sábado, 11 de abril de 2020

DESDE LA RIBAGORZA HASTA ARAN: ETIMOLOGIAS CONDALES, SUPERSTICIONES Y BASTANTES GRATOS RECUERDOS

Tenía ganas de volver a Ribagorza, con muchos recuerdos de infancia, y de viejos amigos de mi estancia en Huesca, siempre la curiosidad, que muchas veces logra satisfacer, -y eso sí que es un poderoso incentivo-, la propia literatura, que refleja actitudes humanas idealizadas, parecidas a lo vivido por nosotros mismos, y que nos identifican con un paisaje o una historia real, y eso me movió a señalar en el mapa esta parte, de mis añorados y queridos Pirineos.

Los valles pirenaicos, pero sobre todo la Ribagorza y el vecino Valle de Aran, son un pilar fundamental en el devenir cultural pirenaico, y el nacimiento del Reino de Aragón o de nuestra propia nación española. Enclavada entre el vecino Valle de Sobrarbe, y como frontera oriental (la occidental era Navarra), lindante  con el Condado de Urgel, vamos a hacer un pequeño viaje histórico para entender dónde estamos. El origen de los montañeses, se remonta a la misma prehistoria, con presencia de monumentos megalíticos, y una cierta estabilidad de las poblaciones. No se sabe muy bien cómo llegaron pobladores prerromanos y si eran de origen aquitano o ibero-vascón, dado que pudo hablarse euskera entre los resquicios de estos parajes aislados e infranqueables a la sombra de sus moles montañosas, y muchísimos topónimos que refrendarían la presencia de éstos (Sos o Sotz, Bisaurri, Artasona, Esterri, Gabarrosa o Ara), pero no sabemos muy bien porque no se quedaron. De si poco romanizados, (aunque hay calzadas transpirenaicas verticales a lo largo de los valles), tampoco fue un lugar de asentamiento de la escasa población visigoda que prefirió asentarse en la ricas tierras del llano, y a veces pasaban los valles para poner orden en las rebeliones frecuentes en sus territorios transpirenaicos de la Septimania. Los musulmanes, cuando expulsaron a los godos entre 714 y 720, tan solo lograron asentarse en la Tierra Baja, mientras que en la Montaña, se respetaron las costumbres de sus pobladores autóctonos, que abandonaron el paganismo por la religión cristiana desde la época tardorromana, y que tenían sus propias instituciones sociales y de gobierno, con un régimen de sometimiento bastante irregular, dado su apego a la libertad individual, y con razzias esporádicas para el cobro de impuestos atrasados (una ascenso por sendero de Gabás al Monasterio Condal de Urmella, nos da una idea de esa severa dificultad de practicar las liquidaciones).  Según la tradición, Garcí Ximénez, un noble vascón establecido entre el Cinca y el Gállego, se rebeló en el año 724 contra una de esas incursiones recaudatorias, y antes de la lucha se le apareció una cruz roja encima de una encina (carrasca en aragonés). El nombre del valle vecino de Sobrarbe procedería de este relato: sobre arbre (sobre el árbol) y su escudo lo recoge como símbolo de Aragón.

 En cuanto a la conquista franca del territorio, que abarcaba las cuencas de los ríos Ésera e Isábena, además de una buena parte de la cuenca del Noguera Ribagorzana hasta Pallars, y el Valle de Arán, no fue efectiva hasta 806, cuando el Conde de Tolosa Guillermo I, siguiendo un mandato de Carlomagno, acabó con el saqueo a los valles de los walíes musulmanes creando un protectorado. El franco Aureolo y el líder local del alto valle del cinca oriental, Galindo Belascotenes, crean en el 800 el Condado de Aragón y de Sobrarbe, dependiendo religiosamente de la Diócesis de Urgel, en lo que constituiría una unidad territorial compartimentalizada por los valles y culturalmente homogéneo durante la reconquista. En el 809 a la muere el franco Aureolo,  el walí oscense Amrús ibn Yusuf, vuelve a ocupar Sobrarbe, que no volvería a la Marca Hispánica hasta el año 812, cuando el funcionario franco y Conde de Urgel y Cerdaña, Aznar Galindo, lo reconquista. Los sentimientos indigenistas montañeses hacen que Aznar Galíndez entre en conflicto abierto con la familia autóctona de Galindo Belascotenes. El hijo de este último, García Galíndez, pese a haberse casado con Matrona hija del Conde de Urgel, se aliase en el 820 con el rey de Pamplona Íñigo Arista y los señores musulmanes de Huesca, contra Contulfe, hijo de Aznar Galíndez, sometiéndolo en el 820.
García I Galíndez, descendiente de los señores autóctonos del Alto Cinca, fue quien se convertiría  de facto en gobernador de Aragón, al rebelarse contra la autoridad carolingia en 824, y llevando a las tropas aragonesas en apoyo al rey de Pamplona, con ayuda del poderoso señor musulmán Musa ibn Fortún del los Banu Quasi, rechazando una expedición carolingia encabezada por los condes Elbe y Aznar. Se consigue el logro de obtener la independencia de la tutela franca, hacen que la política de los valles del sur de los pirineos, tanto del Aragón, como del Gállego o el Cinca, converjan lenta y transversalmente hacia el Reino de Pamplona, básicamente con la influencia política y con alianzas matrimoniales.

Con la muerte de García I en 833, el condado de Aragón pasó a su hijo Galindo Garcés. En 840 Galindo Garcés atacó Huesca sin éxito y después fue sometido por el emir de Córdoba Abderramán II en 842. De esta época es la bonita historia de Santa Orosia, princesa Bohemia que vino a casarse con el Conde Visigodo Fortun Garces, y fue interceptada por una partida musulmana, cerca del monte Oturia de Yebra de Basa, de gran belleza fue conminada a abrazar el islam, y al negarse, martirizada y decapitada en los montes cercanos.
 La relativa autonomía de los habitantes del Sobrarbe fue reducida en 907 o 908 por el gobernador musulmán de Huesca Muhammad al-Tawil, quien saqueó una parte del territorio y la sometió a su autoridad.
Pero la dinastía condal propia, no surgirá hasta Ramón I de Pallars-Ribagorza (872–920) que era hijo del conde Lope de Bigorra y biznieto de Lope Centulo, bearnés que había sido nombrado por los monarcas carolingios en 818 como duque de los vascones. Para consolidar su independencia, Ramón I procuró constituir un obispado propio en el Pallars, además de diversos monasterios, como el de San Pedro de Castillán en Las Valles, en la margen occidental de Ara, para preservar la independencia del Obispado de Urgel, además de consolidar la alianza con Navarra frente a los condes francos de Tolosa. Para ello interviniendo en 905 en el golpe de estado (cambio de dinastía Iñigo-Arista por la Jimena, con la intención de favorecer los intereses aragoneses) que entronizó en Navarra a su sobrino Sancho Garcés I; y en Zaragoza estrechó de nuevo los vínculos con los Banu Qasi. Además en el 916 reconquistó el norte del Sobrarbe y favoreció la repoblación de la región.
En el extremo occidental del solar aragonés, al-Tawil fue derrotado en 911 en el castillo de Ruesta por Sancho Garcés I, rey de Pamplona, que se apoderó de Valdonsella y de la mitad occidental del valle del Aragón. Por su parte el conde de Aragón Galindo Aznárez II, antiguo aliado de al-Tawil, reconquistó antes del 920 la mitad oriental del valle del Aragón, el valle de Atarés, el Campo de Jaca y el valle de Acumuer. La acción expansiva del condado aragonés fue frenada el citado año por el rey Sancho Garcés I, que sometió a vasallaje al conde aragonés Galindo II y sometió el Distrito musulmán Rural del Gállego. Dos años después, el obispo Galindo de Pamplona erigió un nuevo obispado, el de Aragón, con sede en el monasterio de Sasau.

En el extremo oriental del Pirineo la muerte de Ramón I en el 920, sus dominios se repartieron entre sus hijos, que cogobernaron por parejas los valles: Miró de Ribagorza y Bernardo Unifredo rigieron indistintamente Ribagorza y Sobrarbe, mientras que  Isarn y Lope cogobernaron el condado de Pallars. Bernardo Unifredo, fundó además el Obispado de Roda y pudo recuperar los territorios ocupados por los musulmanes en 907, por las luchas dinásticas e incorporó el Sobrarbe como dote por el matrimonio con Toda Galíndez, hija de Galindo II Aznárez, conde de Aragón.
En 922 murió el conde de Aragón Galindo II Aznárez sin heredero varón y su herencia se dividió entre sus dos hijas: Andregoto Galíndez aportó el valle del Aragón al rey de Pamplona García II, mientras que Toda aportó el Sobrarbe meridional a su esposo el conde de Ribagorzano Bernardo I. El Sobrarbe pasaba totalmente a ser controlado por los condes de Ribagorza.

 Una expedición navarro-aragonesa al mando del conde Sancho -probablemente de Aragón amenazó en marzo de 941 la ciudad de Huesca, ocupando algunas fortalezas de su entorno con predominio de población mozárabe. Vencida en mayo de 942, clérigos y laicos de esta mozarabía emigrados, colonizaron y cristianizaron el Distrito Rural del Gállego, donde, sin intervención de rey o conde alguno, fundaron varios monasterios e iglesias. Un documento del monasterio de Rava, fechado en 962, fija el límite oriental del reino de Pamplona en la ribera de Fiscal (río Ara).

 En el Pallars, dado que Miró falleció sin descendencia, Ramón II, hijo de Bernardo Unifredo y Tota, fue el único heredero de Ribagorza. A la muerte de Ramón II en 970, en Ribagorza se sucedieron sus hijos Unifredo (970–979), Arnaldo (979–990) e Isarno (990–1003). Cuando murió este último, su hermana Toda, casada con Suñer de Pallars, rigió el condado según la tradición montañesa, y en 1011 al quedarse viuda asoció al condado a su sobrino Guillermo, hijo ilegítimo de Isarno, quien con la ayuda de su primo, y nieto de Fernán González, el Conde de Castilla Sancho García (hijo del Conde Garci Fernandez y Ava de Ribagorza), resistió los ataques de los musulmanes.
A la muerte de Guillermo en 1017, Ribagorza fue anexionada al reino de Navarra, que incluía el antiguo condado de Aragón, cuya corona era ceñida por Sancho Garcés III. Dicho monarca, sucedió a su padre García Sánchez, el Temblón, con 9 años, siendo tutelado por su madre leonesa, Doña Jimena Fernández y su abuela materna Urraca Fernández, hija de Conde de Castilla Fernan Gonzalez.
Podemos decir que con Sancho III Garcés el Mayor o el Grande, se consolida el proceso de integración medieval de los valles, tras liberar el bajo Esera, y extender sus territorios a Guipúzcoa y las tierras Riojanas, bajo la tutela de Pamplona y Jaca, y por matrimonio con Muniadona de Castilla, emparentó con las familias de los condados más poderosos del reino de León, los de Castilla, Saldaña y Carrión. Su talante europeísta, le llevo mantener relaciones transpirenaicas con el Conde de Gascuña, y a que el influyente Abad Oliva de Ripoll, le considerase como el primer Rey de Hispania restaurador de la Monarquía Visigótica (sobre todo al heredar los Condados de Castilla, Monzón de Campos y Alava, y tras un audaz golpe de mano, arrebatar a la monarquía Asturiana Astorga y León). Tuvo un hijo antes de casar con la Condesa Muniadona, Ramiro, que heredaría Aragón, según testamento otorgado por su padre en 1035 y daría lugar a la dinastía aragonesa de los Ramírez, mientras que a su primogénito García Sánchez III de Pamplona, apodado el de Nájera, heredó Navarra, Alava y la Bureba Burgalesa, Fernando I Sánchez de Castilla heredó el Sur de Burgos, Monzón y León, y su hijo menor Gonzalo, Sobrarbe y Ribagorza.
Tras esta breve introducción histórica, hay que recordar que los patronímicos que aparecen en los linajes aragoneses son mayoritariamente de origen vascón (García, Aznar, Sancho, Xemenez) y esporádicamente germánicos (Galindo, Ramón o Ramiro), según su procedencia familiar o étnica. La etimología de estos nombres, no debe precipitarnos a pensar que los primeros aragoneses, sin duda una estable  población ya presente y autóctona desde el neolítico, con abundantes restos megalíticos, no tuvieran contacto con poblaciones de origen  ibero-vascona, que luego se mezclaron con los occitanos, y muy en menor medida, con pueblos de origen céltico o germánico.

 Desde una perspectiva jurídica,los ribagorzanos, tras la integración dinástica condal van a tener administrativamente un Conde, pero por el régimen de tenencia aragonesa, es decir que los habitantes del valle no eran vasallos del conde, sino feudatarios al igual que los habitantes de Sobrarbe. En cuestiones patrimoniales se regían por costumbres locales, muy parecidas a las del condado de Pallars, o por el Fuero de Aragón; y usaban como lengua vulgar el aragonés ribagorzano o patués (variedad dialectal sincrética del aragonés, aranés y catalán), e invocaban siempre al garantista derecho aragonés en las escrituras públicas.
Aquí quiero hacer un inciso sobre los Fueros Aragoneses, en especial el de Sobrarbe, y la polémica surgida sobre cuáles son los más antiguos. Digamos que los Fueros breves o Cartas Puebla, Carta de Población, o Privilegio de Población (en latín, chartae populationis) es la denominación del documento por el cual los reyes cristianos, señores laicos y eclesiásticos de la Península Ibérica otorgaban una serie de privilegios a grupos poblacionales, con el fin de obtener la repoblación de ciertas zonas despobladas de interés económico, o por meras razones estratégicas durante la Reconquista, que además eran escritos y llevaban sellos reales o condales, testigos y firmas.
Se dice que la carta de población de Castilla y León es la Carta Puebla de Brañosera de 824, otorgada por el conde Munio Núñez, y confirmada por Fernán González en 968. En el Condado de Barcelona se otorgaron varias, tales como la de Freixá, concedida por Witardo en 954 y la Carta Puebla de Cardona de 986. En la parte aragonesa, tenemos los Fueros Navarros (Tudela, Viguera, Estella , Funes o de la misma San Sebastián) y el Fuero de Jaca de 1187, que hacen alusión a los Foros de Soperarbe o juramento y confirmación de privilegios garantistas (generalmente fiscales) que otorgaban testamentariamente los monarcas aragoneses, a sus herederos, y que también aparecen en la Cortes de Huarte de 1084, como obligación legal hacia sus súbditos. En Aragón no son por escrito, salvo en los territorios reconquistados, habida cuenta que los montañeses no sabían mucho de letras, y los pactos no iban dirigidos hacia los barones y clérigos, sino hacia el pueblo llano.
Hay que tener en cuenta que en los siglos VIII y el X, en la España no invadida por los musulmanes, se vivió en un sistema social caracterizado por la libertad de los agricultores, que eran dueños de la tierra que cultivaban, y por la aceptación pacífica y voluntaria de la autoridad, hacia los barones, condes, o veguers, siendo la ley, contenida por un código escrito conocido como el Liber Iudiciorum del siglo VII, que era la compilación del derecho romano vigente en la península hasta la llegada de los godos y que se la debemos al Rey Recesvinto. Hasta el siglo XI, estuvo vigente en todos los condados Pirenaicos, en Provenza, Languedoc y en el reino de Astur-Leonés.
Sin duda, el Fuero posteriormente escrito de León de 1017 (código legal de 48 disposiciones) que regula las relaciones de los súbditos del reino respecto a la corona es el más antiguo, pero dirigido a salvaguardar los intereses de los estamentos letrados de las Cortes Leonesas (nobles, clero y primeros burgueses), y supera al que en 1215 promulgó en Inglaterra, el Rey Juan Sin tierra de Plantagenet (de unas 61 cláusulas), que fue  conseguido por el tesón de la nobleza inglesa. Pero son los Fueros de Sobrarbe, de carácter consuetudinario (algunos dicen que mítico o que simplemente no existieron), de tradición oral y pactista, acatada por pequeños propietarios, clérigos y caballería montañesa, muy anteriores a estas Constituciones. Dado que establecían que eran primero el compromiso de los montañeses al nombramiento de los Reyes, no es de extrañar que nadie con poder quisiera obligarse jurídicamente a tanto. Algo parecido sucedió en el Valle de Aran, que desde el siglo X estuvo en la órbita de la monarquía aragonesa y  que a través de la ruta del Garona, posiblemente fue puerta de entrada del Románico en los pirineos y la península ibérica.
En los condados catalanes, en la parte oriental de los pirineos, bajo la tutela de la Marca Hispánica del reino de los francos, entre los años 1020 y 1060 se produjo una gran convulsión social, conocida como la gran revolución feudal: un periodo de luchas, entre clanes nobiliarios y señores, que desató la violencia generalizada, el bandidaje, el pillaje y la extorsión. Los levantiscos barones rebeldes, en su enfrentamiento con los condes someten a gravámenes abusivos a los agricultores, que empobrecidos  acaban perdiendo la propiedad de la tierra, y son sometidos a la servidumbre de la misma. Este fenómeno critico, se da en Europa en el seno del antiguo Imperio carolingio: Normandía, el Lacio, Lombardía, Provenza, el Languedoc y, fuera del ámbito franco, en el reino de Asturias-León, especialmente en Galicia.

 En Languedoc, en concreto en el Condado entonces catalán de Rosellón, en 1027 se crea la primera Asamblea de Paz y Tregua de Dios en la localidad de Toluges, iniciativa del ya mencionado abad benedictino Oliva que era gran amigo de Sancho el Mayor,  aprovechando que el obispo titular, Berenguer de Elna, que era su hermano menor, se encontraba oportunamente de peregrinación. Esta peligrosa iniciativa para la nobleza, organizada por los campesinos y las altas jerarquías eclesiásticas, establecía una serie de disposiciones para preservar el orden público: el deber para todos los habitantes del condado del Rosellón y de la diócesis de Elna de abstenerse de participar en combates o luchas entre sábado y lunes, para así poder cumplir el precepto dominical de asistir a misa; se prohibía también algo muy frecuente, que era asaltar para robar a los clérigos, en iglesias, y bienes propiedad de la iglesia, o en los monasterios, o a personas que se dirigieran a un lugar de culto (se crean las famosas sagreras catalanas o radio de 30 pasos alrededor de una Iglesia, dentro de los cuales los señores no podían ejercer la violencia feudal). Las sanciones para los que violaran estos preceptos o constituciones era la pena de excomunión.
Estos sínodos constitucionalistas de paz y tregua que se extendieron también  a la Occitania carolingia; ahí nos encontramos con los concilios de Paz y Tregua de Niza en el 1041 y en Narbona en los años 1032, 1043 y 1054.

 En el año 1060, el Conde de Barcelona, Ramón Berenguer I y su esposa Almodis, promulgan los Usatges de Barcelona, en los que se implican directamente en el mantenimiento del Orden Público o paz social, que constituye un nuevo código legal que en sustitución del mencionado Liber iudiciorum, derogado de facto por revolución feudal del Languedoc y Cataluña.
Pese a dichas constituciones o fueros catalanes, embrión de las Cortes Catalanas medievales, la pervivencia de los malos usos Cataluña serían de facto mantenidos, por la intensa feudalización y no terminarían los tiempos del Rey de Aragón Fernando el Católico, el que por ejemplo emite la Sentencia arbitral de Guadalupe (1486), que supuso el fin a muchos de los abusos de la nobleza contra los vasallos catalanes (entre otros se menciona que “ni tampoco puedan los señores la primera noche yacer con la mujer del payés en señal de senyoria”).

Cuando tras recorrer estas tierras, uno se pregunta porque la frontera administrativa entre Aragón y Cataluña está en el curso de Noguera Ribagorzana y no en el Pallaresa, no es por razones de tipo cultural o racial o lingüísticas, sino que probablemente la frontera la estableció la irrupción de violenta desenfrenada motivada por la desaparición del poder condal que supuso la revolución feudal del mundo carolingio en esta zona y que no aconteció con igual virulencia en los valles occidentales. Las legendarias luchas entre el  tenente de Pallars Jussa  Conde Ramón (1047-1098) que poseía la cuenca más rica y poblada en los alrededores de Tremp, con su primo Artal de Pallars Subirá, que tenía una zona pobre pero contaba con la ayuda estratégica de Ermengol II de Urgel, y entre sus respectivos nobles e infanzones contra la población es paradigmática.
La paz  pactada, que las Asambleas de Paz y Tregua no logran institucionalizar; se quiebra en estas tierras fronteras cuando los propios hombres de Artal I, Conde del Pallars Sobirá, atacaran preferentemente las sagreras durante los días establecidos de tregua y llevando el pillaje hasta la propia localidad de Segur. Artal nunca llegaría a ser excomulgado y se institucionalizaría el bandidaje como forma de coerción fiscal, que llevaría hasta hacer incursiones a los valles Ribagorzanos para hacerse con el  ganado.

 De nuevo debemos volver a los Reyes Aragoneses con Fernando II de Aragón el católico, para ver una nueva recopilación de 1495 de las Constituciones e instituciones medievales catalanas.
Estas Constituciones eran de tipo pactista, muy alejadas de las violencias feudales, y son las propias de la Corona de Aragón y compuestas por los llamados tres brazos: el eclesiástico, el militar o noble y el real o de las villas. El rey convocaba y abría las Cortes con una proposición real mientras que los brazos eran los encargados de legislar, siempre con el concurso del soberano. Si las leyes que se aprobaban eran las del rey recibían el nombre de "Constituciones"; si se aprobaban las de los brazos, "Capítulos de Cortes". Si el rey aprobaba una ley de forma unilateral recibía el nombre de "Actos de Cortes" y era necesario el compromiso de los citados brazos de la Corona que formaban las Cortes.

En las Cortes Generales de la Corona de Aragón se celebraban conjunta y simultáneamente las Cortes de Aragón, Valencia y del Principado de Cataluña. El Reino de Mallorca no convocaba Cortes y enviaba a sus representantes a las del Principado. Como no se podían convocar fuera de Aragón ni del Principado, se solían celebrar en Monzón o en Fraga, localidades aragonesas equidistantes entre Zaragoza y Barcelona. Por separado, solamente cuando por motivos de temas específicos de los territorios, y por razones prácticas, no fuera necesaria la presencia de los otros territorios se podían convocar las catalanas en Manresa.
A diferencia de las Cortes de Castilla de la época, que funcionaban únicamente como órgano consultivo al que el rey podía conceder privilegios y fueros, las Cortes Aragonesas eran un órgano normativo, ya que sus acuerdos tenían fuerza de ley, en el sentido de contrato que el rey no podía revocar de ninguna forma, según las costumbres aragonesas que procedían de los buenos Fueros de Sobrarbe.

 Los fueros locales, fueros municipales o fueros en general eran las regulaciones jurídicas aplicables en una determinada localidad, cuya finalidad era, en general, regular la vida local, estableciendo un conjunto de normas en forma de derechos o privilegios, ya fuera otorgados por el rey, el propio señor de la tierra o el mismo concejo de vecinos, es decir, las leyes propias de un determinado lugar. Fue un sistema de derecho local utilizado en la Península Ibérica a partir de la Edad Media y constituyó la fuente más importante del Derecho altomedieval español. También fue usado en ciertas zonas de Francia y desde  finales del siglo X, el derecho local comenzó a fijarse por escrito.
La Carta Magna Inglesa fue escrita en 1215  y este documento constaba de 61 clausulas, en la cual se exponen claramente los derechos que los ciudadanos del reino tiene respecto a la corona, este documento data del reinado de de Juan Sin tierra, el cual fue forzado por varios de sus  Barones para que extendiera por escrito ciertas concesiones prometidas verbalmente, cuyos puntos más importantes están fundamentados en la posición del pueblo respecto a la iglesia, los señores feudales, los pueblos, el comercio y la vida pueblo en general.
Los Fueros de León de  fueron  firmados documentalmente por los Grandes del Reino en el año 1017;  y el rey de León, Alfonso V y la reina Elvira en la Catedral, la antigua de Santa María, constando el código de 48 disposiciones. Su redacción y promulgación a través de asamblea se ratificó en las Cortes de León de 1188, que arrancaron de la Corona un sistema parlamentario que contemplaba un sistema de garantías jurídicas que afectaban a la propiedad privada y a la inviolabilidad del domicilio, la inmunidad de la mujer en ausencia del marido, su capacidad de heredar, o la regulación de los medios de las pruebas y pesquisas, y la regulación de los mercados de los miércoles.

 En los territorios pirenaicos de Navarra y Aragón hay fueros documentados al menos desde el Fuero de Jaca de 1076, sin contar con el no escrito Fuero de Sobrarbe, cuya datación es incierta y cuya  señas de identidad se comparten con navarros y vascos, plasmándose en los fueros escritos navarros (Pamplona, Estella, Tudela) y guipuzcoanos (San Sebastián). A partir del Fuero de Zaragoza (1119) los fueros se extienden por el Bajo Aragón, donde son más tardíos, siendo los más relevantes los de Teruel y Albarracín, paralelos a los de Cuenca en la corona castellana.
Otro de los elementos característicos propios de la Ribagorza y valles aledaños, es su peculiar arquitectura. Al igual que en el Sobrarbe, en la Ribagorza es una de las comarcas aragonesas con mayor densidad de restos del primer románico conservados, el románico lombardo, formados por humildísimas parroquias rurales diseminadas, incomunicads y aisladas, que han desde la Baja Edad Media han sobreviviod a la Edad Moderna. Además como la vecina comarca del Sobrarbe, los conjuntos religiosos-militares encumbrados en lugares casi inaccesibles, como por ejemplo el Mon de Perarrua o el Castillo-Ermita de Fantova, encontramos monasterios románico lombardos  originarios del siglo IX, como el de Obarra y Alaón, o el antiguo cenobio de los Santos Justo y Pastor de Urmella, o las mismas ruinas del monasterio de San Martín de Caballera.
El estilo románico lombardo llegó a los Pirineos de la mano de maestros artesanos procedentes del Norte de Italia (aluden a los lombardos, tribu germánica que ocupó los territorios antes bizantinos del Norte de Italia,  es decir desde Milán hasta Rávena), que probablemente atravesaron Francia siguiendo el curso del río Garona, a través del Valle de Arán. Lo más probable es que vinieran  a reconstruir campanarios o torres de vigilancia (antiguas torres romanas), que decoraban con motivos lombardos, teniendo su inspiración en el arte bizantino. Los lugareños, una vez asegurados los territorios, es muy posible que les emplazaran a construir lugares de culto reproduciendo ábsides circulares como en Italia  (la mala cimentación con las que hicieron las de Aran, y la mala curvatura de las bóvedas, hace conjeturar o bien que no las acabaron o que no eran expertos en construir este tipo de naves). Del propio Valle de Aran en el siglo XI, el estilo debió replicarse a casi todas las iglesias de la diócesis de Roda tanto por el pirineo occidental y como el oriental, incluyendo al Condado entonces aragonés de Pallars (el Conde Arnal Mir, fue uno de los adalides en la reconquista de Lérida), hasta el impresionante conjunto  del valle de Bohi. En estas últimas, se utilizaron ya techos de madera, para evitar deslizamientos en las estructuras, como sucede en las de Aran, en especial en la Iglesia de Uña. En cuanto a la incógnita de los pintores que decoraron dichas iglesias con pinturas, debieron seguir un mismo itinerario por el corazón de Francia, siendo la citada iglesia de Uña de Aran, la que nos de alguna clave. Se trata de un fresco que reproduce una imagen de San Germain, obispo de Auxerre  visitando a Gala Placida en Ravena, que señalaría la relación evidente que existe entre el arte románico con el mundo bizantino. Ese primer románico lombardo y sus ilustraciones pictóricas, se hacen presentes en las iglesias pirenaicas del Valle de Aran (es una gozada para los adeptos del románico visitar Santa Eulalia de Unha, Bossots, Salardu,Arties, Vilamos o San Joan de Les), además de las vecinas declaradas patrimonio de la humanidad en el valle de Bohí (San Clemente, Santa Maria de Tahull, San Juan de Bohí, Santa Eulalia de Erill la Vall, Barruera, Durro).
En concreto la aparición de estos imponentes frescos  alusivos a la dama del Santo Grial, o del apocalipsis tan relacionados con la cultura oriental en este recóndito e inaccesible  valle pirenaico (Duran Gudiol,  no dudo en rescatarlos de sus propios cuidadores para llevárselos, y como no, al museo nacional de Cataluña), fueron  edificadas por los barones de Erill, cuya heredad era desde 1077 el  castillo de Erill, siendo su primer tenente el barón Ramón. En plena revolución feudal (no es extraño que las pinturas trataran en su temática el propio juicio final), surgirá en los dominios del castillo de Erill la controversia entre  los condes de Pallars Sobirà y los de Pallars Jussà, sobre su tenencia, que quedó para siempre unida a los destinos del condado de Pallars Jussà. Posiblemente la causa de las disputas y las rivalidades señoriales, fruto de esta revolución, pronto los Erill se decantaron hacia el servicio de los Reyes de Aragón (la corona en agradecimiento les dará la villa de Zaidin, y participan en la reconquista de Fraga, Almenar y otros lugares del Segriá y de la Franja de Poniente), tuviendo una gran influencia política en la Corona a través del obispo de Lerida Berenguer de Erill, o la abadesa de Sigena, Francisquina de Erill (su sarcófago en el Monasterio de Sigena, es un buen recordatorio).

 Pudo ser el propio canto gregoriano, introducido a la par de la llegada de artesanos canteros y pintores, pudiera tener su clave en forma musical en el pórtico de la Iglesia de Unha, con un posible código sonoro esculpido en el dintel de una de las puertas, y que también constituyen otro atractivo misterio.

 Cercanos a los ríos, en sus rutas longitudinales,  otro de los elementos patrimoniales de la Ribagorza y Aran son sus puentes medievales, herencia también del pasado romano, salvando barrancos y comunicando valles en un territorio tan especialmente abrupto como el que nos ocupa. Los mejores ejemplos de puentes medievales ribagorzanos los encontramos en Capella, Besians, Perarrua, Serraduy, Herrerías de Calvera, Sopeira y Olvena, habiendo sido muchos destruidos por riadas y avalanchas.
Pero ninguno de estos caminos, se entiende sin los senderos y pasos pirenaicos, que los montañeses usaron desde tiempos inmemoriales. Una mención aparte merecen  las rutas transversales, que hoy configuran el sendero GR11,  y ya nos hemos recorrido desde el valle de Aisa (Refugio de Lizara, collado del Bozo, los lecherines y Lopez Huici), dejando atrás Candanchú  y el Ibon de Estanes o la de los Ibones del Anayet a través de la Canal Roya dirección a Formigal y Somport que enlaza con los valles del oeste, a través de Panticosa se puede llegar a Ordesa y Pineta, y por el Cinca por el valle de Plan acercarse a las Granjas de Vidados para por la collarada (sin que te pille una tormenta de verano y el diluvio universal) llegar a Estos y Benás.  Nos supuso un desafío subir desde Anciles a Cerler a tomarnos el vermuth a pie de pista (y luego cuando bajas, siempre da pie desafiarse a tomar otro). Pero si queremos franquear los Montes Malditos, y la gran Atalaya del Aneto (lugar donde todo pequeño hombre, mirando al ocaso, vislumbra siempre con su honorable sombra lo que es un pequeño país). Sin duda lo mejor es ir al nacimiento del Esera  y ver el Forau de Aiguaslluts, ese gran sumidero que recoge las aguas del deshielo a través del río Ésera de los glaciares de Aneto, del Tempestades y del Mulleres, y lo vuelve a proyectar a casi 4 kilometros en línea recta en el norte del Valle de Arán. Lo mejor es ir por el paso del Coll del Toro hasta la Artiga de Lin, y llegar al sitio conocido como Uelhs deth Joeu o Los Ojos del Judío (también interpretable como Júpiter o del Diablo), que son las aguas que desembocan posteriormente en el rio Garona. Hay que subirse a los hayedos de Bausens (e ir a ver a Teresa) o ir a San Juan de Torán (a ver el conocido oso bandido de Pallars llamado Goiat). No he explorado la calzada romana, a través de la Bonaigua en Aran, aunque si de los pasos hacia Bohí a través de las rutas del pantano de Cavallers, los siete lagos en el Circ de Colomers y una subida (con baño includido  a unos  7 grados) en el Ibon de Besiberri. Pero sin duda hay que subirse a los llanos de Beret, lugar mágico del aquelarres mágicos equinocciales de Aran, y ver el nacimiento del Garona  (donde irá a parar las aguas de Joeu) y del Noguera ribagorzana.

 Todo este viaje  por la intrahistoria del pirineo, me vino (y hay que agradecérselo) de la placentera lectura de Regreso a tu piel de la benasquesa Luz Gabas, (tumbado con mi pierna fracturada, la mente no paró hasta imaginar una subida al Turbón,  con la idea de sorprender a alguna descuidada bruja). La ascensión real la comienzo algo cojo, con una primavera con nevada tardía, y con nieve abundante en las postrimerías del pico, que hace que lo intentemos desde la Ermita de la Virgen de las Aras, al no llevar más que un equipo básico de rastreador montañés, algo de comida y un poco de agua, y con esa nostalgia de memories del pasado, decidimos no arriesgar, que estas cosas de subir montañas, si se dejan subir, son para el verano, y con permiso de toda la mitología.
Lo mismo te ocurre si intentas comprobar la transversalidad del valle, y te adentras por el rio Estós hasta el refugio, tras pasar por la famosa cabaña del Turmo, y encarar (había mucha nieve primavera y no nos arriesgamos), hasta el puerto de Chistau, bordeando el macizo e ibones del Posets, hasta las granjas de Viados, en el límite del Valle de Plan (todavía recuerdo la aventura o encontronazo, que tuvimos del otro lado,  si tal vez con el duende Yangorri recién llegado de Lascún,  de la propia bruja Ona Mari de Amboto, o la misma hada Mariuena, sin descartar al propio Zeus recién venido de Creta, que nos lanzaron todos los rayos del universo, colmatando los ibones y torrenteras, a escala del diluvio universal, y como salimos  a duras penas de la ribera del Cinqueta de Añes, convertido casi en un inmenso torbellino de agua y zozobra, y muy bien calados hasta los tuétanos).

No debía perder la ocasión de volver  a Liri, con ya pocos barranquisos, y recordar las tardes de Agosto que un verano pase en mi niñez, contemplando intemporalmente el majestuoso Turbon (con 13 años no se sabe todavía nada de brujas), mientras que en la fonda, ante un delicioso revuelto de perrechicos recién cogidos, nos recita una poesía popular que contenía, el dialogo socarrón entre un altivo Turbón y un osado Pico Gallinero (la poesía, la buena forma y la comida natural, sin duda le ayudo al posadero a vivir más de 100 años, según tengo entendido, en la residencia de Castejon de Sos, lástima que no recuerde su nombre para escribirlo con mayúsculas y el literal de la canción). Los días pasaban entonces sin contratiempos, placenteros, entre los Albasisos, mientras mi padre tiraba, colgado literalmente del monte con su potente oruga, rocas ciclópeas que previamente la dinamita había separado de la montaña, y que rodaban ladera abajo como bolas de piedra, retumbando cuan tambor en un mullido suelo del prado. Yo buscaba, mucho más arriba, en la espesura del bosque  rectas varas de avellano, para atizar a nuestros almendros del llano, y recuerdo que no dejaba la oportunidad de pelearme con la imaginación, contra los Medardos de Graus y los Marcelinos de Suils, con los que luego me pelearía de verdad durante casi toda mi vida. Y qué decir de los Magañons, noticias de algún paisano que de improviso encañonaba con la escopeta al Ingeniero y al topógrafo que acotaban sus senderos, diciendo que por sus prados no pasaba nadie. Había que convencer y con respeto pactar con los mismos, para seguir con el proyecto de la carretera. Una buena amistad, podía significar hacer algún trato con alguna codiciada pierna de cecina de vaca, que colgaban de los cobertizos.

 O visitar a mi tío Vicente, que hizo el camino opuesto a nuestros antepasados, volviendo a la montaña desde el llano, y casándose con una montañesa ribagorzana,  en pleno camino de la calzada romana que iba de Benas hacia Roda. Por él, y antes de Palmeras en la Nieve, supe de la emigración africana de los habitantes del valle (me dijo que no le gustaba pegar a negros, por eso no se enroló como mucho mozos del valle, para ir a Guinea), y que la decisión de subir al Valle, fue por su pasión desde chico por el ganado (en mi pueblo, de chico siempre se ofrecía a llevar a las mulas de los vecinos, a la fuente, que gustosos accedían tras una agotadora  jornada de labranza, para ver si encontraba a algún tratante gitano, los más astutos y regateaba con algún intercambio o venta, que por suerte nunca acababa en acuerdo).
Quien ama no puede morir, le dijo Cristela a Attua en la novela de Luz Gabas Como el Fuego en el Hielo, y lo mismo ocurre con los recuerdos de los que más quisimos (el pensamiento se me va oyendo cantar a la gran soprano montisonense Maria Eugenia Boix o Boj). O como otro personaje de dicha novela, Shelton, al que recuerdo ante el Castillo de Valmirande, el que prefería la compañía de las montañas, sólidas, sabias  y eternas a otros sinsentidos.
No quiero dejar estas andanzas por los pirineos sin hablar de la brujería, y de la impresión que supuso ver el túmulo de los enterramientos de las 21 que fueron ejecutadas en Las Paules en el siglo XVI, y que de nuevo la literatura de Luz Gabas, en Regreso a tu Piel, nos pone en sobreaviso.
Lo primero, decir que en Aragón y en España, ha habido brujas mujeres y brujos, de hecho Cervantes ya habla en el Quijote de un tal Torralba, procesado por brujo en 1528 por el Santo Oficio, al afirmar que viajo en 13 horas, el 6 mayo 1527 y por ver in situ  el saco de Roma por los tropas imperiales.
Pero sin duda el primer testimonio escrito sobre la Brujería en los Pirineos, lo debemos  al citado en la introducción histórica Abad Oliva de Vich, que en carta fechada en 1023 avisaba al Rey de Navarra Sancho el Mayor sobre las costumbres de los repobladores occitanos, que tenían por costumbre el practicar la magia y utilizar augurios para nada menos que saber el futuro. Será mucho después cuando se empiecen a toman medidas contra adivinadores y envenenadoras, oficios practicados indistintamente por mujeres y hombres (curiosamente, en Aragón, la Santa Inquisición proceso a más hombres que mujeres).

Será la Inquisición o Santo Oficio, el instrumento que utilizo la Iglesia para luchar contra estas supersticiones, y era la preferida por los desventurados que eran acusados de brujería, dado que se seguía un largo y riguroso procedimiento (en el Hereje de M. Delibes, se explica con todo detalle para delitos relacionados con desviaciones doctrinales. Me llamó la atención vallisoletano de Pedrosa llamado Pedro de Lanuza, pertenecía a secta de los alumbrados y debe salir en la documentación que manejó en esta obra maestra el magnífico escritor castellano ); dado que el otro estamento que solía acusar era el propio municipio, contratando a afamados especialistas en buscar brujas y a la vez verdugos, que con técnicas arbitrarias y casi a destajo, señalaban y juzgaban sumariamente el destino de las personas (la Inquisición rara vez lo hacía, consideraba la brujería una forma de superchería fruto de la sugestión colectiva, que no era tan peligrosa como la herejía) . En este último caso nos encontramos con el proceso en Las Paules el 21 de marzo de 1594 (se llamaba entonces Sentpere), con ahorcamiento de unas 21 mujeres en lo alto de la Ermita de San Roque, y que descansan todas juntas en os fosados de A Torre, una fosa común no muy lejos del pueblo.

No sabemos la edad ni la causa real, (lo de danzar en equinoccio de primavera, como siguen haciendo ante el mallo de Les, antes de ser quemado por el solsticio, era una costumbre purificadora sin consecuencias punitivas en los Pirineos; pero lo cierto es que solían ser acusadas  mujeres viudas (muchas veces repudiadas por hijos y nueras), solteras sin hermanos varones que las apoyaran,  y en general personas que supusieran una supuesta carga para la mentalidad de esas comunidades. El miedo a los cambios de la naturaleza, las tormentas o avalanchas catastróficas, sequías o lluvias torrenciales,  las epidemias y perdidas en el ganado, o muerte súbita en personas, eran achacadas por los montañeses a acciones de gigantes (como el Ome granizo en el Turbón), duendes, hechiceras o brujas-encantadoras. Tal vez debamos hacer una lectura maltusiana a estos desastres naturales, (como aun acontece en algunas culturas africanas), y pensar que las fosas comunes son más comunes de lo que parece, incluidos los Pirineos.

Todas estas cosas, y más me pasaron por la cabeza cuando estaba con los ojos cerrados en  la piscina exterior de los baños de benasque, disfrutando de unos confortables 24 grados, en una fría tarde de primavera todavía rodeado de nieve. La  boira va cubriendo el valle desde los llanos del hospital, ya estamos llegando a los 5 grados y la salida va a ser buena.

1 comentario:

  1. Hola Manuel,

    ¿Puedes contactarme? Es para un tema de la familia Lanuza.

    Gracias.

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