miércoles, 22 de abril de 2020

EL PAIS VASCO: DE DONDE VINIERON LOS VASCOS Y QUE TIENEN EN PARTICULAR PARA CONSERVAR EL DERECHO FORAL EN LA ESPAÑA ACTUAL


Quizá para hacerse una idea de lo que es la cultura especifica de los vascos, hay que hacerlo moviéndose pisando la tierra, en un itinerario pedestre, tal y como lo hicieron sus primeros ancestros, y así lo empezamos por el  país vascofrancés, desde el corazón de las landas en un recorrido por las principales localidades desde la ribera del Adur (Bayona, Biarritz, Bidart, Sent Joan de Lus o Donibane Lohzune o Hendaia) hasta los pasos pirenaicos que llevan hasta la frontera española (Ezpeleta, Sare o Ainhoa). Adentrarse en Zugarramurdi y en el Valle de Baztán es obligado, aunque dejemos el Guardian Invisible (de la mano de la autora vasca Dolores Redondo), de momento en aventura meramente literaria o virtual.

Sin duda, cuando se analizan las características culturales vascas es fundamental el fijarse en  sus peculiares tipos genéticos y en sus peculiaridades lingüísticas.

En cuanto a lo primero, hay que señalar que más allá de la viejas referencias al Rh sanguíneo que comparten muchos de los pueblos vecinos, hay que hablar de haplotipos mitocondriales esto es, de variaciones en el ADN que están tan juntas en los genes y que no tienen tendencia a recombinarse; por tanto tienden a ser transmitidas juntas a través de generaciones. Y en el caso de los vascuences, encontramos un haplotipo H2a5, con una antigüedad de más de 15.000 años. Además el haplotipo denominado U5 desarrolló variantes como U8a propia del País Vasco (todos los U, excepto el U6 son de origen norafricano), también  de origen prehistórico, al igual que el J, ambos son estadísticamente frecuentes en la población vascuence. Por otra parte, el haplotipo V que se encuentra actualmente entre los lapones y algunos vascos, procede de poblaciones europeas prehistóricas muy aisladas en su hábitat. En todo caso, el haplotipo del cromosoma Y denominado R1b, que se originó durante la última glaciación, hace por lo menos 18.500 años, actualmente es común entre la población europea y es más frecuente en el País Vasco (91%), Gales (89%) e Irlanda(81%).

Teniendo en cuenta que los primeros humanos modernos (Homo sapiens) están presentes en Europa desde hace unos 45.000 años, tenemos que acudir a los cambios climáticos como el de la glaciación como factor de movilidad que obligó a los antiguos sapiens a retirarse a zonas donde existían recursos naturales y un clima propicios para el desarrollo de la vida. Los dos refugios más importantes fueron las penínsulas balcánica e ibérica. Cuando se retiraron los hielos, la Europa central y septentrional fue repoblada por los habitantes de  aquellos refugios glaciales, incluidas las migraciones africanas en la medida que afectara al clima de dicho continente el cambio climático.

La actual población R1b del occidente de Europa descendería de la que pobló aquel refugio climático en la Península Ibérica donde habría surgido el haplogrupo R1b1c Durante la Oscilación de Allerød, hace unos 12.000 años, descendientes de esta población habrían recolonizado Europa occidental. La rara variedad R1b1c4 (R1b1b2a2c) ha sido encontrada casi siempre entre los vascos, tanto en la zona bajo influencia francesa como en la  vascoespañola. La variedad R1b1c6 (R1b1b2a2d) registra una frecuencia del 19% entre los Vascos, diríamos que alta. Pero los parientes más cercanos a los vascos son sus vecinos los cántabros orientales, y los pueblos pirenaicos: los navarros, los aragoneses, lo riojanos y los catalanes. Son, de hecho, los máximos representantes del Haplogrupo R1b junto con otras areas aisladas de Escocia e Irlanda, debido a justamente eso, a que estuvieron más aisladas genéticamente. Eso no les hace mucho más diferentes que el resto de los íberos, que debió de ser una migración más tardía, y ni mucho que les emparente más con los Saami o Lapones, cuyo Haplogrupo principal no es ni mucho menos el R1b, siendo los más representativos I, N (comun en el norte de europa y norasia respectivamente) y el R1a (comun en el norte y este europeo, además de oriente medio y India). En lo que respecta a ADN mitocondrial los pueblos Saami tienen U y V como máximos, coincidiendo con los vascos. De aquí surge la cuestión de  si es la endogamia sufrida entre vascos la que haya hecho que el marcador U5 tenga un pico más elevado entre vascos, pero eso no significa que sean tan diferentes de los iberos, y en todo caso parientes podamos considerarlos como parientes no muy lejanos.

El aislamiento finisecular, ha hecho que sus secuencias de ADN se hayan conservado como consecuencia de la endogamia, y constituyan una buena referencia para determinar su ancestral origen. No así su bagaje cultural, dado que no es fácil encontrar restos arqueológicos importantes, por no hablar de obras literarias (salvo las leyendas animistas de tipo oral, y el propio eusquera, las primeras producciones literarias escritas en el siglo XX) que nos den muchas pistas.

El aislamiento, es un factor importante, a la hora de establecer una barrera con los propios iberos, mucho más evolucionados y que llegaron a la península ibérica en el periodo Neolítico, entre el quinto milenio al tercer milenio antes de Cristo, existiendo evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este o del norte de África. Los iberos inicialmente se habrían asentado a lo largo de la costa oriental de España desde el Languedoc hasta el levante y, luego se instalaron en el interior. Pero existe otra  hipótesis alternativa, y es que al igual que los vascos, estos pueblos eran supervivientes de las glaciaciones, y que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona, posiblemente, es una teoría respaldada por estudios genéticos, que aún tiene mucho recorrido. Los iberos serían similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Y sin duda iberos, vascos y lusitanos no fueron muy afectados por la emigraciones de las estepas asiáticas acaecidas durante la Edad de Bronce, con individuos que usaban caballos para moverse, eran más altos, su lenguaje era la matriz indoeuropea, y su tecnología avanzada (armas de bronce y arcos con punta flecha metálica). Sería posteriormente (según la interpretación más tradicional), cuando los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C., que desplazaría de las inmediaciones de los pirineos a los vascos hacia el occidente en la zona del país vasco francés, y se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero, siendo su cultura de las piedras sagradas, los castros y funeraria, lo que nos ha dejado numerosos testigos, antes de la llegada de los griegos, púnicos y romanos. Mientras que los vascos, ajenos a todo avance, se aislaban constituyendo comunidades tribales autosuficiente en el recóndito norte peninsular.

Pero vayámonos al tema del idioma eusquera, como vehículo para determinar que el origen incierto de los vascos. Podemos encontrar rastros toponímicos en buena parte de la geografía pirenaica a ambos lados, y los filólogos coinciden en que la lengua vasca no exhibe ningún parentesco con ninguna otra lengua indoeuropea. Eso se debe, tal vez, a que sea la única lengua viva preindoeuropea existente, estando en posesión de rasgos léxicos y gramaticales muy singulares. Lo que es compartido por todos es que los vascos llegaron a Europa en forma de migración, no se sabe cuándo, tal vez con los primeros cazadores-recolectores cromañones, y hay pruebas no determinantes de características comunes genéticos con los restos fósiles burgaleses de Atapuerca. Otros cifran su llegada más tardía, como sociedades pastoriles emparentados con los íberos, y este caso sería los que piensan que euskara es una variedad de la lengua ibera, lengua totalmente desaparecida, y cuya escritura no ha podido ser totalmente descifrada, pese a que fonéticamente se ha logrado sustanciar (el texto celtibero escrito de los bronces de Botorrita, que ha sido transliterado, es decir que se tiene una idea general de lo que se trata, tal vez despejaría alguna incógnita al respecto).

Pero esa, tal vez, sea una buena pista para seguir el origen de los vascos, ya que por la vía africana, tanto en la variante genética, como en la arqueo-lingüstica, y que se basaría  en los bruscos cambios climáticos que debió de sufrir la región del Sahara, antaño una zona verde y húmeda, unos 6.000 años antes de Cristo, y que comportarían emigraciones masivas de población de etnia blanca, tal y como ocurrió con los hamitas, uno de cuyos grupos étnicos son los bereberes. Muchos encuentran parecido, apreciable pese a la influencia fonética del árabe en palabras aisladas de la descifrada lengua de los jeroglíficos de las pirámides, incluso en el idioma de los tuaregs o bereberes saharianos tiene muchas similitudes, tales como nikk (ninik, yo), akir (aker, macho cabrio, en asociación con larre prado, es un prado cerca de las cuevas de Zugarramurdi), aña (ania, anai, hermano o aste (asto, burro).

La analogía onomástica vasco-bereber es enorme y se extiende también a otras zonas de la península  ibérica (en Soria por ejemplo Urbión, Larralde o Garray son topónimos vascuences). Pero en la lengua bereber el léxico es bastante concluyente. Aures: montañas de Argelia. Aurer: vaca silvestre. Atua: lugar del Sahara libio. Atua: el rebaño. Aras: río rifeño. Aras: municipio navarro. Ata: arroyo de Argelia. Ata: puerta. Arum: montañas marroquíe. Arun: camino pedregoso. Baserri: población tunecina. Bas-erri: población. Basur: lugar del Sahara egipcio. Bas-ur: barro-aguas. Gara: región del Atlas. Gara: elevado. Elusa: pueblo tunecino. Elutxa: hondonada pequeña. Iser: tribu argelina. Iser: lleno de savia. Igur: tribu marroquí. Iguria: municipio vizcaíno. Isser: río argelino. Isser: estrella. Kuba: mausoleo. Kuba: cuna, nicho. Maira: pantano marroquí. Maira: artesa. Urti: tierra de regadío. Urtsu: acuoso. Iger: tierras de secano. Igar:seco. Etc.

Estos se vieron probablemente forzados a trasladarse a tierras más benignas de la Península Ibérica, a través de un accesible estrecho de Gibraltar, siendo un pueblo de características  seminómadas dedicado al pastoreo, que exploraron diversos asentamientos, sin mezclarse demasiado con sus habitantes, pero dejando abundantes topónimos, moviéndose desde el sur de Aquitania, y en las laderas de los pirineos y aledaños, y desplazando a otros pueblos de origen céltico (várdulos, caristios, autrigones e incluso berones) del territorio del actual país vasco español, a raíz de su alianza o pacto de no agresión con los romanos al comienzo de las guerras cántabras.

Una buena controversia lingüística, es la coexistencia del eusquera con el ibero, su influencia en el occitano o su influencia sobre el latín. Por no mencionar su actual proceso de convergencia hacia el euskera batúa o guipuzcoano (1918 la Real Academia de la Lengua Vasca, para extender lengua vasca escrita, siendo el primer texto en labortano la biblia del sacerdote calvinista Leizarraga), de los diferentes dialectos del mismo, con la introducción de neologismos artificiales que nada tienen que ver con la tradición oral del euskera. Pero vamos a centrarnos en el nacimiento del idioma Español, o en terminología regionalista actual del denostado y perseguido castellano.

El idioma castellano entendido como lengua dialecto del latín y segundo idioma más hablado del mundo, es un éxito indirecto del propio euskara. Mientras el latín acabó con cientos o miles de lenguas indígenas del vasto Imperio romano, incluso de las primitivas lenguas ibéricas solo subsistieron las variedades dialectales del vascuence o euskera por la nula romanización; y se desmembró conforme se fue disolviendo el Imperio. De ese bajo latín se derivaron lentamente las lenguas romances, desde el rumano al portugués. En Hispania el último romance en aparecer fue el castellano, que logró arrinconar al leonés y al aragonés. La explicación está en que los castellanos  surgieron como una potencia militar hegemónica en la península, que se distinguió en el liderazgo de la Reconquista y la conquista de América. Ese ímpetu militar supuso alejarse del latín más que los otros romances peninsulares y adquirir muchas palabras arábigas (la componente mozárabe), pero con un sustrato de lengua vascuence, habida cuenta de que la preponderancia de los pobladores norteños, básicamente cántabros y vascones.

El nacimiento del castellano surgió en el cuadrilátero que forman las actuales provincias de Vizcaya, Álava, La Rioja y Burgos. Es sabido que en esa zona se hablaba simultáneamente vascuence y latín vulgar  (la prueba escrita la tenemos en las glosas emilianenses), y la influencia capital del eusquera sobre el origen del castellano, está fuera de toda duda. Y es que ambos tienen una fonética clara y muy simple, con solo cinco vocales, y algunos sonidos fuertes (la jota, la erre doble, la che). Otra de las consecuencias de la preponderancia del castellano, es que socialmente, al igual que ocurrió en el vecino reino de navarro-aragonés, anterior a la secesión de navarra y la unión aragonesa con Cataluña, y es que sus instituciones medievales se alejaron claramente del feudalismo. Se consiguió así una relativa igualdad entre la población, que como caballería villana alternaba la agricultura y la guerra, gracias a lo cual estaban eximidos de muchos impuestos y gozaban de ingresos extraordinarios derivados de la obtención del botín. Sus reyes no se coronaron nunca, sino que juraban los fueros o leyes fundamentales y convocaban a sus súbditos de forma voluntaria, incluso a sus numerosísimos vascones que poblaban las behetrías, o directamente dependían de la convocatoria del señor de Vizcaya.

Pero para tener una visión más histórica, para saber más de los vascos hay  que recurrir a los historiadores romanos, y es que cuando los romanos conquistaron la Galia, se encontraron con el pueblo de los aquitanos, que no eran celtas, y a los que el propio César estableció más parecido a los pueblos de Iberia que a los propios celtas franceses, que eran conocidos como galos. Mercenarios como auxiliares en la Legiones, muchos eran seleccionados en la guardia personal de los legatus, al muy valorada su firme lealtad y tenacidad. Hay que recordar que toda el área que bordea la ribera del Garona, fue conquistada por los romanos en el año 56 a. C., y formó la provincia romana de Gallia Aquitania, que fue subdividida en el siglo III d. C. en tres provincias. La más meridional fue nombrada Novempopulania, por los nueve pueblos que la habitaban, y corresponde aproximadamente a la futura región medieval de la Gascuña.

Con la Invasión de los Barbaros, y el paso de los Visigodos, serán los francos merovingios los que crearan en el año 602 el Ducado de Vasconia, con el objeto de gestionar mejor su tumultuosa relación con las tribus vascas (Wascones/Vascones), que se resistían a someterse al orden merovingio, al igual que en España en abierta confrontación con el reino visigodos (había fundado Victoriacum para contener sus frecuentes revueltas). A partir del eje del río Garona, el ducado se extendió hacia el 635 hasta los Pirineos y posteriormente incluyó intermitentemente tierras transpirenaicas. El Ducado de Vasconia derivó posteriormente en la región francesa de Gascuña (en el siglo XI) tras su gradual fragmentación y pérdida del componente étnico original, por los aportes de otros pueblos germanos invasores, que perturbaron todavía más el tremendo impacto cultural que supuso la romanización (con gran repercusión en Aquitania, pero con desiguales resultados en las zonas montañosas y más pobres del interior, sobre todo en la alta navarra y en el país vasco español).

Los vascos, llamados así a partir del siglo XIX, cuando el nacionalismo vasco hace irrupción, y decide crear una identidad nacional de una comunidad heterogénea, aislada y tribal, pero que había participado en su justa medida, con los demás pueblos  peninsulares de origen celtibero, romano o germano,  en la formación de España. Lo mismo se puede decir de los aquitanos y gascones, en la formación de la más tardía nación francesa (los mosqueteros de los reyes de borbones de navarra, o la infantería gascona, era la única capaz de enfrentarse a los Tercios españoles con alguna garantía).

Pero volviendo a España, ya desde la alta Edad Media colaboraron decididamente en la lucha contra invasión musulmana, ya fuera repoblando las tierras fronterizas o integrando las mesnadas condales a ambos lados de los Pirineos. Por ejemplo San Sebastián o Donostia, será una fundación monástica dependiente del cenobio de Leyre, dada por Sancho III el Mayor, que sería puerto de Navarra al igual que la amurallada Guetaria, antes de pasar a Castilla en tiempos de Alfonso VIII. Y hay que volver a hablar de las Navas de Tolosa, donde la vanguardia de las tropas del Reino de Castilla era comandada por Don Diego López de Haro, a su vez  señor de Vizcaya, y que estaba formada básicamente por tropas vasconas. También en la reconquista de Sevilla, el rey Fernando III, utilizó a marinos vizcaínos y guipuzcoanos de la flota castellana del almirante Bonifaz. Alféreces vascos también le ayudan en la conquista de Baeza, Úbeda, y Córdoba. Y es decisiva su participación al frente de las tropas de Alfonso XI en la batalla del Salado, así como la reconquista de Algeciras y Gibraltar. Los vascos constituye parte de la elite militar castellana que participa en las guerras civiles de la casa de Trastámara, y en las actividades de la emergente potencia castellana cuando empezó a comerciar con Europa, desde sus puertos de San Sebastián, Guetaria, Fuenterrabía, Zarauz y Bermeo. Destacando  entre todos desde 1300, lugar de asentamiento de los primeros burgueses vascos,  el gran puerto de Bilbao, astillero de la marina castellana y paso obligado de la lana de la Meseta y del hierro vizcaíno camino de Flandes e Inglaterra.

Era tal la unión de intereses con Castilla, que en 1390, cinco años después de la batalla de Aljubarrota, el rey de Castilla, Juan I vuelve a manifestar su interés de reinar en Portugal, aunque fuera a costa de renunciar a buena parte de Castilla salvo el Señorío de Vizcaya, los vizcaínos le manifestaron su rechazo a ser desgajados de la corona castellana, según manifestó el alavés Canciller Lope de Ayala, el cual constató la fidelidad y pericia de los marineros vizcaínos y guipuzcoanos, que en 1393 le informaban a su rey Juan I del descubrimiento de las Islas Canarias y le animaron a conquistarlas.

En 1547 quien llegaría a ser Coronel de los Tercios, Cristóbal de Mondragón, cruzo a nado el helado Elba con diez soldados más, para sorprender a los luteranos y propiciar la gran victoria imperial de Mühlberg. En 1558, las tropas francesas se enfrentaron a las españolas en una lucha que se mantuvo empatada hasta que una flotilla bombardeó por sorpresa la retaguardia gala. Se trataba de una flota guipuzcoana cuya tripulación sirvió en la batalla, y procuro la victoria victoria de Felipe II en las Gravelinas.

No faltaron tampoco vascos en las principales empresas españolas en la época de los descubrimientos. Bien conocida es su decidida participación en la conquista y colonización de América y de Filipinas por López de Legazpi, y su protagonismo en las aventuras descubridoras y gestas comerciales. Juan Sebastián Elcano (no es de extrañar, que vascos y burgaleses se pusieran de acuerdo en amotinarse contra Magallanes en el motín de San Julián), Pedro Ursáa, Lope de Aguirre, Francisco Argarañaz Murguía o el propio Urdaneta.

Pero es definitivamente en la España moderna cuando los vascos se integran plenamente en la historia de España y del Imperio español. Primero con el reconocimiento oficial de su condición de hidalgos, gracias a su pertenencia a las élites militares, comerciales y marineras, permitió a guipuzcoanos y vizcaínos copar los puestos de la administración de la monarquía, disputándoselos a los judeoconversos, buenos burócratas como ellos, con los que compitieron haciendo alarde de su catolicismo y ante los que no dudaban en reclamar los famosos estatutos de limpieza de sangre. En los siglos XVI, XVII y XVIII, los vascos tomaron el timón del Gobierno de la administración estatal y de las colonias. Ya en 1525, de doce secretarios del Consejo de Estado cinco eran guipuzcoanos. Los apellidos Idiáquez, Zuazola, Galarza, Ibarra, Amezqueta, Mancisidor, Ipiñarrieta, Gastelu, Oquendo, Mazarredo o Juan Bautista de Anza (en territorio Comanche); entre otros, salpican la nómina de quienes fueron secretarios y funcionarios de alto rango, gobernadores y militares o almirantes de los diversos monarcas españoles.

No es entendible tampoco el Imperio Español, sin contar con su impulso espiritual que tiene a Ignacio de Loyola, y la Compañía de Jesús, como genuina aportación vasca, mientras que la Ilustración también contó a vascongados ilustres- como Samaniego, Peñaflorida, o Cadalso.

Pero sin duda, el acontecimiento crucial que supuso un punto de no retorno  o la quiebra de la lealtad de las élites, sobre todo espirituales, de vascos españoles hacia su pasado histórico común, en los albores de la industrialización y en un contexto de marcada resistencia a los cambios sociales; y en un mundo fundamentalmente rural, con una cultura de la cristianización tardía que siguió la misma estrategia de evangelización que la utilizada por Castilla en las Indias, usando la lengua vernácula del eusquera como vehículo impulsor y con un clero autóctono con la exclusividad en la educación, que era declarado enemigo del liberalismo y que marcaría una mentalidad peculiar vasca. Las tres fallidas guerras civiles carlistas, ayudaron a construir una épica nacionalista basada en hechos diferenciales basados en privilegios y en  derechos históricos que limitaban la autoridad real, dificultaban la recaudación de impuestos y de levas de tropas, o mantenían las propias aduanas interiores que dificultaban los intercambios. Unas  guerras  que acabaron en tablas tras el abrazo de Vergara, con unas partidas que practicaban el bandolerismo y la justicia sumaria, y que coincide en el tiempo con la fundación de la guardia civil, como cuerpo de seguridad pública, bien armado, muy profesional y con naturaleza militar, desplegado por todo y cualquier tipo de terreno. Terror de los contrabandistas desde el siglo XIX, no es de extrañar que el movimiento de sustitución de éstos por policías forales.

Pero hablar de nacionalismo en general, y vasco en particular es sin duda hablar del dinero de los impuestos y de su particular forma de gestionarlos, sin el cual no cabe hablar nunca de Nación ni de Estado. Los vascos muy favorecidos con el cupo  vasco heredado del viejo carlismo, no han tenido necesidad de reivindicar tan abiertamente como los catalanes un identidad fiscal propia que colmara sus necesidades nacionales, porque la propia Constitución de 1978, generosamente les reconocía sus derechos como territorios históricos, permitiendo a las tres provincias vascas la recaudación de todos sus tributos, en la línea del reconocimiento que ya hizo el franquismo del carlismo Navarro y Alavés, por su consabido apoyo al alzamiento de 1936 (castigando, a la inversa a las díscolas y muy católicas Vizcaya o Guipúzcoa, fieles a la República con el PNV al frente).

Resumiendo, digamos que el Cupo es el dinero que el Gobierno foral paga anualmente al Ejecutivo central por las competencias no transferidas que ejerce el Estado en dicha región, como tales como Defensa, Asuntos Exteriores e infraestructuras adscritas a fomento  como puertos y aeropuertos. Las respectivas Haciendas forales vascas, con sus funcionarios y gestores, recaudan todos los impuestos (los propios y los estatales), y luego devuelven al Estado la diferencia, a través del citado Cupo, la cantidad que corresponde a los servicios generales que la Administración central presta en su territorio o le correspondería sostener (defensa, infraestructuras, embajadas, el pago de los intereses de la deuda, etcétera), más una cantidad en concepto de solidaridad autonómica.

Es una Comisión Mixta integrada, de una parte, por un representante de cada diputación foral y otros tantos del Gobierno vasco, y de otra, por un número igual de representantes de la Administración del Estado la que negocia las cifras, con un desfase plurianual que favorece las políticas contracíclicas. ¿Se calcula en función del número de habitantes o de la renta?

Desde 1982, el País Vasco aporta al Estado, vía Cupo, un 6,24%. Esa cifra se estableció por negociación en función de los ingresos de la población vasca en ese momento y no se ha actualizado desde entonces, pese a que el PIB per cápita en el País Vasco ha ganado peso lentamente respecto al del resto de España.

Tan solo Navarra goza de un régimen foral comparable. En lugar del Concierto, las relaciones financieras y tributarias con la Administración central se regulan a través del Convenio Económico. Se remonta a la Ley Pactada de 1841, cuando Navarra dejó de ser formalmente un reino para integrarse, conservando eso si sus fueros, en el Reino de España. Se ha renovado en cinco ocasiones; siendo la última, que es la vigente, de 1990. Navarra aporta al Estado un cupo del  1,6%.

Este sistema de Conciertos hace que ambas Comunidades tengan la potestad de legislar, gracias a sus derechos forales, en materia fiscal dentro de unos límites. Pero no quiere decir que tengan necesariamente que pagar menos impuestos sus ciudadanos. Actualmente, por ejemplo, el tipo máximo de IRPF en Navarra, del 52%, es uno de los más altos de España. Y el de Patrimonio es el mayor. Lo que si se traduce el modelo vasco de autogestión tributaria en que sus ciudadanos tienen más recursos públicos por habitante que el resto, sobre un 40%, debido a que no contribuyen tanto a los gastos del Estado como el resto.

Si bien los privilegios forales están avalados por la Carta Magna, de los que emanan las figuras del Concierto y el Convenio, entran en contradicción con el Principio de igualdad, en el cálculo del dinero que se entrega al Estado. Primero fueron las guerras carlistas, después el terrorismo al que se lanzo el ala más izquierdista y radical del nacionalismo vasco, que en sus delirios primitivistas y foramontanos, no dudo de justificar moralmente a sus vecinos y familiares a los que llamó radicales, y que luego mitificaron como gudaris cuando asesinaban  en nombre de una supuesta revolución marxista. Todo para consolidar un omnímodo poder nacionalista en todos los ámbitos de la vida social de Euskadi, y que ha tenido su glorioso epílogo en la formación del gobierno español social-comunista, tras su pirueta presuntamente moralizante en la moción de censura contra su aliado Mariano Rajoy Brey en 2018. Sin duda cuando la historia la escriban profesionales independientes del dinero público, se juzgaran los actos del PNV por sus verdaderas consecuencias perniciosas, cuya única fiabilidad es el mantenimiento perpetuo en el poder.

Lo que si hay que reconocer a los vascos, es su terco desacuerdo con la Constitución de 1978. Tenía cierta coherencia, habida cuenta que fue el consenso, que incluía la una gran contradicción en el Estado autonómico, mezclando derechos históricos forales con principios liberales nada compatibles, de que todos los españoles eramos iguales ante la ley (salvo en las nacionalidades y plurinacionalidades de la naciente posverdad progresista, que daba al acuerdo carácter de corrección política, y que no considera repugnante una ciudadanía diferenciada por territorios).

Los vascos y navarros, como reliquias del pasado en materia de Haciendas Públicas, debieran haber sido el punto de partida en el diseño del Estado Autonómico de 1978, en vez del poco práctico a la larga café para todos. Si usted no tiene autosuficiencia financiera para cubrir los servicios públicos, no se puede constituir en Autonomía, y el concierto foral debió de ser el mínimo común múltiplo del desarrollo territorial. Nos hubiéramos ahorrado muchas estructuras políticas improductivas, alimentar el nacionalismo que usa el hecho diferencial para fragmentar culturalmente y la pérdida de la unidad mercado interior, pues con pocas regiones, a ver quien habla de deudas históricas o nacionalidades cuando la distribución es racional en un encuentro de fuerzas homogéneas. Si la política no fuese el arte de lo posible, lo imposible no hubiese hecho aparición en los actos  de nuestros políticos de la historia reciente, legitimando una cosa y su contrario, por un puñado de votos.


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