domingo, 19 de abril de 2020

PANDEMIAS, CONFINAMIENTO, DECAMERON DIGITAL Y CARPE DIEM

No sé si estamos viendo un cambio de era, o la pandemia es un síntoma consecuencia de otro tipo de enfermedad, pero lo cierto es que estamos viendo cosas que sabíamos que podían suceder, pero que sin embargo, nunca a corto plazo pensamos que pudieran llegar. Los propios políticos, en sus cálculos electorales a corto, se han visto sorprendidos y se ha mostrado su incapacidad para afrontar situaciones nuevas, empecinados en vivir de recetas del pasado.
Es por ello, que desde la perspectiva del confinamiento, una solución del pasado, y oyendo lo que dicen: A toro pasado, todos son Manolete; deberíamos decirles, es que para ser político hay que ser al menos honesto con tu arte, valiente y estar dispuesto a sufrir en la faena. Es decir, hay que saber de lo que uno maneja, si no el ruedo ibérico te puede espetar aquello de si no sabes torear, a qué te metes. Mientras que científicos de todo el mundo, buscan remedio como la dihidroxicloroquinina, un fármaco contra el paludismo, las  ivermectinas, antiparasitario muy usado contra el asma de las aves, o antiretrovirales lopinavir/ritonavir usados para el VIH, tocilizumab, un anticuerpo monoclonal para el tratamiento de la artritis reumatoide actividad antiinflamatoria de baricitinib o los propios esteroides, tratamientos que evolucionan o pueden quedarse obsoletos en semanas, y en busca de una vacuna que tardará al menos un año en desarrollarse, el mundo espera a ver qué sucede ante posibles rebrotes o incluso mutaciones del propio virus (en su periplo español, lo habría hecho levemente unas cien veces). Los españoles estamos todavía averiguando si estamos infectados, con tres tipos de test rápidos de unos 15 minutos, los  primeros que detectan la presencia del virus por su material genético, el segundo que detecta la presencia del virus localizando una proteína especifica y en el tercer tipo de test nos detecta  los anticuerpos del paciente (los usados en España tienen una sensibilidad alta pero pueden dar falsos negativos). La PCR o test lento (al igual que la tomografía computerizada TC de rayos X del pulmón o los neoherramientas) en cambio tienen un 100% de sensibilidad y alta especificidad (no diagnostica erróneamente sujetos sanos), siglas de la reacción en cadena de la polimerasa, se basa en la estabilidad al calor de la enzima polimerasa del ARN del virus que se obtiene de una muestra respiratoria y requiere un análisis de microbiología de unas 4 horas. Si los expertos de este país, el 30 de Enero hubieran hecho caso al Doctor Pedro Cavadas o a una renuente Organización Mundial de la Salud OMS, se podría haber actuado con la mínima responsabilidad política, pequeño acopio de recursos para no poner al sistema sanitario en jaque. No se puede ir a una guerra (los políticos aspirantes a Generalísimo Covid, cuando ni se le parece remotamente), como dicen nuestros gobernantes, a pecho descubierto y sin armas de ningún tipo. Es más, el sistema de Atención Primaria de este país, con ese margen de tiempo y con suficientes equipos de protección y Test fiables, hubiese podido frenar la pandemia de raíz, porque es la fuerza de choque y tiene muchísima experiencia sobre el terreno. 

Pero volvamos al confinamiento, generalmente en posición  horizontal (salvo el tiempo dedicado a cocinar, cosas nuevas y ricas, que nos garantiza un sobrepeso añadido al enclaustramiento), en una especie de forzado retiro interior, en el cual, cada uno hemos escogido nuestro propio artilugio digital, el móvil y una zona territorial de la casa, cuan celda monacal, para pasar el arresto domiciliario alejado de discursos vacíos, mentiras estadísticas, wassaps torturadores  y mucha manipulación inmediática.
Aparte de la literatura de novelas negras de las que soy ferviente seguidor, en invierno prefiero las escandinavas (me he aficionado últimamente a Camilla Lackberg), me he puesto a releer el Decamerón de Giovanni Boccaccio de 1352. Leí el libro en mi juventud, cuando sentías placer en leer todo lo prohibido que se terciara, y ahora me da la sensación, ya en la distancia de la relectura adulta, que la censura siempre genera bellos y eróticos espejismos. Lo que el libro cuenta desde una perspectiva antropocéntrica y humanista, de manera irreverente, es una obra profana precursora del Renacimiento,  que es una crítica sostenida a la hipocresía  de los religiosos (“Quien es malvado y por bueno tenido, puede hacer el mal y no es creído”), en la que el hombre es valorado por serlo, con sus defectos, virtudes, carencias o necesidades, que nos llevan a un cierto optimismo vital contrapuesto a la preocupación por la muerte de los ideales medievales. Los jóvenes que llevan adelante las diez jornadas instauran la idea del carpe diem (recolecta o aprovecha el día) en contraposición al tópico literario del ubi sunt (donde están o hacia donde van). Puede apreciarse un paulatino abandono de la creencia de nuestro paso por el mundo un simple tránsito hacia la vida eterna, sino que la vida ofrece al hombre una oportunidad para disfrutar de las cosas verdaderas. Durante el periodo de la Edad Media era entendido como: "vive el momento porque vas a morir pronto". Posteriormente durante el Renacimiento, los ideales de belleza y perfección hicieron entenderlo de una forma más positiva: "vive el momento porque pronto vas a envejecer y a morir".
De nuevo nos encontramos con los cuatro pilares o aspiraciones básicas del nuevo hombre renacentista: El «Beatus ille» «Dichoso aquel (que...)», en alabanza de la vida sencilla y desprendida del campo frente a la vida de la ciudad. El carpe diem («Disfruta el momento»), el locus amoenus («lugar idílico », idealización de la realidad que hace referencia a un lugar confortable, seguro y bello, una especie de Arcadia Griega, o lugar de encuentro entre los amantes o a los jardines del Edén o paraíso) y el “tempus fugit” («tiempo que discurre») y la consciencia de ello que es el envejecimiento y la incapacidad de disfrutar o amar las cosas bellas o verdaderas del mundo.

En ese retiro obligado por el confinamiento, he de reconocer que soy un hombre más identificado con el renacimiento, en cuanto a que mi aspiración es la vida solitaria que procuro vivir con sencillez, disfrutando de los jardines del Edén sin hacer mucho caso del tiempo que me queda. Y siempre disfrutando de la belleza, de las cosas que son de verdad, no de las apariencias o falacias que se presentan en la modernidad. La lucha por descubrir la verdad del ser humano, en el alma humana o en las auténticas habilidades del hombre, tanto las artísticas que podemos encontrar en la escultura, o las artes visuales (pintura, el dibujo y el grabado), en la propia Música, la Literatura (poesía), artes escénicas (teatro, danza), cine o fotografía o la misma ciencia y en la filosofía.

Y en el trato con las personas, disfrutar de la belleza que es apreciar la generosidad, la empatía, la asertividad, la responsabilidad, la alegría, la honestidad, la prudencia, el compromiso, el sentido del humor, la tolerancia, lealtad, la cautela, la valentía, y demás cualidades de la gente que te rodea o pasa por tu vida, cuando se dejan descubrir. Y como decía Bocaccio cuan verdad sea que la necedad conduce del buen estado a la miseria, por no hacerlo. Pondría como ejemplo la historia de Nastagio degli Onesti, narrada en una de las novelas del Decamerón en la Quinta jornada, Novela octava (si no la leemos, recomiendo  ir al museo del Prado para saber de  la historia de Nastagio, o pasear por algún pinar de los alrededores de la bella Rávena). Unos burlones personajes,  que no dudan en dar un viva el amor, un muera a la avaricia y no pierdan el tiempo y disfruten de la buena compañía, que el vigor de la juventud se pasa rápido.


La cuestión actual es si hemos superado ese humanismo renacentista o hemos involucionado al humanismo cuántico o ciberenacentista? El futuro lo dirá, si la verdad está ahí fuera, no lo sabemos, pero gracias a  internet, nuestro cotidiano Decamerón lo llevamos a través de las disposiciones de la reina tablet amoenus, con sus historias diarias: Con Trotsky en Irkutsk, en una inexistente Hawkins (en Indiana) en Stranger Things, con un Berlín hablando yiddish con Unorthodox, con Redington en la lista negra (la contagiosa Natalie Luca), los Templarios de París, los Hijos de Ragnar Lodbrok, con Uhtred y Alfred the Great , con Carrie en Homeland, con Scully en Sex Education, el joven Mister Spock o Perdidos en el Espacio, con Sabrina mi Brujita favorita, la más animadora de todas, o en la Frontera canadiense con Declan Harp y la intrepida Sokanon, en Janbalic con Marco, Kublai Kan y Cien Ojos, Outlander, Versalles, Peaky Blinders, con the Witcher, Black Sails en el Caribe, en Estambul con Hakan el Protector, Cursed, , y una buena dosis de series de novela negra, que en estos tiempos se han convertido casi en una terapia (el joven Wallander de mi admirado Mankell, Frankestein Chronicles,  Sherlock, o con Amaia Salazar por el enigmático Baztan , o la polaca Znaki, o  en gales con Hinterland ) y un largo etc.. Pero sin duda, la que mejor se adapta estos tiempos que corremos es la alemana Dark ambientada en las cuevas en los alrededores de una central nuclear.

Qué ocurriría si alguien pudiera abrir un portal en el tiempo, retroceder o avanzar en el mismo, modificar los acontecimientos, buscar el origen de todo, alterar la historia, impedir el apocalipsis o incluso provocarlo, responder a nuestros más profundos dilemas filosóficos, demostrar la existencia o la inexistencia de Dios. “Sic mundus creatus est” (“así fue creado el mundo”), o sus alusiones a la misma partícula de Dios (el famoso bosón que teorizo hace años, un físico paradójicamente ateo, Peter Higgs; en ese compendio de esas cinco fuerzas que arman la naturaleza, desde los bosones oscuros o mundo infratómico, las nucleares fuertes y débiles, el electromagnetismo y la gravedad, que andan buscando desde la teoría físico todos los investigadores del mundo, y que sale en la serie), el propio gato de Schrödinger (principio de la mecánica cuántica), los bucles temporales (los deja vù).  Aforismos, como que la persona tiene tres vidas, la primera acaba al perder la ingenuidad, la segunda al perder la inocencia y la tercera al perder la propia vida. O que en la vida no hay nunca marcha atrás. O que el final es el principio, y el principio es el final. O que hay un hilo rojo que une la luz y la oscuridad, para salir del laberinto (La partida antagónica de los “Erit lux” que nos lleva a un inquietante contemplación de la sempiterna rivalidad entre Adán y Eva). Quizá lo más impactante es la frase que se repite en toda la serie entre la pareja de protagonistas, que al final del bucle se desvanece como un sueño: –Jonás diciendo a Martha: Tú y yo somos la pareja perfecta. No lo dudes nunca.

Este mundo caótico del Covid, en una especie de Anaitocracia, con personajes asintomáticos que simplemente te twitean, wasapean, facebookean, y mostrando de repente su intolerancia a los que no piensan como ellos (nacionalistas, animalistas, feministas, anticapitalistas, antivacunas, etc..O negacionistas en general). Todo ello en un bucle melancólico propio de la serie Dark, de bandos que pugnan por evitar o traer el apocalipsis, en procesos de subversión ideológica que ya se inventaron a principios del siglo XX, azuzando el odio y el gregarismo pandillero, pero con una población universitaria que no conoce ni a Darwin, no es de extrañar que con una buena campaña de propaganda, se crean que la Tierra gira alrededor de la Luna. Por cierto, que volviendo al Decamerón, hay una historia protagonizada por el Doctor Simón (hoy, menos burlescos que entonces, lo habrían hecho hijo adoptivo de Florencia), que le vendría a muchos políticos al pelo, porque por mal que nos pese la historia se repite, y la guerras civiles las prenden siempre los padres de los mismos y las pierden siempre los hijos de los mismos.

Te causa cierto placer, no exento de inquietud, ver las calles vacías salvo algún paseante asintomático con perro (y te preguntas que habrán hecho las pobres madres con sus bebés a este gobierno, obsesionado con arrestar a todos los españoles y soltar a los políticos presos a cambio de vender la quimera de que la guerra civil no la Perdió la Republica, sino todo lo contrario, la prueba es el Valle de los Caídos). En fin, me pongo el pijama  y tumbado en el suelo, con el buen arresto, me apongo a ver esas alegóricas óperas de Wagner (El oro del Rhin, La Walquiria), o el propio Donizetti (Lucia de Lammemoor) o del gran Vivaldi  (que me devuelve a Giza con Aida, el resto de aparatos cerrados, y no pienso salir al Resistiré, compendio de hipócritas ejercicios espirituales de apoyo al Gobierno).

Y mientras el caos sanitario, preludio del económico, se adueña de nuestro universo inmediato, con varias PCRs ya en el cuerpo, con un país autonómico que hace aguas, poniendo puertas al campo del virus con fronteras de capirote, y en un mundo que no le va a la zaga con el populismo, abonado definitivamente al caos, nosotros seguimos luchando en la frontera esperando a que el mundo que conoceremos, o se desmorone, nos cambie y tal vez se nos desborde, que todo es en la actualidad francamente posible. El temporal de los tiempos relativistas u cuánticos, ha llegado, voy a ponerme a ver el capítulo de otra serie.


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