miércoles, 12 de junio de 2013

La Ley WERT

La reforma de la Educación en España, era una tarea inaplazable. Todos los informes internacionales, venían avisando que no estábamos haciendo las cosas bien con la educación. Nuestras posturas inmovilistas al respecto, que la ideología que subyace en nuestro sistema educativo han alimentado, añadido a la fragmentación del sistema, constituye un lastre adicional a la actual situación económica y a la debilidad del país..

La Ley propuesta por el ejecutivo, es una ley continuista y muy poco ambiciosa. Los ejes en los que se articula, flexibilidad de itinerarios, control externo del sistema y autonomía de los centros, son una especie de remedios de urgencia, tratados bajo el prisma de los dictámenes de los expertos de la OCDE, pero que no dejan de ser obviedades tan grandes, que han logrado poner a la comunidad educativa en pie de guerra, al coincidir en el tiempo con los recortes presupuestarios.

No es una ley valiosa (si la traducimos sagazmente del alemán, con permiso de su señoría), porque el principal problema de nuestra educación es cómo salen los alumnos de primaria. A todo español se le debería garantizar una educación en su lengua materna, en la que aprendiera a leer, escribir, elaborar conceptos y frases, calcular, hablar en público sobre los mismos con educación, preguntar sobre el conocimiento con respeto, capaz de desarrollar la curiosidad por el pensamiento científico, saber buscarlo para satisfacerla. Saber escuchar, interpelar y argüir en la lengua materna, es el desafío no afrontado de la reforma. Y que se olviden de nuevas tecnologías, bilingüismo y estandarización, lo prioritario es aprender a pensar, no la apariencia de saber como hacen los políticos.

Otro aspecto no afrontado es la ausencia de motivación de los Alumnos y la falta de disciplina en las Aulas. ¿Cómo se puede enseñar a alguien que no quiere aprender? No sirve responsabilizar, como se hace hasta  ahora al profesorado, de la ausencia de esfuerzo o entusiasmo, que por desgracia se contagia rápidamente como un infeccioso virus por todo el sistema. Y la falta de respeto hacia el profesorado por parte de ciertos padres, que son voceros de la frustración que les reporta sus adorados hijos ante los Órganos de Dirección de los Centros o Administración Educativa en general. Por cierto, son más escuchados éstos padres de hijos que van mal, que  los padres de los hijos excelentes, resignados a soportar un sistema mediocre que los discrimina en general, cuando no hace la vista gorda ante agresiones morales indeterminables o las físicas de no se sabe que tipo de violencia sobre el conocimiento.

Las pruebas de evaluación externa, o reválidas, se les podría haber ocurrido cuando traspasaron las competencias educativas a las CCAA, o cuando pagaban los conciertos a la privada. Es tan obvia la función de control, que sólo en un país en bancarrota se les puede ocurrir dar dinero sin garantía de control, salvo el autocontrol hiperburocrático que han construido las propias Autonomías.

¿Autonomía de los Centros? Pero si los Centros no han asumido las escasas competencias que tenían hasta ahora. Muchos han hecho dejación de sus funciones, con responsables sin preparación para gestionar recursos humanos, tareas de motivación de los profesores, potestad disciplinaria o de liderazgo ante situaciones sobrevenidas. No se puede tener autonomía para contratar interinos sólo. Y cuando  se debe el cargo a fulano o a mengano, y no se está preparado para gestionar, pues contrataremos a los de siempre.

Otra reforma pendiente, la profesionalización e independencia de los Órganos Directivos de los Centros, claves para motivar a profesionales y alumnos, para orientar a los padres sobre las cualidades reales y no ficticias de sus hijos, y los destinos que mejor se adaptan, sin demagogia, a las mismas. No puede ser que se admita a todos en un bachillerato de ciencias, porque la FP es para tontos, y se quiten las matemáticas para hacerlo más fácil. Debe haber un currículo finalista supervisado por expertos, y dejarse de tanta picaresca y falta de escrúpulos a la hora de conseguir un título de Bachiller, que cada vez está más devaluado, porque no viene acompañado con destrezas, conocimientos o habilidades.

Finlandia es el espejo de los expertos en educación que han avalado esta no sabemos si efímera reforma. 




Pueden pensar en un grupo de apreciados profesores Finlandeses en un Colegio Bilingüe Español, con alumnos, padres y dirigentes educativos españoles. En menos de un año, comenzarían a hablarse del síndrome de Fines Telecom o de que todos los profesores son iguales, aunque sean rubios. El respeto y el esfuerzo, es algo que muchos creen proviene del frío, pero sale del corazón de las personas verdaderamente concienciadas.

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