfrutando de sus sugerentes vistas y de sus cálidas noches veraniegas. Todo un placer el disfrutar un paseo en barca por Isola Bella, siempre bien acompañado por la población nativa (descendiente seguro de las bañistas de la villa de Casale), desafiando las embestidas de Poseidón, con curiosidad sobre nuestra nacionalidad: Seguro que es inglés, - no signorina soy español, - si es que no podía ser de otro sitio. Esos son los peores (sonriendo).


En la apacible Taormina escuche a mi casero cierta nostalgia por los Borbones, y de la pérdida de soberanía de Sicilia con la llegada de Garibaldi, y su integración en el Reino de Italia. No quise desilusionarle, pero que cara pondría si participara de la pesadilla de cambiar ese limbo siciliano de feminismo isleño finisecular, la propia isla tiene forma venusiana, que desde el periodo helenístico tenia a las compañeras de Helena de Troya en la Eneida o a Santa Ágata, Lucia o Rosalía como modelos; y ese mundo cambiara por erupciones del monte Etna con perspectiva de género para señalar al machista Vulcano, o que  Poseidón practicaría la inmersión lingüística de esos vestigios del Gótico Catalán que dejaron los arquitectos sicilianos de la Corona de Aragón, erradicando el italiano por el sicilianu, o que la Cosa Nostra sería la Cosa Vostra, y demás disparates ibéricos (desde el relativismo moral a la amnesia en historia con tintes necrofilos y el neosectarismo social), de los que de momento están a salvo la mayoria de los sicilianos gracias a Santa Lucia.


 

He de reconocer que en este viaje, he podido comprobar que los personajes de las novelas (sobre todo las que describe Camilleri en el Comisario Montalbano), existen fisicamente en la realidad; todo lo debemos fiar a la imaginacion, pero lo cierto es que el monte Etna se hace cada día mucho más alto y lo hara  hasta que colapse, esperemos un monton de siglos, y que no lo haga de forma tan devastadora como los humanos que quieren ser como los Dioses, y que precipitan en ceniza y cuya vanidad se deposita en el olvido.  

 

martes, 1 de diciembre de 2020

VIAJAR EN TIEMPOS DEL COVID


Tiene su parte cómico-trágica, que comience a escribir  estas líneas en la cama de un hospital, con varias máscaras, convaleciente de una severa neumonía, alcanzado por el  SARS-CoV-2, tras 11 meses de lucha contra el mismo, al final he caído en la segunda oleada.


Pero me apetece recordar el verano reciente, las escapadas, los buenos recuerdos y como hemos sorteado la pandemia, hasta que nos ha cogido, como suele ser, por sorpresa por no decir a traición, porque el riesgo lo conocíamos. He estado dando negativos por COVD19 todo el año, inclusive estando con oxígeno en el Hospital, este enemigo es tremendamente taimado, y ni aun siendo un virus que no sigue los patrones evolutivos típicos de la naturaleza, te viene de frente como si lo hace ella.


Pero vayamos al tema. Mi primera escapada fue a Cádiz, dado que buscaba la libertad, playas amplias y descongestionadas, e incluso acaricié la posibilidad de atravesar el Estrecho, rumbo a Ceuta o a Tánger. Me detuvieron los brotes del Campo de Gibraltar, y opté por recorrer toda la costa gaditana, como un fenicio recién desembarcado, de la Bahía a la punta de Tarifa, para luego subirme a los pueblos del interior (siempre acompañado por mi compañera de aventuras, que es mi alter ego en todas las audacias viajeras). 


De la costa, lo clásico con mención especial de la Playa de Bolonia, con sus dunas de levante, sus ruinas romanas y su chiringuitos donde degustar la cocina local (un buen borriquete y un reciente pescado voraz), y una visita obligada al Cabo Trafalgar. En el bullicio playero, una especie de placa de amnesia histórica, en la que nos hemos autoimpuesto unos inanes españoles. Penosa la visión distorsionada de nuestra historia, con un pasaje de los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, de lo más cursi, que mas es un cierre teatral a una descomunal obra, pero enmascara con buenas intenciones la realidad de un desastre, casi 6.000 bajas y 7.000 prisioneros, amén de 22 navíos perdidos de la flota combinada hipanofrancesa, en un contexto socio-político muy parecido al actual. En medio de una tremenda pandemia de fiebre amarilla en Andalucía, reclutados con levas forzosas de los campos, marineros sin experiencia no tenían ninguna posibilidad ante los ingleses, que liderados por Nelson, fueron mandados al desastre por un gobierno de ineptos. Las placas de los navíos y sus tripulaciones, me gustaría ver algún día en el cabo Trafalgar, por dignidad en vez de cosas ridículas. 


Me sorprendió la localidad de Grazalema, Medina Sidonia, Arcos y muchísimo Vejer de la Frontera, el de la cobijada, entendí en estas altivas ciudades, enclaves íberos, fenicios, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, la tardanza en finalizar la Reconquista, ciudades con una urbanización inteligente, bien situadas e inexpugnables. En la puerta de la América colonial Cádiz, desde el observatorio de la Torre de Tavira, pude ver a través de su cámara oscura el verdadero caleidoscopio del  primitivo espíritu comercial y liberal de la ciudad, oceánico y universal (en ningún lugar de España se podría haber una Constitución para un país y varios continentes, sino allí en medio de un asedio, en una isla entonces ilustrada). Disfruté, viví, sentí, comí pescadito frito y tortitas de camarón, vino fino de la frontera y de la presencia de sus gentes (también de de su proverbial orgullo, con algún vigilante quisquilloso, pero volveré en cuanto pueda, tengo que ir a por los caballas).


Es otro viaje, también marinero, fue a la Villa cantábrica de San Vicente de la Barquera. Necesitaba de el aroma salado de la galerna, y pasear desde el Castillo hasta la Playa hasta el mismo Comillas, relajándome entre las olas del rítmico bravo cantábrico, visitando rincones desconocidos, baluartes, faros, ensenadas, el camino de Santiago, torres de vigilancia o Monasterios en ruinas. Y qué decir de su gastronomía, de sus deliciosos bueyes de mar, centollas, nécoras o bogavantes, o de las sin igual carnes cántabras. Visitamos Santillana del Mar, como no podía ser de otra manera con paraguas y bajo la lluvia y la gran playa de Oyambre, otro de los paraísos soñados durante el encierro nacional de Marzo.


No podía faltar una escapada al Pirineo Aragonés. A mi tierra originaria, al valle de Tena. Aquí alojado en una casona de piedra, en el Yésero, el pueblo de la Pez, en un paraje medieval idílico, rodeado del pulmón natural del Pirineo. Pude disfrutar de mucho y recordar también algunas cosas gracias a la literatura. Primero, pasear por Biescas (me veo tentado a contar alguna anécdota, sobre como un paisano se jactaba, muy pretenciosamente de que mientras éste gobierno ayudaba a las personas vía ERTE, Rajoy ayudó a los malvados Bancos, luego me encontraría en Galicia con él, no lo sabía entonces). 


Subir al Ibón de Piedrafita es lo más saludable, después de oír gramática parda y luego encarar a Ordesa, en concreto hacía el puente de los navarros, subimos a Gavarnie a Francia o a Panticosa.  Nada, hay que llegar al Comachibosa (Vignemale) y alcanzar el paso del Puerto Viejo de Brazato. Teníamos que volver, y no nos arriesgamos a rematar el paso, pero mereció la pena volver a contemplar la belleza eterna del valle del Ara. Y la de los diferentes Ibones, sobre subiendo a Sallent, del gran Respomuso subiendo desde A Sarra. Volver a visitar Lanuza, Búbal, Hoz de Jaca era otro de los deseos del confinamiento. En el mismo Sallent, con otro diluvio sobrevenido, ver la Casa del Gigante Arrudi o la Iglesia de los restaurada entre otros por los Lanuza (salvo la cruz de Santiago, ni una triste placa alusiva a su benefactor el Maestre, así de jautos somos los altoaragoneses).


Precisamente por eso, quiero aprovechar de ellos, en el Valle de Tena, y lanzar una hipótesis sobre su origen, la de los Nuza de Cervantes o los Leonuza de Zurita. Llegados de Francia, los Lanux o Lanusse, tomaron una larga pradera, hoy inundada en el topónimo de Lanuza. Hay que significar que el apellido es Gascón, y su significado procede de la raíz, lana que es una porción de tierra de páramo magro. La zona de procedencia en Bigorra (Tarbes), en la zona de Tournai, en concreto de Casteras-Lanusse. Siguiendo con el significado gascón de Casteras, que significa castro de los Lanuza, hay que pensar que un pueblo en páramo rodeado por una empalizada, solo es atribuible a una concepción defensiva propia de veteranos de las legiones romanas, que recibieran estas tierras al final de su servicio obligatorio.

Hay otro dato, y es que recientemente se han hecho analizar los restos de ADN del último justicia independiente de Aragón, Juan de Lanuza, y con las debidas reservas, pues ya eran familias con muchos intereses de todo tipo sobre todo sociales , sin duda va darnos alguna pista al respecto. Pero a la espera de un estudio científico en profundidad, me aventuro a postular que los primitivos Leonuza eran veteranos supervivientes de la Legio XIII Gémina, creada por Julio César en la Guerra de las Galias, y que desempeñó misiones en múltiples escenarios bélicos. Los Lanuza no fueron los únicos veteranos en la zona de Tournai, y es muy posible que sus hijos y parientes sirvieran en la misma unidad hasta su desaparición. Lo cierto es que se pudieron ir de Bigorra, por disputas con los señores feudales, que menospreciaban su forma de ser, poco renuente a esta forma de organización social.

Lo cierto es que llegaron al Valle y fueron respetados por los montañeses como personajes relevantes, probablemente con el beneplácito real de la dinastía de de los Ramírez.

La literatura me ha hecho pensar un poco en esto, me he leído el libro mancomunado de los Corral (Jose Luis e Hijo), Batallador. Lo compró y leyó también mi hijo (ahora me dice que tiene Jaime el Conquistador, interesante debate sobre fronteras), y hemos compartido puntos de vista sobre el mismo, en el que coincidimos. 

Pues bien, he decir que Alfonso Ramírez, fue un Rey pétreo (me recuerda su carácter y su potencia mucho a mi padre, uno de los hombres más fuertes físicamente que he conocido), el verdadero Batallas que hizo lo que conocemos territorialmente hoy como Aragón actual, y verlo con una perspectiva de género me parece un poco preocupante (máxime cuando las fuentes son los propios Almorávides), pero es lo que se lleva y punto. No voy a entrar en detalles, pero en esa época histórica crucial, solo dos personajes infunden verdadero pavor a los mismos (descarten a Gallegos, Leoneses o incluso a los Castellanos entonces, por su incapacidad manifiesta, y los primeros más preocupados por adoptar las instituciones del feudalismo carolingio),  uno era de Burgos y se llamaba Rodrigo, y otro de Huesca y se llamaba Alfonso. 

Al primero sus coetáneos no dudaron en mandar al destierro, al segundo esos mismos le pusieron todo tipo de Trabas. Pero quiero hacer un inciso, sobre la reconquista de las Cinco Villas, zona que he recorrido bastante, y he de decir que el complejo de fortalezas de la zona, controlada por el ojo de halcón de la Fortaleza de Sora, fue una prueba de la capacidad táctica y perseverancia militar, que todavía no se han evaluado correctamente (tanto la Hoya de Huesca como esta zona, no la ganaron los paladines francos, sino los propios lugareños del somontano oscense). Vuelto a las anécdotas del pasado, todavía conservo el recuerdo de mi primera aventura por esas tierras recuperadas por el Batallas, una vieja DKW de tercera mano, y la misión de llevar un macho (hay que usar perspectiva de género, ahora sí, con la verdadera naturaleza) desde Biscarrués a Almudévar.  Me acuerdo pasando por la plaza de Valpalmas, tendría unos 11 años y había que evitar que se soltara dando  cuerda al poderoso animal y lo no perdiéramos, mi padre conducía al paso y la puerta trasera de abierta de par en par. En la plaza, una niña jugando sola con unos ojos azules deslumbrantes, sorpresa y mucha impresión pendiente del macho, muchos años después supe que era de mi misma edad, y que se llamaba Pilar. Pero volviendo a los viajes, no me iré de los Pirineos sin valorar a una generación de cocineras o amas, que dudo que tengan reemplazo, y que tienen un sexto sentido para revivir a un montañero agotado incluso improvisando. Menudo arroz con conejo, con cantarelus y trompetas de la muerte, plato que seguro que los Ramírez y sus hijos degustaron por estos montes, por no hablar de otras delicatessen culinarias del Pirineo.
 

No podría mover la rosa de los vientos, y enfilar rumbo a Galicia como Alfonso, en concreto a la ría de Arousa. De nuevo el reclamo del Atlántico, las playas rocosas con su vegetación autóctona, la marinería, las bateas, la piedra céltica, y el bosque nos transporta a las viejas y tradicionales formas de vida.


    Recorro muchos rincones y muiños, recuerdo el pueblo natal de Don Ramón María del Valle-Inclán en Vilanova, y surgieron las Divinas Palabras, para cruzar el mar hasta Sálvora, en busca de Sirenas o Piratas legendarios, A Toxa o Ribadumia. Por cierto, que subiendo al Mosterio de Armenteira, por un verdadero bosque animado, me encontré con la figura inconfundible de nuestro ex presidente Mariano Rajoy, acompañado por la Santa Compaña de sus escoltas. Le saludé y me devolvió el saludo, pero me quedé meditabundo con la figura del actor de Tetuán Miguel Rellán (otra alma en pena del COVID), y pensé como un gallego que A San Andrés de Teixido vai de morto o que non foi de vivo. De los Pazos Gallegos me quedo de nuevo con las veteranas cocineras gallegas, sobresalientes, que vieiras, almejas de carril, guisos de pescado a la gallega, todo ello regado con un riquísimo albariño, a cuerpo de rey.

Pero volvamos a nuestras rutas, y sigamos haciendo turismo nacional responsable, dado que nuestros dirigentes tienen otras ideas. Enfilamos hacia Asturias por la zona de Babia hacia Cangas de Narcea. De nuevo la literatura, un libro de Isabel San Sebastián titulado la Visigoda ( por cierto, cuanto de ese ADN llevamos muchísimos españoles). El camino real que recorría el reino Astur por el Monasterio de Corias, el cultivo aterrazado del vino, la espectacularidad otoñal de Muniellos, el misterio del Pozo de las Mujeres muertas o las minas romanas de oro, o la reconversión hullera reciente, no nos dejan indiferentes. No voy a aburrir con la historia, pero nos encontramos en estos parajes norteños con personajes ilustrados padres del Constitucionalismo de Cádiz como José María Queipo de Llano, Conde de Toreno que era de aquí o el propio Jovellanos que fue a la vendimia en alguna ocasión. Por las sendas de los osos, disfruté de las cumbres, con la esperanza de encontrarnos con los emboscados urogallos, de la naturaleza viva y de la forma de ser de los paisanos, cuando preguntábamos por las costumbres de los animales. Luego reponer fuerzas con el delicioso Pote Asturiano o los escalopines al queso o sus cachopos. Los autóctonos astures se parecen más a los altoaragoneses que a los vascos, y no lo tiene nada que ver con el idioma.


Ya antes de que llegasen los cierres de la segunda ola, intente abrir una ruta hacia Portugal, a través del Lago de Sanabria, pero el Gobierno portugués se nos adelantó por los pelos, y nos dedicamos a explorar un sorprendente Tejedelo o el propio Ribadelago a través de una ruta que todos decían que era fácil, pero que en la que encontramos a varios náufragos. Primero subimos por la ruta de los monjes del Cister, al Monasterio de San Martín de Castañeda, propietarios del aprovechamiento feudal de la pesca y recursos del inmenso lago glaciar de Sanabria, para luego bajar por el horadado y pulido lecho del rio Tera, auténtico cañón cortado en piedra por los habitantes de la ciudad sumergida y misteriosa que tuvo su punto trágico cuando en 1959 se derrumbara la Presa de Vega de Tera en su cabecera, arrasando el viejo Ribadelago. Por estas tierras, llenas de leyendas de maldiciones carolingias medievales (nos vamos al siglo VIII, Lucerna qui est in valle viridi), quiero recordar Unamuno (me imagino como estaría hoy de indignado si viera las cosas que se dicen hoy de su personalidad), y su novela San Manuel Bueno Mártir, ambientado en estas tierras. De su simbolismo, y de su tiempo es muy perspicaz y atemporal de cómo es la condición humana. 

Pero no olvidemos, que no pobres acabamos encontrando un magnifico lugar en que cenar a la Sanabresa, con pisto y pulpo a la sanabresa o los boletus zamoranos, pero sobre todo unos filetes de ciervo sabiamente macerado que estaban exquisitos. Uno de Burgos no se puede ir de la Sierra de la Culebra, sin visitar el Centro de Divulgación del Lobo Ibérico, una gran iniciativa cultural que desmitifica, divulga y protege a un animal que tiene como lo desconocido, mala prensa. La repoblación, y el equilibrio ecológico debería ser un motivo para la esperanza, de que este gran depredador carnívoro siga siendo especie cinegética y se le proteja en su hábitat.


Acabo de salir del hospital, donde no diré que he visto a la máscara del frío, pero he visto a alguno más allá que aquí, y voy a intentar acabar mi convalecencia leyendo el libro de ese tozudo aragonés Federico Jiménez Losantos, La Vuelta del Comunismo, a la vez que releo la primera novela que leí con verdadera fruición, Miguel Strogoff de Julio Verne. No me sorprende que en España, con una tradición igualitarista muy arraigada, son muchos siglos de preparación moral que lo justifica el odio al diferente (desde intelectuales en sus obras, empresarios, políticos y hasta religiosos del país o de exportación que hemos llevado a la propia Latinoamérica) nos veamos a estas alturas en manos de un Gobierno que cree a pies juntillas que eso es posible y deseable, cuando basta ver la naturaleza que te dice lo contrario. El consenso entre los criminales, torturadores o simples delatores, y las clases intelectuales cuando se les preguntan por qué  perpetraron sus crímenes en el pasado, te responden que ellos solo hacían bien su trabajo, y lo hacían por sus importantes ideas, por un sometimiento de la libertad a los postulados de la obediencia al totalitarismo. 


Mal camino llevamos, haciendo casos a tantos mentecatos y negacionistas, pero es lo que hoy prolifera, lo dice nuestras comportamientos absurdos y nuestras opiniones en redes sociales. Y descubran por ustedes mismos quién está detrás de la mascarada, si el miedo, el pobre lobo o algún virus desconocido, yo digo que algún demente que ha descubierto lo saludable que es que todos pensemos igual.











miércoles, 22 de abril de 2020

EL PAIS VASCO: DE DONDE VINIERON LOS VASCOS Y QUE TIENEN EN PARTICULAR PARA CONSERVAR EL DERECHO FORAL EN LA ESPAÑA ACTUAL


Quizá para hacerse una idea de lo que es la cultura especifica de los vascos, hay que hacerlo moviéndose pisando la tierra, en un itinerario pedestre, tal y como lo hicieron sus primeros ancestros, y así lo empezamos por el  país vascofrancés, desde el corazón de las landas en un recorrido por las principales localidades desde la ribera del Adur (Bayona, Biarritz, Bidart, Sent Joan de Lus o Donibane Lohzune o Hendaia) hasta los pasos pirenaicos que llevan hasta la frontera española (Ezpeleta, Sare o Ainhoa). Adentrarse en Zugarramurdi y en el Valle de Baztán es obligado, aunque dejemos el Guardian Invisible (de la mano de la autora vasca Dolores Redondo), de momento en aventura meramente literaria o virtual.

Sin duda, cuando se analizan las características culturales vascas es fundamental el fijarse en  sus peculiares tipos genéticos y en sus peculiaridades lingüísticas.

En cuanto a lo primero, hay que señalar que más allá de la viejas referencias al Rh sanguíneo que comparten muchos de los pueblos vecinos, hay que hablar de haplotipos mitocondriales esto es, de variaciones en el ADN que están tan juntas en los genes y que no tienen tendencia a recombinarse; por tanto tienden a ser transmitidas juntas a través de generaciones. Y en el caso de los vascuences, encontramos un haplotipo H2a5, con una antigüedad de más de 15.000 años. Además el haplotipo denominado U5 desarrolló variantes como U8a propia del País Vasco (todos los U, excepto el U6 son de origen norafricano), también  de origen prehistórico, al igual que el J, ambos son estadísticamente frecuentes en la población vascuence. Por otra parte, el haplotipo V que se encuentra actualmente entre los lapones y algunos vascos, procede de poblaciones europeas prehistóricas muy aisladas en su hábitat. En todo caso, el haplotipo del cromosoma Y denominado R1b, que se originó durante la última glaciación, hace por lo menos 18.500 años, actualmente es común entre la población europea y es más frecuente en el País Vasco (91%), Gales (89%) e Irlanda(81%).

Teniendo en cuenta que los primeros humanos modernos (Homo sapiens) están presentes en Europa desde hace unos 45.000 años, tenemos que acudir a los cambios climáticos como el de la glaciación como factor de movilidad que obligó a los antiguos sapiens a retirarse a zonas donde existían recursos naturales y un clima propicios para el desarrollo de la vida. Los dos refugios más importantes fueron las penínsulas balcánica e ibérica. Cuando se retiraron los hielos, la Europa central y septentrional fue repoblada por los habitantes de  aquellos refugios glaciales, incluidas las migraciones africanas en la medida que afectara al clima de dicho continente el cambio climático.

La actual población R1b del occidente de Europa descendería de la que pobló aquel refugio climático en la Península Ibérica donde habría surgido el haplogrupo R1b1c Durante la Oscilación de Allerød, hace unos 12.000 años, descendientes de esta población habrían recolonizado Europa occidental. La rara variedad R1b1c4 (R1b1b2a2c) ha sido encontrada casi siempre entre los vascos, tanto en la zona bajo influencia francesa como en la  vascoespañola. La variedad R1b1c6 (R1b1b2a2d) registra una frecuencia del 19% entre los Vascos, diríamos que alta. Pero los parientes más cercanos a los vascos son sus vecinos los cántabros orientales, y los pueblos pirenaicos: los navarros, los aragoneses, lo riojanos y los catalanes. Son, de hecho, los máximos representantes del Haplogrupo R1b junto con otras areas aisladas de Escocia e Irlanda, debido a justamente eso, a que estuvieron más aisladas genéticamente. Eso no les hace mucho más diferentes que el resto de los íberos, que debió de ser una migración más tardía, y ni mucho que les emparente más con los Saami o Lapones, cuyo Haplogrupo principal no es ni mucho menos el R1b, siendo los más representativos I, N (comun en el norte de europa y norasia respectivamente) y el R1a (comun en el norte y este europeo, además de oriente medio y India). En lo que respecta a ADN mitocondrial los pueblos Saami tienen U y V como máximos, coincidiendo con los vascos. De aquí surge la cuestión de  si es la endogamia sufrida entre vascos la que haya hecho que el marcador U5 tenga un pico más elevado entre vascos, pero eso no significa que sean tan diferentes de los iberos, y en todo caso parientes podamos considerarlos como parientes no muy lejanos.

El aislamiento finisecular, ha hecho que sus secuencias de ADN se hayan conservado como consecuencia de la endogamia, y constituyan una buena referencia para determinar su ancestral origen. No así su bagaje cultural, dado que no es fácil encontrar restos arqueológicos importantes, por no hablar de obras literarias (salvo las leyendas animistas de tipo oral, y el propio eusquera, las primeras producciones literarias escritas en el siglo XX) que nos den muchas pistas.

El aislamiento, es un factor importante, a la hora de establecer una barrera con los propios iberos, mucho más evolucionados y que llegaron a la península ibérica en el periodo Neolítico, entre el quinto milenio al tercer milenio antes de Cristo, existiendo evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este o del norte de África. Los iberos inicialmente se habrían asentado a lo largo de la costa oriental de España desde el Languedoc hasta el levante y, luego se instalaron en el interior. Pero existe otra  hipótesis alternativa, y es que al igual que los vascos, estos pueblos eran supervivientes de las glaciaciones, y que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona, posiblemente, es una teoría respaldada por estudios genéticos, que aún tiene mucho recorrido. Los iberos serían similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Y sin duda iberos, vascos y lusitanos no fueron muy afectados por la emigraciones de las estepas asiáticas acaecidas durante la Edad de Bronce, con individuos que usaban caballos para moverse, eran más altos, su lenguaje era la matriz indoeuropea, y su tecnología avanzada (armas de bronce y arcos con punta flecha metálica). Sería posteriormente (según la interpretación más tradicional), cuando los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C., que desplazaría de las inmediaciones de los pirineos a los vascos hacia el occidente en la zona del país vasco francés, y se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero, siendo su cultura de las piedras sagradas, los castros y funeraria, lo que nos ha dejado numerosos testigos, antes de la llegada de los griegos, púnicos y romanos. Mientras que los vascos, ajenos a todo avance, se aislaban constituyendo comunidades tribales autosuficiente en el recóndito norte peninsular.

Pero vayámonos al tema del idioma eusquera, como vehículo para determinar que el origen incierto de los vascos. Podemos encontrar rastros toponímicos en buena parte de la geografía pirenaica a ambos lados, y los filólogos coinciden en que la lengua vasca no exhibe ningún parentesco con ninguna otra lengua indoeuropea. Eso se debe, tal vez, a que sea la única lengua viva preindoeuropea existente, estando en posesión de rasgos léxicos y gramaticales muy singulares. Lo que es compartido por todos es que los vascos llegaron a Europa en forma de migración, no se sabe cuándo, tal vez con los primeros cazadores-recolectores cromañones, y hay pruebas no determinantes de características comunes genéticos con los restos fósiles burgaleses de Atapuerca. Otros cifran su llegada más tardía, como sociedades pastoriles emparentados con los íberos, y este caso sería los que piensan que euskara es una variedad de la lengua ibera, lengua totalmente desaparecida, y cuya escritura no ha podido ser totalmente descifrada, pese a que fonéticamente se ha logrado sustanciar (el texto celtibero escrito de los bronces de Botorrita, que ha sido transliterado, es decir que se tiene una idea general de lo que se trata, tal vez despejaría alguna incógnita al respecto).

Pero esa, tal vez, sea una buena pista para seguir el origen de los vascos, ya que por la vía africana, tanto en la variante genética, como en la arqueo-lingüstica, y que se basaría  en los bruscos cambios climáticos que debió de sufrir la región del Sahara, antaño una zona verde y húmeda, unos 6.000 años antes de Cristo, y que comportarían emigraciones masivas de población de etnia blanca, tal y como ocurrió con los hamitas, uno de cuyos grupos étnicos son los bereberes. Muchos encuentran parecido, apreciable pese a la influencia fonética del árabe en palabras aisladas de la descifrada lengua de los jeroglíficos de las pirámides, incluso en el idioma de los tuaregs o bereberes saharianos tiene muchas similitudes, tales como nikk (ninik, yo), akir (aker, macho cabrio, en asociación con larre prado, es un prado cerca de las cuevas de Zugarramurdi), aña (ania, anai, hermano o aste (asto, burro).

La analogía onomástica vasco-bereber es enorme y se extiende también a otras zonas de la península  ibérica (en Soria por ejemplo Urbión, Larralde o Garray son topónimos vascuences). Pero en la lengua bereber el léxico es bastante concluyente. Aures: montañas de Argelia. Aurer: vaca silvestre. Atua: lugar del Sahara libio. Atua: el rebaño. Aras: río rifeño. Aras: municipio navarro. Ata: arroyo de Argelia. Ata: puerta. Arum: montañas marroquíe. Arun: camino pedregoso. Baserri: población tunecina. Bas-erri: población. Basur: lugar del Sahara egipcio. Bas-ur: barro-aguas. Gara: región del Atlas. Gara: elevado. Elusa: pueblo tunecino. Elutxa: hondonada pequeña. Iser: tribu argelina. Iser: lleno de savia. Igur: tribu marroquí. Iguria: municipio vizcaíno. Isser: río argelino. Isser: estrella. Kuba: mausoleo. Kuba: cuna, nicho. Maira: pantano marroquí. Maira: artesa. Urti: tierra de regadío. Urtsu: acuoso. Iger: tierras de secano. Igar:seco. Etc.

Estos se vieron probablemente forzados a trasladarse a tierras más benignas de la Península Ibérica, a través de un accesible estrecho de Gibraltar, siendo un pueblo de características  seminómadas dedicado al pastoreo, que exploraron diversos asentamientos, sin mezclarse demasiado con sus habitantes, pero dejando abundantes topónimos, moviéndose desde el sur de Aquitania, y en las laderas de los pirineos y aledaños, y desplazando a otros pueblos de origen céltico (várdulos, caristios, autrigones e incluso berones) del territorio del actual país vasco español, a raíz de su alianza o pacto de no agresión con los romanos al comienzo de las guerras cántabras.

Una buena controversia lingüística, es la coexistencia del eusquera con el ibero, su influencia en el occitano o su influencia sobre el latín. Por no mencionar su actual proceso de convergencia hacia el euskera batúa o guipuzcoano (1918 la Real Academia de la Lengua Vasca, para extender lengua vasca escrita, siendo el primer texto en labortano la biblia del sacerdote calvinista Leizarraga), de los diferentes dialectos del mismo, con la introducción de neologismos artificiales que nada tienen que ver con la tradición oral del euskera. Pero vamos a centrarnos en el nacimiento del idioma Español, o en terminología regionalista actual del denostado y perseguido castellano.

El idioma castellano entendido como lengua dialecto del latín y segundo idioma más hablado del mundo, es un éxito indirecto del propio euskara. Mientras el latín acabó con cientos o miles de lenguas indígenas del vasto Imperio romano, incluso de las primitivas lenguas ibéricas solo subsistieron las variedades dialectales del vascuence o euskera por la nula romanización; y se desmembró conforme se fue disolviendo el Imperio. De ese bajo latín se derivaron lentamente las lenguas romances, desde el rumano al portugués. En Hispania el último romance en aparecer fue el castellano, que logró arrinconar al leonés y al aragonés. La explicación está en que los castellanos  surgieron como una potencia militar hegemónica en la península, que se distinguió en el liderazgo de la Reconquista y la conquista de América. Ese ímpetu militar supuso alejarse del latín más que los otros romances peninsulares y adquirir muchas palabras arábigas (la componente mozárabe), pero con un sustrato de lengua vascuence, habida cuenta de que la preponderancia de los pobladores norteños, básicamente cántabros y vascones.

El nacimiento del castellano surgió en el cuadrilátero que forman las actuales provincias de Vizcaya, Álava, La Rioja y Burgos. Es sabido que en esa zona se hablaba simultáneamente vascuence y latín vulgar  (la prueba escrita la tenemos en las glosas emilianenses), y la influencia capital del eusquera sobre el origen del castellano, está fuera de toda duda. Y es que ambos tienen una fonética clara y muy simple, con solo cinco vocales, y algunos sonidos fuertes (la jota, la erre doble, la che). Otra de las consecuencias de la preponderancia del castellano, es que socialmente, al igual que ocurrió en el vecino reino de navarro-aragonés, anterior a la secesión de navarra y la unión aragonesa con Cataluña, y es que sus instituciones medievales se alejaron claramente del feudalismo. Se consiguió así una relativa igualdad entre la población, que como caballería villana alternaba la agricultura y la guerra, gracias a lo cual estaban eximidos de muchos impuestos y gozaban de ingresos extraordinarios derivados de la obtención del botín. Sus reyes no se coronaron nunca, sino que juraban los fueros o leyes fundamentales y convocaban a sus súbditos de forma voluntaria, incluso a sus numerosísimos vascones que poblaban las behetrías, o directamente dependían de la convocatoria del señor de Vizcaya.

Pero para tener una visión más histórica, para saber más de los vascos hay  que recurrir a los historiadores romanos, y es que cuando los romanos conquistaron la Galia, se encontraron con el pueblo de los aquitanos, que no eran celtas, y a los que el propio César estableció más parecido a los pueblos de Iberia que a los propios celtas franceses, que eran conocidos como galos. Mercenarios como auxiliares en la Legiones, muchos eran seleccionados en la guardia personal de los legatus, al muy valorada su firme lealtad y tenacidad. Hay que recordar que toda el área que bordea la ribera del Garona, fue conquistada por los romanos en el año 56 a. C., y formó la provincia romana de Gallia Aquitania, que fue subdividida en el siglo III d. C. en tres provincias. La más meridional fue nombrada Novempopulania, por los nueve pueblos que la habitaban, y corresponde aproximadamente a la futura región medieval de la Gascuña.

Con la Invasión de los Barbaros, y el paso de los Visigodos, serán los francos merovingios los que crearan en el año 602 el Ducado de Vasconia, con el objeto de gestionar mejor su tumultuosa relación con las tribus vascas (Wascones/Vascones), que se resistían a someterse al orden merovingio, al igual que en España en abierta confrontación con el reino visigodos (había fundado Victoriacum para contener sus frecuentes revueltas). A partir del eje del río Garona, el ducado se extendió hacia el 635 hasta los Pirineos y posteriormente incluyó intermitentemente tierras transpirenaicas. El Ducado de Vasconia derivó posteriormente en la región francesa de Gascuña (en el siglo XI) tras su gradual fragmentación y pérdida del componente étnico original, por los aportes de otros pueblos germanos invasores, que perturbaron todavía más el tremendo impacto cultural que supuso la romanización (con gran repercusión en Aquitania, pero con desiguales resultados en las zonas montañosas y más pobres del interior, sobre todo en la alta navarra y en el país vasco español).

Los vascos, llamados así a partir del siglo XIX, cuando el nacionalismo vasco hace irrupción, y decide crear una identidad nacional de una comunidad heterogénea, aislada y tribal, pero que había participado en su justa medida, con los demás pueblos  peninsulares de origen celtibero, romano o germano,  en la formación de España. Lo mismo se puede decir de los aquitanos y gascones, en la formación de la más tardía nación francesa (los mosqueteros de los reyes de borbones de navarra, o la infantería gascona, era la única capaz de enfrentarse a los Tercios españoles con alguna garantía).

Pero volviendo a España, ya desde la alta Edad Media colaboraron decididamente en la lucha contra invasión musulmana, ya fuera repoblando las tierras fronterizas o integrando las mesnadas condales a ambos lados de los Pirineos. Por ejemplo San Sebastián o Donostia, será una fundación monástica dependiente del cenobio de Leyre, dada por Sancho III el Mayor, que sería puerto de Navarra al igual que la amurallada Guetaria, antes de pasar a Castilla en tiempos de Alfonso VIII. Y hay que volver a hablar de las Navas de Tolosa, donde la vanguardia de las tropas del Reino de Castilla era comandada por Don Diego López de Haro, a su vez  señor de Vizcaya, y que estaba formada básicamente por tropas vasconas. También en la reconquista de Sevilla, el rey Fernando III, utilizó a marinos vizcaínos y guipuzcoanos de la flota castellana del almirante Bonifaz. Alféreces vascos también le ayudan en la conquista de Baeza, Úbeda, y Córdoba. Y es decisiva su participación al frente de las tropas de Alfonso XI en la batalla del Salado, así como la reconquista de Algeciras y Gibraltar. Los vascos constituye parte de la elite militar castellana que participa en las guerras civiles de la casa de Trastámara, y en las actividades de la emergente potencia castellana cuando empezó a comerciar con Europa, desde sus puertos de San Sebastián, Guetaria, Fuenterrabía, Zarauz y Bermeo. Destacando  entre todos desde 1300, lugar de asentamiento de los primeros burgueses vascos,  el gran puerto de Bilbao, astillero de la marina castellana y paso obligado de la lana de la Meseta y del hierro vizcaíno camino de Flandes e Inglaterra.

Era tal la unión de intereses con Castilla, que en 1390, cinco años después de la batalla de Aljubarrota, el rey de Castilla, Juan I vuelve a manifestar su interés de reinar en Portugal, aunque fuera a costa de renunciar a buena parte de Castilla salvo el Señorío de Vizcaya, los vizcaínos le manifestaron su rechazo a ser desgajados de la corona castellana, según manifestó el alavés Canciller Lope de Ayala, el cual constató la fidelidad y pericia de los marineros vizcaínos y guipuzcoanos, que en 1393 le informaban a su rey Juan I del descubrimiento de las Islas Canarias y le animaron a conquistarlas.

En 1547 quien llegaría a ser Coronel de los Tercios, Cristóbal de Mondragón, cruzo a nado el helado Elba con diez soldados más, para sorprender a los luteranos y propiciar la gran victoria imperial de Mühlberg. En 1558, las tropas francesas se enfrentaron a las españolas en una lucha que se mantuvo empatada hasta que una flotilla bombardeó por sorpresa la retaguardia gala. Se trataba de una flota guipuzcoana cuya tripulación sirvió en la batalla, y procuro la victoria victoria de Felipe II en las Gravelinas.

No faltaron tampoco vascos en las principales empresas españolas en la época de los descubrimientos. Bien conocida es su decidida participación en la conquista y colonización de América y de Filipinas por López de Legazpi, y su protagonismo en las aventuras descubridoras y gestas comerciales. Juan Sebastián Elcano (no es de extrañar, que vascos y burgaleses se pusieran de acuerdo en amotinarse contra Magallanes en el motín de San Julián), Pedro Ursáa, Lope de Aguirre, Francisco Argarañaz Murguía o el propio Urdaneta.

Pero es definitivamente en la España moderna cuando los vascos se integran plenamente en la historia de España y del Imperio español. Primero con el reconocimiento oficial de su condición de hidalgos, gracias a su pertenencia a las élites militares, comerciales y marineras, permitió a guipuzcoanos y vizcaínos copar los puestos de la administración de la monarquía, disputándoselos a los judeoconversos, buenos burócratas como ellos, con los que compitieron haciendo alarde de su catolicismo y ante los que no dudaban en reclamar los famosos estatutos de limpieza de sangre. En los siglos XVI, XVII y XVIII, los vascos tomaron el timón del Gobierno de la administración estatal y de las colonias. Ya en 1525, de doce secretarios del Consejo de Estado cinco eran guipuzcoanos. Los apellidos Idiáquez, Zuazola, Galarza, Ibarra, Amezqueta, Mancisidor, Ipiñarrieta, Gastelu, Oquendo, Mazarredo o Juan Bautista de Anza (en territorio Comanche); entre otros, salpican la nómina de quienes fueron secretarios y funcionarios de alto rango, gobernadores y militares o almirantes de los diversos monarcas españoles.

No es entendible tampoco el Imperio Español, sin contar con su impulso espiritual que tiene a Ignacio de Loyola, y la Compañía de Jesús, como genuina aportación vasca, mientras que la Ilustración también contó a vascongados ilustres- como Samaniego, Peñaflorida, o Cadalso.

Pero sin duda, el acontecimiento crucial que supuso un punto de no retorno  o la quiebra de la lealtad de las élites, sobre todo espirituales, de vascos españoles hacia su pasado histórico común, en los albores de la industrialización y en un contexto de marcada resistencia a los cambios sociales; y en un mundo fundamentalmente rural, con una cultura de la cristianización tardía que siguió la misma estrategia de evangelización que la utilizada por Castilla en las Indias, usando la lengua vernácula del eusquera como vehículo impulsor y con un clero autóctono con la exclusividad en la educación, que era declarado enemigo del liberalismo y que marcaría una mentalidad peculiar vasca. Las tres fallidas guerras civiles carlistas, ayudaron a construir una épica nacionalista basada en hechos diferenciales basados en privilegios y en  derechos históricos que limitaban la autoridad real, dificultaban la recaudación de impuestos y de levas de tropas, o mantenían las propias aduanas interiores que dificultaban los intercambios. Unas  guerras  que acabaron en tablas tras el abrazo de Vergara, con unas partidas que practicaban el bandolerismo y la justicia sumaria, y que coincide en el tiempo con la fundación de la guardia civil, como cuerpo de seguridad pública, bien armado, muy profesional y con naturaleza militar, desplegado por todo y cualquier tipo de terreno. Terror de los contrabandistas desde el siglo XIX, no es de extrañar que el movimiento de sustitución de éstos por policías forales.

Pero hablar de nacionalismo en general, y vasco en particular es sin duda hablar del dinero de los impuestos y de su particular forma de gestionarlos, sin el cual no cabe hablar nunca de Nación ni de Estado. Los vascos muy favorecidos con el cupo  vasco heredado del viejo carlismo, no han tenido necesidad de reivindicar tan abiertamente como los catalanes un identidad fiscal propia que colmara sus necesidades nacionales, porque la propia Constitución de 1978, generosamente les reconocía sus derechos como territorios históricos, permitiendo a las tres provincias vascas la recaudación de todos sus tributos, en la línea del reconocimiento que ya hizo el franquismo del carlismo Navarro y Alavés, por su consabido apoyo al alzamiento de 1936 (castigando, a la inversa a las díscolas y muy católicas Vizcaya o Guipúzcoa, fieles a la República con el PNV al frente).

Resumiendo, digamos que el Cupo es el dinero que el Gobierno foral paga anualmente al Ejecutivo central por las competencias no transferidas que ejerce el Estado en dicha región, como tales como Defensa, Asuntos Exteriores e infraestructuras adscritas a fomento  como puertos y aeropuertos. Las respectivas Haciendas forales vascas, con sus funcionarios y gestores, recaudan todos los impuestos (los propios y los estatales), y luego devuelven al Estado la diferencia, a través del citado Cupo, la cantidad que corresponde a los servicios generales que la Administración central presta en su territorio o le correspondería sostener (defensa, infraestructuras, embajadas, el pago de los intereses de la deuda, etcétera), más una cantidad en concepto de solidaridad autonómica.

Es una Comisión Mixta integrada, de una parte, por un representante de cada diputación foral y otros tantos del Gobierno vasco, y de otra, por un número igual de representantes de la Administración del Estado la que negocia las cifras, con un desfase plurianual que favorece las políticas contracíclicas. ¿Se calcula en función del número de habitantes o de la renta?

Desde 1982, el País Vasco aporta al Estado, vía Cupo, un 6,24%. Esa cifra se estableció por negociación en función de los ingresos de la población vasca en ese momento y no se ha actualizado desde entonces, pese a que el PIB per cápita en el País Vasco ha ganado peso lentamente respecto al del resto de España.

Tan solo Navarra goza de un régimen foral comparable. En lugar del Concierto, las relaciones financieras y tributarias con la Administración central se regulan a través del Convenio Económico. Se remonta a la Ley Pactada de 1841, cuando Navarra dejó de ser formalmente un reino para integrarse, conservando eso si sus fueros, en el Reino de España. Se ha renovado en cinco ocasiones; siendo la última, que es la vigente, de 1990. Navarra aporta al Estado un cupo del  1,6%.

Este sistema de Conciertos hace que ambas Comunidades tengan la potestad de legislar, gracias a sus derechos forales, en materia fiscal dentro de unos límites. Pero no quiere decir que tengan necesariamente que pagar menos impuestos sus ciudadanos. Actualmente, por ejemplo, el tipo máximo de IRPF en Navarra, del 52%, es uno de los más altos de España. Y el de Patrimonio es el mayor. Lo que si se traduce el modelo vasco de autogestión tributaria en que sus ciudadanos tienen más recursos públicos por habitante que el resto, sobre un 40%, debido a que no contribuyen tanto a los gastos del Estado como el resto.

Si bien los privilegios forales están avalados por la Carta Magna, de los que emanan las figuras del Concierto y el Convenio, entran en contradicción con el Principio de igualdad, en el cálculo del dinero que se entrega al Estado. Primero fueron las guerras carlistas, después el terrorismo al que se lanzo el ala más izquierdista y radical del nacionalismo vasco, que en sus delirios primitivistas y foramontanos, no dudo de justificar moralmente a sus vecinos y familiares a los que llamó radicales, y que luego mitificaron como gudaris cuando asesinaban  en nombre de una supuesta revolución marxista. Todo para consolidar un omnímodo poder nacionalista en todos los ámbitos de la vida social de Euskadi, y que ha tenido su glorioso epílogo en la formación del gobierno español social-comunista, tras su pirueta presuntamente moralizante en la moción de censura contra su aliado Mariano Rajoy Brey en 2018. Sin duda cuando la historia la escriban profesionales independientes del dinero público, se juzgaran los actos del PNV por sus verdaderas consecuencias perniciosas, cuya única fiabilidad es el mantenimiento perpetuo en el poder.

Lo que si hay que reconocer a los vascos, es su terco desacuerdo con la Constitución de 1978. Tenía cierta coherencia, habida cuenta que fue el consenso, que incluía la una gran contradicción en el Estado autonómico, mezclando derechos históricos forales con principios liberales nada compatibles, de que todos los españoles eramos iguales ante la ley (salvo en las nacionalidades y plurinacionalidades de la naciente posverdad progresista, que daba al acuerdo carácter de corrección política, y que no considera repugnante una ciudadanía diferenciada por territorios).

Los vascos y navarros, como reliquias del pasado en materia de Haciendas Públicas, debieran haber sido el punto de partida en el diseño del Estado Autonómico de 1978, en vez del poco práctico a la larga café para todos. Si usted no tiene autosuficiencia financiera para cubrir los servicios públicos, no se puede constituir en Autonomía, y el concierto foral debió de ser el mínimo común múltiplo del desarrollo territorial. Nos hubiéramos ahorrado muchas estructuras políticas improductivas, alimentar el nacionalismo que usa el hecho diferencial para fragmentar culturalmente y la pérdida de la unidad mercado interior, pues con pocas regiones, a ver quien habla de deudas históricas o nacionalidades cuando la distribución es racional en un encuentro de fuerzas homogéneas. Si la política no fuese el arte de lo posible, lo imposible no hubiese hecho aparición en los actos  de nuestros políticos de la historia reciente, legitimando una cosa y su contrario, por un puñado de votos.