martes, 1 de diciembre de 2020

VIAJAR EN TIEMPOS DEL COVID


Tiene su parte cómico-trágica, que comience a escribir  estas líneas en la cama de un hospital, con varias máscaras, convaleciente de una severa neumonía, alcanzado por el  SARS-CoV-2, tras 11 meses de lucha contra el mismo, al final he caído en la segunda oleada.


Pero me apetece recordar el verano reciente, las escapadas, los buenos recuerdos y como hemos sorteado la pandemia, hasta que nos ha cogido, como suele ser, por sorpresa por no decir a traición, porque el riesgo lo conocíamos. He estado dando negativos por COVD19 todo el año, inclusive estando con oxígeno en el Hospital, este enemigo es tremendamente taimado, y ni aun siendo un virus que no sigue los patrones evolutivos típicos de la naturaleza, te viene de frente como si lo hace ella.


Pero vayamos al tema. Mi primera escapada fue a Cádiz, dado que buscaba la libertad, playas amplias y descongestionadas, e incluso acaricié la posibilidad de atravesar el Estrecho, rumbo a Ceuta o a Tánger. Me detuvieron los brotes del Campo de Gibraltar, y opté por recorrer toda la costa gaditana, como un fenicio recién desembarcado, de la Bahía a la punta de Tarifa, para luego subirme a los pueblos del interior (siempre acompañado por mi compañera de aventuras, que es mi alter ego en todas las audacias viajeras). 


De la costa, lo clásico con mención especial de la Playa de Bolonia, con sus dunas de levante, sus ruinas romanas y su chiringuitos donde degustar la cocina local (un buen borriquete y un reciente pescado voraz), y una visita obligada al Cabo Trafalgar. En el bullicio playero, una especie de placa de amnesia histórica, en la que nos hemos autoimpuesto unos inanes españoles. Penosa la visión distorsionada de nuestra historia, con un pasaje de los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, de lo más cursi, que mas es un cierre teatral a una descomunal obra, pero enmascara con buenas intenciones la realidad de un desastre, casi 6.000 bajas y 7.000 prisioneros, amén de 22 navíos perdidos de la flota combinada hipanofrancesa, en un contexto socio-político muy parecido al actual. En medio de una tremenda pandemia de fiebre amarilla en Andalucía, reclutados con levas forzosas de los campos, marineros sin experiencia no tenían ninguna posibilidad ante los ingleses, que liderados por Nelson, fueron mandados al desastre por un gobierno de ineptos. Las placas de los navíos y sus tripulaciones, me gustaría ver algún día en el cabo Trafalgar, por dignidad en vez de cosas ridículas. 


Me sorprendió la localidad de Grazalema, Medina Sidonia, Arcos y muchísimo Vejer de la Frontera, el de la cobijada, entendí en estas altivas ciudades, enclaves íberos, fenicios, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, la tardanza en finalizar la Reconquista, ciudades con una urbanización inteligente, bien situadas e inexpugnables. En la puerta de la América colonial Cádiz, desde el observatorio de la Torre de Tavira, pude ver a través de su cámara oscura el verdadero caleidoscopio del  primitivo espíritu comercial y liberal de la ciudad, oceánico y universal (en ningún lugar de España se podría haber una Constitución para un país y varios continentes, sino allí en medio de un asedio, en una isla entonces ilustrada). Disfruté, viví, sentí, comí pescadito frito y tortitas de camarón, vino fino de la frontera y de la presencia de sus gentes (también de de su proverbial orgullo, con algún vigilante quisquilloso, pero volveré en cuanto pueda, tengo que ir a por los caballas).


Es otro viaje, también marinero, fue a la Villa cantábrica de San Vicente de la Barquera. Necesitaba de el aroma salado de la galerna, y pasear desde el Castillo hasta la Playa hasta el mismo Comillas, relajándome entre las olas del rítmico bravo cantábrico, visitando rincones desconocidos, baluartes, faros, ensenadas, el camino de Santiago, torres de vigilancia o Monasterios en ruinas. Y qué decir de su gastronomía, de sus deliciosos bueyes de mar, centollas, nécoras o bogavantes, o de las sin igual carnes cántabras. Visitamos Santillana del Mar, como no podía ser de otra manera con paraguas y bajo la lluvia y la gran playa de Oyambre, otro de los paraísos soñados durante el encierro nacional de Marzo.


No podía faltar una escapada al Pirineo Aragonés. A mi tierra originaria, al valle de Tena. Aquí alojado en una casona de piedra, en el Yésero, el pueblo de la Pez, en un paraje medieval idílico, rodeado del pulmón natural del Pirineo. Pude disfrutar de mucho y recordar también algunas cosas gracias a la literatura. Primero, pasear por Biescas (me veo tentado a contar alguna anécdota, sobre como un paisano se jactaba, muy pretenciosamente de que mientras éste gobierno ayudaba a las personas vía ERTE, Rajoy ayudó a los malvados Bancos, luego me encontraría en Galicia con él, no lo sabía entonces). 


Subir al Ibón de Piedrafita es lo más saludable, después de oír gramática parda y luego encarar a Ordesa, en concreto hacía el puente de los navarros, subimos a Gavarnie a Francia o a Panticosa.  Nada, hay que llegar al Comachibosa (Vignemale) y alcanzar el paso del Puerto Viejo de Brazato. Teníamos que volver, y no nos arriesgamos a rematar el paso, pero mereció la pena volver a contemplar la belleza eterna del valle del Ara. Y la de los diferentes Ibones, sobre subiendo a Sallent, del gran Respomuso subiendo desde A Sarra. Volver a visitar Lanuza, Búbal, Hoz de Jaca era otro de los deseos del confinamiento. En el mismo Sallent, con otro diluvio sobrevenido, ver la Casa del Gigante Arrudi o la Iglesia de los restaurada entre otros por los Lanuza (salvo la cruz de Santiago, ni una triste placa alusiva a su benefactor el Maestre, así de jautos somos los altoaragoneses).


Precisamente por eso, quiero aprovechar de ellos, en el Valle de Tena, y lanzar una hipótesis sobre su origen, la de los Nuza de Cervantes o los Leonuza de Zurita. Llegados de Francia, los Lanux o Lanusse, tomaron una larga pradera, hoy inundada en el topónimo de Lanuza. Hay que significar que el apellido es Gascón, y su significado procede de la raíz, lana que es una porción de tierra de páramo magro. La zona de procedencia en Bigorra (Tarbes), en la zona de Tournai, en concreto de Casteras-Lanusse. Siguiendo con el significado gascón de Casteras, que significa castro de los Lanuza, hay que pensar que un pueblo en páramo rodeado por una empalizada, solo es atribuible a una concepción defensiva propia de veteranos de las legiones romanas, que recibieran estas tierras al final de su servicio obligatorio.

Hay otro dato, y es que recientemente se han hecho analizar los restos de ADN del último justicia independiente de Aragón, Juan de Lanuza, y con las debidas reservas, pues ya eran familias con muchos intereses de todo tipo sobre todo sociales , sin duda va darnos alguna pista al respecto. Pero a la espera de un estudio científico en profundidad, me aventuro a postular que los primitivos Leonuza eran veteranos supervivientes de la Legio XIII Gémina, creada por Julio César en la Guerra de las Galias, y que desempeñó misiones en múltiples escenarios bélicos. Los Lanuza no fueron los únicos veteranos en la zona de Tournai, y es muy posible que sus hijos y parientes sirvieran en la misma unidad hasta su desaparición. Lo cierto es que se pudieron ir de Bigorra, por disputas con los señores feudales, que menospreciaban su forma de ser, poco renuente a esta forma de organización social.

Lo cierto es que llegaron al Valle y fueron respetados por los montañeses como personajes relevantes, probablemente con el beneplácito real de la dinastía de de los Ramírez.

La literatura me ha hecho pensar un poco en esto, me he leído el libro mancomunado de los Corral (Jose Luis e Hijo), Batallador. Lo compró y leyó también mi hijo (ahora me dice que tiene Jaime el Conquistador, interesante debate sobre fronteras), y hemos compartido puntos de vista sobre el mismo, en el que coincidimos. 

Pues bien, he decir que Alfonso Ramírez, fue un Rey pétreo (me recuerda su carácter y su potencia mucho a mi padre, uno de los hombres más fuertes físicamente que he conocido), el verdadero Batallas que hizo lo que conocemos territorialmente hoy como Aragón actual, y verlo con una perspectiva de género me parece un poco preocupante (máxime cuando las fuentes son los propios Almorávides), pero es lo que se lleva y punto. No voy a entrar en detalles, pero en esa época histórica crucial, solo dos personajes infunden verdadero pavor a los mismos (descarten a Gallegos, Leoneses o incluso a los Castellanos entonces, por su incapacidad manifiesta, y los primeros más preocupados por adoptar las instituciones del feudalismo carolingio),  uno era de Burgos y se llamaba Rodrigo, y otro de Huesca y se llamaba Alfonso. 

Al primero sus coetáneos no dudaron en mandar al destierro, al segundo esos mismos le pusieron todo tipo de Trabas. Pero quiero hacer un inciso, sobre la reconquista de las Cinco Villas, zona que he recorrido bastante, y he de decir que el complejo de fortalezas de la zona, controlada por el ojo de halcón de la Fortaleza de Sora, fue una prueba de la capacidad táctica y perseverancia militar, que todavía no se han evaluado correctamente (tanto la Hoya de Huesca como esta zona, no la ganaron los paladines francos, sino los propios lugareños del somontano oscense). Vuelto a las anécdotas del pasado, todavía conservo el recuerdo de mi primera aventura por esas tierras recuperadas por el Batallas, una vieja DKW de tercera mano, y la misión de llevar un macho (hay que usar perspectiva de género, ahora sí, con la verdadera naturaleza) desde Biscarrués a Almudévar.  Me acuerdo pasando por la plaza de Valpalmas, tendría unos 11 años y había que evitar que se soltara dando  cuerda al poderoso animal y lo no perdiéramos, mi padre conducía al paso y la puerta trasera de abierta de par en par. En la plaza, una niña jugando sola con unos ojos azules deslumbrantes, sorpresa y mucha impresión pendiente del macho, muchos años después supe que era de mi misma edad, y que se llamaba Pilar. Pero volviendo a los viajes, no me iré de los Pirineos sin valorar a una generación de cocineras o amas, que dudo que tengan reemplazo, y que tienen un sexto sentido para revivir a un montañero agotado incluso improvisando. Menudo arroz con conejo, con cantarelus y trompetas de la muerte, plato que seguro que los Ramírez y sus hijos degustaron por estos montes, por no hablar de otras delicatessen culinarias del Pirineo.
 

No podría mover la rosa de los vientos, y enfilar rumbo a Galicia como Alfonso, en concreto a la ría de Arousa. De nuevo el reclamo del Atlántico, las playas rocosas con su vegetación autóctona, la marinería, las bateas, la piedra céltica, y el bosque nos transporta a las viejas y tradicionales formas de vida.


    Recorro muchos rincones y muiños, recuerdo el pueblo natal de Don Ramón María del Valle-Inclán en Vilanova, y surgieron las Divinas Palabras, para cruzar el mar hasta Sálvora, en busca de Sirenas o Piratas legendarios, A Toxa o Ribadumia. Por cierto, que subiendo al Mosterio de Armenteira, por un verdadero bosque animado, me encontré con la figura inconfundible de nuestro ex presidente Mariano Rajoy, acompañado por la Santa Compaña de sus escoltas. Le saludé y me devolvió el saludo, pero me quedé meditabundo con la figura del actor de Tetuán Miguel Rellán (otra alma en pena del COVID), y pensé como un gallego que A San Andrés de Teixido vai de morto o que non foi de vivo. De los Pazos Gallegos me quedo de nuevo con las veteranas cocineras gallegas, sobresalientes, que vieiras, almejas de carril, guisos de pescado a la gallega, todo ello regado con un riquísimo albariño, a cuerpo de rey.

Pero volvamos a nuestras rutas, y sigamos haciendo turismo nacional responsable, dado que nuestros dirigentes tienen otras ideas. Enfilamos hacia Asturias por la zona de Babia hacia Cangas de Narcea. De nuevo la literatura, un libro de Isabel San Sebastián titulado la Visigoda ( por cierto, cuanto de ese ADN llevamos muchísimos españoles). El camino real que recorría el reino Astur por el Monasterio de Corias, el cultivo aterrazado del vino, la espectacularidad otoñal de Muniellos, el misterio del Pozo de las Mujeres muertas o las minas romanas de oro, o la reconversión hullera reciente, no nos dejan indiferentes. No voy a aburrir con la historia, pero nos encontramos en estos parajes norteños con personajes ilustrados padres del Constitucionalismo de Cádiz como José María Queipo de Llano, Conde de Toreno que era de aquí o el propio Jovellanos que fue a la vendimia en alguna ocasión. Por las sendas de los osos, disfruté de las cumbres, con la esperanza de encontrarnos con los emboscados urogallos, de la naturaleza viva y de la forma de ser de los paisanos, cuando preguntábamos por las costumbres de los animales. Luego reponer fuerzas con el delicioso Pote Asturiano o los escalopines al queso o sus cachopos. Los autóctonos astures se parecen más a los altoaragoneses que a los vascos, y no lo tiene nada que ver con el idioma.


Ya antes de que llegasen los cierres de la segunda ola, intente abrir una ruta hacia Portugal, a través del Lago de Sanabria, pero el Gobierno portugués se nos adelantó por los pelos, y nos dedicamos a explorar un sorprendente Tejedelo o el propio Ribadelago a través de una ruta que todos decían que era fácil, pero que en la que encontramos a varios náufragos. Primero subimos por la ruta de los monjes del Cister, al Monasterio de San Martín de Castañeda, propietarios del aprovechamiento feudal de la pesca y recursos del inmenso lago glaciar de Sanabria, para luego bajar por el horadado y pulido lecho del rio Tera, auténtico cañón cortado en piedra por los habitantes de la ciudad sumergida y misteriosa que tuvo su punto trágico cuando en 1959 se derrumbara la Presa de Vega de Tera en su cabecera, arrasando el viejo Ribadelago. Por estas tierras, llenas de leyendas de maldiciones carolingias medievales (nos vamos al siglo VIII, Lucerna qui est in valle viridi), quiero recordar Unamuno (me imagino como estaría hoy de indignado si viera las cosas que se dicen hoy de su personalidad), y su novela San Manuel Bueno Mártir, ambientado en estas tierras. De su simbolismo, y de su tiempo es muy perspicaz y atemporal de cómo es la condición humana. 

Pero no olvidemos, que no pobres acabamos encontrando un magnifico lugar en que cenar a la Sanabresa, con pisto y pulpo a la sanabresa o los boletus zamoranos, pero sobre todo unos filetes de ciervo sabiamente macerado que estaban exquisitos. Uno de Burgos no se puede ir de la Sierra de la Culebra, sin visitar el Centro de Divulgación del Lobo Ibérico, una gran iniciativa cultural que desmitifica, divulga y protege a un animal que tiene como lo desconocido, mala prensa. La repoblación, y el equilibrio ecológico debería ser un motivo para la esperanza, de que este gran depredador carnívoro siga siendo especie cinegética y se le proteja en su hábitat.


Acabo de salir del hospital, donde no diré que he visto a la máscara del frío, pero he visto a alguno más allá que aquí, y voy a intentar acabar mi convalecencia leyendo el libro de ese tozudo aragonés Federico Jiménez Losantos, La Vuelta del Comunismo, a la vez que releo la primera novela que leí con verdadera fruición, Miguel Strogoff de Julio Verne. No me sorprende que en España, con una tradición igualitarista muy arraigada, son muchos siglos de preparación moral que lo justifica el odio al diferente (desde intelectuales en sus obras, empresarios, políticos y hasta religiosos del país o de exportación que hemos llevado a la propia Latinoamérica) nos veamos a estas alturas en manos de un Gobierno que cree a pies juntillas que eso es posible y deseable, cuando basta ver la naturaleza que te dice lo contrario. El consenso entre los criminales, torturadores o simples delatores, y las clases intelectuales cuando se les preguntan por qué  perpetraron sus crímenes en el pasado, te responden que ellos solo hacían bien su trabajo, y lo hacían por sus importantes ideas, por un sometimiento de la libertad a los postulados de la obediencia al totalitarismo. 


Mal camino llevamos, haciendo casos a tantos mentecatos y negacionistas, pero es lo que hoy prolifera, lo dice nuestras comportamientos absurdos y nuestras opiniones en redes sociales. Y descubran por ustedes mismos quién está detrás de la mascarada, si el miedo, el pobre lobo o algún virus desconocido, yo digo que algún demente que ha descubierto lo saludable que es que todos pensemos igual.











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