Quizá
para hacerse una idea de lo que es la cultura especifica de los vascos, hay que
hacerlo moviéndose pisando la tierra, en un itinerario pedestre, tal y como lo
hicieron sus primeros ancestros, y así lo empezamos por el país vascofrancés, desde el corazón de las
landas en un recorrido por las principales localidades desde la ribera del Adur
(Bayona, Biarritz, Bidart, Sent Joan de Lus o Donibane Lohzune o Hendaia) hasta
los pasos pirenaicos que llevan hasta la frontera española (Ezpeleta, Sare o
Ainhoa). Adentrarse en Zugarramurdi y en el Valle de Baztán es obligado, aunque dejemos el Guardian Invisible (de la mano de la autora vasca Dolores Redondo), de momento en aventura meramente literaria o virtual.
Sin
duda, cuando se analizan las características culturales vascas es fundamental
el fijarse en sus peculiares tipos
genéticos y en sus peculiaridades lingüísticas.
En
cuanto a lo primero, hay que señalar que más allá de la viejas referencias al
Rh sanguíneo que comparten muchos de los pueblos vecinos, hay que hablar de
haplotipos mitocondriales esto es, de variaciones en el ADN que están tan
juntas en los genes y que no tienen tendencia a recombinarse; por tanto tienden
a ser transmitidas juntas a través de generaciones. Y en el caso de los
vascuences, encontramos un haplotipo H2a5, con una antigüedad de más de 15.000
años. Además el haplotipo denominado U5 desarrolló variantes como U8a propia
del País Vasco (todos los U, excepto el U6 son de origen norafricano),
también de origen prehistórico, al igual
que el J, ambos son estadísticamente frecuentes en la población vascuence. Por
otra parte, el haplotipo V que se encuentra actualmente entre los lapones y
algunos vascos, procede de poblaciones europeas prehistóricas muy aisladas en
su hábitat. En todo caso, el haplotipo del cromosoma Y denominado R1b, que se
originó durante la última glaciación, hace por lo menos 18.500 años,
actualmente es común entre la población europea y es más frecuente en el País
Vasco (91%), Gales (89%) e Irlanda(81%).
Teniendo
en cuenta que los primeros humanos modernos (Homo sapiens) están presentes en
Europa desde hace unos 45.000 años, tenemos que acudir a los cambios climáticos
como el de la glaciación como factor de movilidad que obligó a los antiguos
sapiens a retirarse a zonas donde existían recursos naturales y un clima
propicios para el desarrollo de la vida. Los dos refugios más importantes
fueron las penínsulas balcánica e ibérica. Cuando se retiraron los hielos, la
Europa central y septentrional fue repoblada por los habitantes de aquellos refugios glaciales, incluidas las
migraciones africanas en la medida que afectara al clima de dicho continente el
cambio climático.
La
actual población R1b del occidente de Europa descendería de la que pobló aquel
refugio climático en la Península Ibérica donde habría surgido el haplogrupo
R1b1c Durante la Oscilación de Allerød, hace unos 12.000 años, descendientes de
esta población habrían recolonizado Europa occidental. La rara variedad R1b1c4
(R1b1b2a2c) ha sido encontrada casi siempre entre los vascos, tanto en la zona
bajo influencia francesa como en la vascoespañola.
La variedad R1b1c6 (R1b1b2a2d) registra una frecuencia del 19% entre los
Vascos, diríamos que alta. Pero los parientes más cercanos a los vascos son sus
vecinos los cántabros orientales, y los pueblos pirenaicos: los navarros, los
aragoneses, lo riojanos y los catalanes. Son, de hecho, los máximos
representantes del Haplogrupo R1b junto con otras areas aisladas de Escocia e
Irlanda, debido a justamente eso, a que estuvieron más aisladas genéticamente.
Eso no les hace mucho más diferentes que el resto de los íberos, que debió de ser
una migración más tardía, y ni mucho que les emparente más con los Saami o
Lapones, cuyo Haplogrupo principal no es ni mucho menos el R1b, siendo los más
representativos I, N (comun en el norte de europa y norasia respectivamente) y
el R1a (comun en el norte y este europeo, además de oriente medio y India). En
lo que respecta a ADN mitocondrial los pueblos Saami tienen U y V como máximos,
coincidiendo con los vascos. De aquí surge la cuestión de si es la endogamia sufrida entre vascos la
que haya hecho que el marcador U5 tenga un pico más elevado entre vascos, pero
eso no significa que sean tan diferentes de los iberos, y en todo caso
parientes podamos considerarlos como parientes no muy lejanos.
El
aislamiento finisecular, ha hecho que sus secuencias de ADN se hayan conservado
como consecuencia de la endogamia, y constituyan una buena referencia para
determinar su ancestral origen. No así su bagaje cultural, dado que no es fácil
encontrar restos arqueológicos importantes, por no hablar de obras literarias
(salvo las leyendas animistas de tipo oral, y el propio eusquera, las primeras
producciones literarias escritas en el siglo XX) que nos den muchas pistas.
El
aislamiento, es un factor importante, a la hora de establecer una barrera con
los propios iberos, mucho más evolucionados y que llegaron a la península
ibérica en el periodo Neolítico, entre el quinto milenio al tercer milenio
antes de Cristo, existiendo evidencias arqueológicas, antropológicas y
genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas
situadas más al este o del norte de África. Los iberos inicialmente se habrían
asentado a lo largo de la costa oriental de España desde el Languedoc hasta el
levante y, luego se instalaron en el interior. Pero existe otra hipótesis alternativa, y es que al igual que
los vascos, estos pueblos eran supervivientes de las glaciaciones, y que
formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los
creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona,
posiblemente, es una teoría respaldada por estudios genéticos, que aún tiene
mucho recorrido. Los iberos serían similares a las poblaciones celtas del
primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Y sin duda
iberos, vascos y lusitanos no fueron muy afectados por la emigraciones de las
estepas asiáticas acaecidas durante la Edad de Bronce, con individuos que
usaban caballos para moverse, eran más altos, su lenguaje era la matriz
indoeuropea, y su tecnología avanzada (armas de bronce y arcos con punta flecha
metálica). Sería posteriormente (según la interpretación más tradicional),
cuando los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y
el VII siglo a. C., que desplazaría de las inmediaciones de los pirineos a los
vascos hacia el occidente en la zona del país vasco francés, y se establecieron
en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con
los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero, siendo su cultura de las
piedras sagradas, los castros y funeraria, lo que nos ha dejado numerosos
testigos, antes de la llegada de los griegos, púnicos y romanos. Mientras que
los vascos, ajenos a todo avance, se aislaban constituyendo comunidades
tribales autosuficiente en el recóndito norte peninsular.
Pero
vayámonos al tema del idioma eusquera, como vehículo para determinar que el
origen incierto de los vascos. Podemos encontrar rastros toponímicos en buena
parte de la geografía pirenaica a ambos lados, y los filólogos coinciden en que
la lengua vasca no exhibe ningún parentesco con ninguna otra lengua
indoeuropea. Eso se debe, tal vez, a que sea la única lengua viva
preindoeuropea existente, estando en posesión de rasgos léxicos y gramaticales
muy singulares. Lo que es compartido por todos es que los vascos llegaron a
Europa en forma de migración, no se sabe cuándo, tal vez con los primeros
cazadores-recolectores cromañones, y hay pruebas no determinantes de
características comunes genéticos con los restos fósiles burgaleses de Atapuerca.
Otros cifran su llegada más tardía, como sociedades pastoriles emparentados con
los íberos, y este caso sería los que piensan que euskara es una variedad de la
lengua ibera, lengua totalmente desaparecida, y cuya escritura no ha podido ser
totalmente descifrada, pese a que fonéticamente se ha logrado sustanciar (el
texto celtibero escrito de los bronces de Botorrita, que ha sido transliterado,
es decir que se tiene una idea general de lo que se trata, tal vez despejaría
alguna incógnita al respecto).
Pero
esa, tal vez, sea una buena pista para seguir el origen de los vascos, ya que
por la vía africana, tanto en la variante genética, como en la
arqueo-lingüstica, y que se basaría en
los bruscos cambios climáticos que debió de sufrir la región del Sahara, antaño
una zona verde y húmeda, unos 6.000 años antes de Cristo, y que comportarían
emigraciones masivas de población de etnia blanca, tal y como ocurrió con los
hamitas, uno de cuyos grupos étnicos son los bereberes. Muchos encuentran
parecido, apreciable pese a la influencia fonética del árabe en palabras
aisladas de la descifrada lengua de los jeroglíficos de las pirámides, incluso
en el idioma de los tuaregs o bereberes saharianos tiene muchas similitudes,
tales como nikk (ninik, yo), akir (aker, macho cabrio, en asociación con larre
prado, es un prado cerca de las cuevas de Zugarramurdi), aña (ania, anai,
hermano o aste (asto, burro).
La
analogía onomástica vasco-bereber es enorme y se extiende también a otras zonas
de la península ibérica (en Soria por
ejemplo Urbión, Larralde o Garray son topónimos vascuences). Pero en la lengua
bereber el léxico es bastante concluyente. Aures: montañas de Argelia. Aurer:
vaca silvestre. Atua: lugar del Sahara libio. Atua: el rebaño. Aras: río
rifeño. Aras: municipio navarro. Ata: arroyo de Argelia. Ata: puerta. Arum:
montañas marroquíe. Arun: camino pedregoso. Baserri: población tunecina.
Bas-erri: población. Basur: lugar del Sahara egipcio. Bas-ur: barro-aguas.
Gara: región del Atlas. Gara: elevado. Elusa: pueblo tunecino. Elutxa:
hondonada pequeña. Iser: tribu argelina. Iser: lleno de savia. Igur: tribu
marroquí. Iguria: municipio vizcaíno. Isser: río argelino. Isser: estrella.
Kuba: mausoleo. Kuba: cuna, nicho. Maira: pantano marroquí. Maira: artesa.
Urti: tierra de regadío. Urtsu: acuoso. Iger: tierras de secano. Igar:seco.
Etc.
Estos
se vieron probablemente forzados a trasladarse a tierras más benignas de la
Península Ibérica, a través de un accesible estrecho de Gibraltar, siendo un
pueblo de características seminómadas
dedicado al pastoreo, que exploraron diversos asentamientos, sin mezclarse
demasiado con sus habitantes, pero dejando abundantes topónimos, moviéndose
desde el sur de Aquitania, y en las laderas de los pirineos y aledaños, y
desplazando a otros pueblos de origen céltico (várdulos, caristios, autrigones
e incluso berones) del territorio del actual país vasco español, a raíz de su
alianza o pacto de no agresión con los romanos al comienzo de las guerras
cántabras.
Una
buena controversia lingüística, es la coexistencia del eusquera con el ibero,
su influencia en el occitano o su influencia sobre el latín. Por no mencionar
su actual proceso de convergencia hacia el euskera batúa o guipuzcoano (1918 la
Real Academia de la Lengua Vasca, para extender lengua vasca escrita, siendo el
primer texto en labortano la biblia del sacerdote calvinista Leizarraga), de
los diferentes dialectos del mismo, con la introducción de neologismos
artificiales que nada tienen que ver con la tradición oral del euskera. Pero
vamos a centrarnos en el nacimiento del idioma Español, o en terminología
regionalista actual del denostado y perseguido castellano.
El
idioma castellano entendido como lengua dialecto del latín y segundo idioma más
hablado del mundo, es un éxito indirecto del propio euskara. Mientras el latín
acabó con cientos o miles de lenguas indígenas del vasto Imperio romano,
incluso de las primitivas lenguas ibéricas solo subsistieron las variedades
dialectales del vascuence o euskera por la nula romanización; y se desmembró
conforme se fue disolviendo el Imperio. De ese bajo latín se derivaron
lentamente las lenguas romances, desde el rumano al portugués. En Hispania el
último romance en aparecer fue el castellano, que logró arrinconar al leonés y
al aragonés. La explicación está en que los castellanos surgieron como una potencia militar
hegemónica en la península, que se distinguió en el liderazgo de la Reconquista
y la conquista de América. Ese ímpetu militar supuso alejarse del latín más que
los otros romances peninsulares y adquirir muchas palabras arábigas (la
componente mozárabe), pero con un sustrato de lengua vascuence, habida cuenta
de que la preponderancia de los pobladores norteños, básicamente cántabros y
vascones.
El
nacimiento del castellano surgió en el cuadrilátero que forman las actuales
provincias de Vizcaya, Álava, La Rioja y Burgos. Es sabido que en esa zona se
hablaba simultáneamente vascuence y latín vulgar (la prueba escrita la tenemos en las glosas
emilianenses), y la influencia capital del eusquera sobre el origen del
castellano, está fuera de toda duda. Y es que ambos tienen una fonética clara y
muy simple, con solo cinco vocales, y algunos sonidos fuertes (la jota, la erre
doble, la che). Otra de las consecuencias de la preponderancia del castellano,
es que socialmente, al igual que ocurrió en el vecino reino de
navarro-aragonés, anterior a la secesión de navarra y la unión aragonesa con
Cataluña, y es que sus instituciones medievales se alejaron claramente del
feudalismo. Se consiguió así una relativa igualdad entre la población, que como
caballería villana alternaba la agricultura y la guerra, gracias a lo cual
estaban eximidos de muchos impuestos y gozaban de ingresos extraordinarios
derivados de la obtención del botín. Sus reyes no se coronaron nunca, sino que
juraban los fueros o leyes fundamentales y convocaban a sus súbditos de forma
voluntaria, incluso a sus numerosísimos vascones que poblaban las behetrías, o
directamente dependían de la convocatoria del señor de Vizcaya.
Pero
para tener una visión más histórica, para saber más de los vascos hay que recurrir a los historiadores romanos, y
es que cuando los romanos conquistaron la Galia, se encontraron con el pueblo
de los aquitanos, que no eran celtas, y a los que el propio César estableció
más parecido a los pueblos de Iberia que a los propios celtas franceses, que
eran conocidos como galos. Mercenarios como auxiliares en la Legiones, muchos
eran seleccionados en la guardia personal de los legatus, al muy valorada su
firme lealtad y tenacidad. Hay que recordar que toda el área que bordea la
ribera del Garona, fue conquistada por los romanos en el año 56 a. C., y formó
la provincia romana de Gallia Aquitania, que fue subdividida en el siglo III d.
C. en tres provincias. La más meridional fue nombrada Novempopulania, por los
nueve pueblos que la habitaban, y corresponde aproximadamente a la futura
región medieval de la Gascuña.
Con
la Invasión de los Barbaros, y el paso de los Visigodos, serán los francos
merovingios los que crearan en el año 602 el Ducado de Vasconia, con el objeto
de gestionar mejor su tumultuosa relación con las tribus vascas
(Wascones/Vascones), que se resistían a someterse al orden merovingio, al igual
que en España en abierta confrontación con el reino visigodos (había fundado
Victoriacum para contener sus frecuentes revueltas). A partir del eje del río
Garona, el ducado se extendió hacia el 635 hasta los Pirineos y posteriormente
incluyó intermitentemente tierras transpirenaicas. El Ducado de Vasconia derivó
posteriormente en la región francesa de Gascuña (en el siglo XI) tras su
gradual fragmentación y pérdida del componente étnico original, por los aportes
de otros pueblos germanos invasores, que perturbaron todavía más el tremendo
impacto cultural que supuso la romanización (con gran repercusión en Aquitania,
pero con desiguales resultados en las zonas montañosas y más pobres del
interior, sobre todo en la alta navarra y en el país vasco español).
Los
vascos, llamados así a partir del siglo XIX, cuando el nacionalismo vasco hace
irrupción, y decide crear una identidad nacional de una comunidad heterogénea,
aislada y tribal, pero que había participado en su justa medida, con los demás
pueblos peninsulares de origen
celtibero, romano o germano, en la
formación de España. Lo mismo se puede decir de los aquitanos y gascones, en la
formación de la más tardía nación francesa (los mosqueteros de los reyes de
borbones de navarra, o la infantería gascona, era la única capaz de enfrentarse
a los Tercios españoles con alguna garantía).
Pero
volviendo a España, ya desde la alta Edad Media colaboraron decididamente en la
lucha contra invasión musulmana, ya fuera repoblando las tierras fronterizas o
integrando las mesnadas condales a ambos lados de los Pirineos. Por ejemplo San
Sebastián o Donostia, será una fundación monástica dependiente del cenobio de
Leyre, dada por Sancho III el Mayor, que sería puerto de Navarra al igual que
la amurallada Guetaria, antes de pasar a Castilla en tiempos de Alfonso VIII. Y
hay que volver a hablar de las Navas de Tolosa, donde la vanguardia de las
tropas del Reino de Castilla era comandada por Don Diego López de Haro, a su
vez señor de Vizcaya, y que estaba
formada básicamente por tropas vasconas. También en la reconquista de Sevilla,
el rey Fernando III, utilizó a marinos vizcaínos y guipuzcoanos de la flota
castellana del almirante Bonifaz. Alféreces vascos también le ayudan en la
conquista de Baeza, Úbeda, y Córdoba. Y es decisiva su participación al frente
de las tropas de Alfonso XI en la batalla del Salado, así como la reconquista
de Algeciras y Gibraltar. Los vascos constituye parte de la elite militar
castellana que participa en las guerras civiles de la casa de Trastámara, y en
las actividades de la emergente potencia castellana cuando empezó a comerciar
con Europa, desde sus puertos de San Sebastián, Guetaria, Fuenterrabía, Zarauz
y Bermeo. Destacando entre todos desde
1300, lugar de asentamiento de los primeros burgueses vascos, el gran puerto de Bilbao, astillero de la
marina castellana y paso obligado de la lana de la Meseta y del hierro vizcaíno
camino de Flandes e Inglaterra.
Era
tal la unión de intereses con Castilla, que en 1390, cinco años después de la
batalla de Aljubarrota, el rey de Castilla, Juan I vuelve a manifestar su
interés de reinar en Portugal, aunque fuera a costa de renunciar a buena parte
de Castilla salvo el Señorío de Vizcaya, los vizcaínos le manifestaron su
rechazo a ser desgajados de la corona castellana, según manifestó el alavés
Canciller Lope de Ayala, el cual constató la fidelidad y pericia de los
marineros vizcaínos y guipuzcoanos, que en 1393 le informaban a su rey Juan I
del descubrimiento de las Islas Canarias y le animaron a conquistarlas.
En
1547 quien llegaría a ser Coronel de los Tercios, Cristóbal de Mondragón, cruzo
a nado el helado Elba con diez soldados más, para sorprender a los luteranos y
propiciar la gran victoria imperial de Mühlberg. En 1558, las tropas francesas
se enfrentaron a las españolas en una lucha que se mantuvo empatada hasta que
una flotilla bombardeó por sorpresa la retaguardia gala. Se trataba de una
flota guipuzcoana cuya tripulación sirvió en la batalla, y procuro la victoria
victoria de Felipe II en las Gravelinas.
No
faltaron tampoco vascos en las principales empresas españolas en la época de
los descubrimientos. Bien conocida es su decidida participación en la conquista
y colonización de América y de Filipinas por López de Legazpi, y su
protagonismo en las aventuras descubridoras y gestas comerciales. Juan
Sebastián Elcano (no es de extrañar, que vascos y burgaleses se pusieran de
acuerdo en amotinarse contra Magallanes en el motín de San Julián), Pedro
Ursáa, Lope de Aguirre, Francisco Argarañaz Murguía o el propio Urdaneta.
Pero
es definitivamente en la España moderna cuando los vascos se integran
plenamente en la historia de España y del Imperio español. Primero con el
reconocimiento oficial de su condición de hidalgos, gracias a su pertenencia a
las élites militares, comerciales y marineras, permitió a guipuzcoanos y
vizcaínos copar los puestos de la administración de la monarquía,
disputándoselos a los judeoconversos, buenos burócratas como ellos, con los que
compitieron haciendo alarde de su catolicismo y ante los que no dudaban en
reclamar los famosos estatutos de limpieza de sangre. En los siglos XVI, XVII y
XVIII, los vascos tomaron el timón del Gobierno de la administración estatal y
de las colonias. Ya en 1525, de doce secretarios del Consejo de Estado cinco
eran guipuzcoanos. Los apellidos Idiáquez, Zuazola, Galarza, Ibarra, Amezqueta,
Mancisidor, Ipiñarrieta, Gastelu, Oquendo, Mazarredo o Juan Bautista de Anza (en territorio
Comanche); entre otros, salpican la nómina de quienes fueron secretarios y
funcionarios de alto rango, gobernadores y militares o almirantes de los
diversos monarcas españoles.
No
es entendible tampoco el Imperio Español, sin contar con su impulso espiritual
que tiene a Ignacio de Loyola, y la Compañía de Jesús, como genuina aportación
vasca, mientras que la Ilustración también contó a vascongados ilustres- como
Samaniego, Peñaflorida, o Cadalso.
Pero
sin duda, el acontecimiento crucial que supuso un punto de no retorno o la quiebra de la lealtad de las élites,
sobre todo espirituales, de vascos españoles hacia su pasado histórico común,
en los albores de la industrialización y en un contexto de marcada resistencia
a los cambios sociales; y en un mundo fundamentalmente rural, con una cultura
de la cristianización tardía que siguió la misma estrategia de evangelización
que la utilizada por Castilla en las Indias, usando la lengua vernácula del
eusquera como vehículo impulsor y con un clero autóctono con la exclusividad en
la educación, que era declarado enemigo del liberalismo y que marcaría una
mentalidad peculiar vasca. Las tres fallidas guerras civiles carlistas,
ayudaron a construir una épica nacionalista basada en hechos diferenciales basados
en privilegios y en derechos históricos
que limitaban la autoridad real, dificultaban la recaudación de impuestos y de
levas de tropas, o mantenían las propias aduanas interiores que dificultaban
los intercambios. Unas guerras que acabaron en tablas tras el abrazo de
Vergara, con unas partidas que practicaban el bandolerismo y la justicia
sumaria, y que coincide en el tiempo con la fundación de la guardia civil, como
cuerpo de seguridad pública, bien armado, muy profesional y con naturaleza
militar, desplegado por todo y cualquier tipo de terreno. Terror de los
contrabandistas desde el siglo XIX, no es de extrañar que el movimiento de
sustitución de éstos por policías forales.
Pero
hablar de nacionalismo en general, y vasco en particular es sin duda hablar del
dinero de los impuestos y de su particular forma de gestionarlos, sin el cual
no cabe hablar nunca de Nación ni de Estado. Los vascos muy favorecidos con el
cupo vasco heredado del viejo carlismo,
no han tenido necesidad de reivindicar tan abiertamente como los catalanes un
identidad fiscal propia que colmara sus necesidades nacionales, porque la
propia Constitución de 1978, generosamente les reconocía sus derechos como
territorios históricos, permitiendo a las tres provincias vascas la recaudación
de todos sus tributos, en la línea del reconocimiento que ya hizo el franquismo
del carlismo Navarro y Alavés, por su consabido apoyo al alzamiento de 1936
(castigando, a la inversa a las díscolas y muy católicas Vizcaya o Guipúzcoa,
fieles a la República con el PNV al frente).
Resumiendo,
digamos que el Cupo es el dinero que el Gobierno foral paga anualmente al
Ejecutivo central por las competencias no transferidas que ejerce el Estado en
dicha región, como tales como Defensa, Asuntos Exteriores e infraestructuras
adscritas a fomento como puertos y
aeropuertos. Las respectivas Haciendas forales vascas, con sus funcionarios y
gestores, recaudan todos los impuestos (los propios y los estatales), y luego
devuelven al Estado la diferencia, a través del citado Cupo, la cantidad que
corresponde a los servicios generales que la Administración central presta en
su territorio o le correspondería sostener (defensa, infraestructuras,
embajadas, el pago de los intereses de la deuda, etcétera), más una cantidad en
concepto de solidaridad autonómica.
Es
una Comisión Mixta integrada, de una parte, por un representante de cada
diputación foral y otros tantos del Gobierno vasco, y de otra, por un número
igual de representantes de la Administración del Estado la que negocia las
cifras, con un desfase plurianual que favorece las políticas contracíclicas.
¿Se calcula en función del número de habitantes o de la renta?
Desde
1982, el País Vasco aporta al Estado, vía Cupo, un 6,24%. Esa cifra se
estableció por negociación en función de los ingresos de la población vasca en
ese momento y no se ha actualizado desde entonces, pese a que el PIB per cápita
en el País Vasco ha ganado peso lentamente respecto al del resto de España.
Tan
solo Navarra goza de un régimen foral comparable. En lugar del Concierto, las
relaciones financieras y tributarias con la Administración central se regulan a
través del Convenio Económico. Se remonta a la Ley Pactada de 1841, cuando
Navarra dejó de ser formalmente un reino para integrarse, conservando eso si
sus fueros, en el Reino de España. Se ha renovado en cinco ocasiones; siendo la
última, que es la vigente, de 1990. Navarra aporta al Estado un cupo del 1,6%.
Este
sistema de Conciertos hace que ambas Comunidades tengan la potestad de
legislar, gracias a sus derechos forales, en materia fiscal dentro de unos
límites. Pero no quiere decir que tengan necesariamente que pagar menos
impuestos sus ciudadanos. Actualmente, por ejemplo, el tipo máximo de IRPF en
Navarra, del 52%, es uno de los más altos de España. Y el de Patrimonio es el
mayor. Lo que si se traduce el modelo vasco de autogestión tributaria en que
sus ciudadanos tienen más recursos públicos por habitante que el resto, sobre
un 40%, debido a que no contribuyen tanto a los gastos del Estado como el
resto.
Si
bien los privilegios forales están avalados por la Carta Magna, de los que
emanan las figuras del Concierto y el Convenio, entran en contradicción con el
Principio de igualdad, en el cálculo del dinero que se entrega al Estado.
Primero fueron las guerras carlistas, después el terrorismo al que se lanzo el
ala más izquierdista y radical del nacionalismo vasco, que en sus delirios primitivistas
y foramontanos, no dudo de justificar moralmente a sus vecinos y familiares a
los que llamó radicales, y que luego mitificaron como gudaris cuando
asesinaban en nombre de una supuesta
revolución marxista. Todo para consolidar un omnímodo poder nacionalista en
todos los ámbitos de la vida social de Euskadi, y que ha tenido su glorioso
epílogo en la formación del gobierno español social-comunista, tras su pirueta presuntamente moralizante en la moción de censura contra su aliado Mariano Rajoy Brey en 2018. Sin duda
cuando la historia la escriban profesionales independientes del dinero público, se juzgaran los
actos del PNV por sus verdaderas consecuencias perniciosas, cuya única fiabilidad es el mantenimiento perpetuo en el poder.
Lo
que si hay que reconocer a los vascos, es su terco desacuerdo con la Constitución de 1978. Tenía cierta coherencia, habida cuenta que fue el
consenso, que incluía la una gran contradicción en el Estado autonómico, mezclando
derechos históricos forales con principios liberales nada compatibles, de que todos los españoles
eramos iguales ante la ley (salvo en las nacionalidades y plurinacionalidades de la naciente posverdad progresista, que daba al acuerdo carácter de corrección política, y que no considera repugnante una ciudadanía diferenciada por
territorios).
Los
vascos y navarros, como reliquias del pasado en materia de Haciendas Públicas,
debieran haber sido el punto de partida en el diseño del Estado Autonómico de
1978, en vez del poco práctico a la larga café para todos. Si usted no tiene autosuficiencia financiera
para cubrir los servicios públicos, no se puede constituir en Autonomía, y el
concierto foral debió de ser el mínimo común múltiplo del desarrollo territorial. Nos hubiéramos ahorrado
muchas estructuras políticas improductivas, alimentar el nacionalismo que usa
el hecho diferencial para fragmentar culturalmente y la pérdida de la unidad mercado
interior, pues con pocas regiones, a ver quien habla de deudas históricas o
nacionalidades cuando la distribución es racional en un encuentro de fuerzas
homogéneas. Si la política no fuese el arte de lo posible, lo imposible no
hubiese hecho aparición en los actos de
nuestros políticos de la historia reciente, legitimando una cosa y su contrario, por un puñado de votos.
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