jueves, 21 de mayo de 2015

ANDALUCIA, LA OCCIDENTAL

Cuando se abandona la larga llanura manchega, en dirección al sur y Andalucía, raras veces te detienes en el  Paso  de Despeñaperros, en la pequeña localidad Jienense de Santa Elena.
Un monumento y un centro de interpretación, rinden homenaje a la batalla de la Navas de Tolosa (1212), en un año éste pasado de efemérides relacionadas con el Rey de Castilla Alfonso VIII y su esposa normanda, Leonor de Plantagenet, una de las mejores reinas que hemos tenido nunca.
Conviene tener en mente, que la fundadora de las Huelgas Reales de Burgos, llegó a España por Navarra con 9 años, casó en Tarazona con Alfonso,  y falleció a finales  de Octubre de 1214 en Castilla, poco después que él,  tras haberle dado 10 hijos y forjado una dinastía que, expandiría el legado de la cultura juglaresca y monástica del Cister (desde la añorada abadía Fontevraud en Francia), en una mezcla sincrética con lo mudéjar, por toda la península. Era Condesa de Gascuña por herencia materna de Aquitania  y muchos gascones, solos o aliados en la hueste aragonesa de Pedro II el Católico (mesnaderos montañeses oscenses inclusive) vinieron a luchar a las Navas contra los almohades.
Pero lo que impresiona es la orografía de un terreno, en el que se enfrentaron el gran ejército almohade venido de su capital Marraquech, de la mano de su emir Al-Nasir, el príncipe de los creyentes; y el ejército cruzado comandado por el Rey de Castilla Alfonso, con el de Aragón por Pedro II el Católico. En la empresa, participaron  cruzados franceses, caballeros y tropas concejiles, clérigos e hidalgos, al que se unió a última hora el Rey de Navarra Sancho el Fuerte, notándose la ausencia del Rey de León.
La que se conoce como la carga conjunta de la caballería pesada española, cuando la Reserva de los tres Reyes cristianos en la parte final de la batalla, y tras el llamamiento al sacrificio definitivo del propio Rey Alfonso, al confesar al Obispo Ximenez de Rada de Toledo que les esperaba seguro la muerte, bien podría servir de ejemplo a los españoles de cómo superar unidos las adversidades. En esa batalla, combatieron contracorriente caballeros y plebeyos castellanos, vascos, aragoneses y catalanes. Y triunfaron abriendo las puertas de la reconquista de Andalucía, entonces con diferencia el reino más rico y próspero de la península ibérica.
Continuamos nuestro camino sin detenernos en Córdoba, en dirección a Sevilla a la que llegamos de madrugada, cuando los primeros rayos de sol resbalan sobre el Guadalquivir y la Torre del Oro. Tras un magnífico y abundante almuerzo sevillano, a base de tostadas, huevos y jamón de Huelva recién cortado, nos encaminamos a la torre almohade de la Giralda, para visitar la grandiosa catedral gótica. Mencionar sus tesoros, capillas o dependencias  y patios se haría interminable. Entre sus tumbar reales y los alardes de riquezas en oro y plata, propio de la época del siglo XVI,  hay que hacer mención a la del Almirante Cristóbal Colón, artífice del origen de buena parte de este legado. Se hace imprescindible visitar el Archivo de Indias, en el que se recopilan documentos de la exploración, conquista y evangelización de América, que pudimos admirar, por lo que suponía el descubrir un mundo totalmente nuevo: pueblos, riquezas, culturas, animales exóticos y plantas.
Tras una vuelta por las abigarradas callejas del barrio de Santa Cruz,  donde uno esperaba encontrarse con alguna reminiscencia cervantina, nos adentramos en la Casa de Pilatos, alegoría de la Semana Santa Sevillana, en un solar expropiado por la Inquisición, se construye un Palacio Renacentista-mudéjar,  que Marques de Tarifa, tras una estancia como Virrey en Nápoles, convierte en una colección de valiosísimos objetos artísticos y esculturas romanas.

Pero el motivo fundamental de recalar en Sevilla, que fue reconquistada por el nieto de Leonor,  Fernando III el Santo, era visitar los Reales Alcázares una vez más. Estos lugares gótico-mudéjares, plagados de historia y coetáneos de la Alhambra, tuvieron en su origen fines militares (evitaron un saqueo vikingo en época califal) para pasar a ser luego dependencias palaciegas y de descanso de los Reyes. Las salas del palacio y los jardines son el escenario elegido para el rodaje de la serie Juego de Tronos, serie ambientada en el enfrentamiento entre los Lancaster y los York, de la Guerra de las dos Rosas en Inglaterra, que esperamos con avidez ver en la próxima temporada (Reino de Dorne al sur de poniente se recrea en Sevilla y las ocho Serpientes de Arena entran en acción, en un ambiente de época en los Jardines del Agua).
No hay que marcharse de Sevilla sin visitar la parte nueva, pasando por el Palacio de San Telmo y adentrándose en el Parque María Luisa por la Plaza de España, recordar la figura inquietante de los Montpensier. Con un verano caluroso, el pasear por sus 34 hectáreas de glorietas y jardines, acondicionados para la Exposición Universal  Hispanoamericana de 1929, con la huella del paisajista francés Le Forestier,  es un suspiro para los turistas y sevillanos que no se han ido a la costa.
En nuestro camino siguiendo el curso del gran Guadalquivir, nos acercamos a Coria del Rio, la población de los Samurais Japoneses convertidos al catolicismo por los misioneros franciscanos, dejando los laberintos de Agua, arrozales y marismas de Isla Mayor y Cabezas de San Juan, donde ha rodado otra gran película española, La Isla Mínima. El camino acaba en Sanlúcar de Barrameda, puerta del Rocío y lugar de llagada de las Flotas de Indias. De aquí partió Colón en su tercer viaje (volvería encadenado con sus hermanos al final del mismo) y punto de llegada del cuarto y último viaje. El lugar es paso a Doñana y lugar de peregrinación hacia el Rocío. Desde la casa de hielo, se puede disfrutar de la historia de estos parajes únicos. Desde la formación, o propiedad del parque, hasta sus ilustres huéspedes.
Llegando a Chipiona, que es la playa de Sevilla, y lugar de descanso eterno del gigante Gerión, se atisba un trabajo propio de Hércules el recorrer su larguísima playa, que llega desde la desembocadura del Guadalquivir hasta Costa Ballena en Rota.
Es curioso el sistema de pesca que usaron para pescar con los flujos de las mareas, los corrales marinos y el imponente Faro de origen romano, el más grande de España, y visible desde las paradisiacas playas del parque de Doñana y de la vía fluvial del Guadalquivir hacia el Puerto de Sevilla. El Santuario de Nuestra Señora de la Regla y el Castillo árabe son otros puntos donde perderse, tras visitar alguna de sus marisquerías o degustar su delicioso Moscatel en alguna de sus numerosas bodegas.
Su larguísima y concurridísima playa, se presenta llena de personajes autóctonos, risueños y comunicativos. Se muestran muy felices, y aquí nadie se plantea ningún hecho diferencial o reivindicación territorial alguna.
Una de las razones, bien pudiera ser, que según datos de Hacienda los Andaluces reciben del resto del Estado 7.421 millones (cifra que contrasta con los 8.455 millones que aportan los catalanes), siguiendo una metodología neutra sobre balanzas fiscales. Es decir, que la solidaridad de una región bastante rica ahora financiaría a otra pobre, incluyendo lo que se destina a Ceuta y Melilla (702 millones). En la época de la Reconquista, la situación era justamente la contraria, y Andalucía fue un lugar de emigración y fuente de recaudación fiscal recurrente. Otra pregunta que queda en el aire, es el porqué la autonomía política ha sido tan nefasta para una región tan rica en un pasado no tan lejano y con tantos recursos naturales y humanos. Clientelismo y miedo al cambio, o una identidad inventada, quien los sabe.
Una visita obligada es acercarse a la  Sanlúcar de Barrameda, para visitar el Palacio Ducal de Medina Sidonia, sede de la Casa de los Álvarez de Toledo, y antes de los Grandes de España Pérez de Guzmán (descendientes de militar y noble leonés Guzmán el Bueno, defensor heroico de Tarifa). Degustar el vino manzanilla junto a unas buenas tapas es obligado.
Al ser un lugar de partida a las Indias, asi como partida de la circunvalación de la tierra por parte de Magallanes y El Cano, hay multitud de Conventos de las diversas congregaciones, en el que destacan las Carmelitas, además de numerosas Iglesias y Palacios.
Sus extensas playas, que se conocen como Costa de la Luz, el comercio y la actividad portuaria, se ve realzada por el paso natural en barcaza de la Romería del Rocío.

Para hacer un recorrido por el parque hay que coger un transbordador que te cruza a Doñana, y salvo que vayas en bici o a pie, tienes que obligatoriamente ir en una expedición con guardas del parque en todoterrenos. Comenzando por las interminables playas, los paisajes de dunas, los corrales de pinos reforestados mediterráneos y las marismas, nos encontramos en un lugar salvaje donde se oculta el lince, jabalíes, ciervos y gamos, ánsares, águilas imperiales ibéricas, águilas culebreras, garcetas, garzas reales, espátulas, ibis o flamencos, entre una flora exuberante de lentiscos, pinos piñoneros, retamas, romeros, rosales salvajes o enebros marítimos. Peces y anfibios, insectos variopintos y varios Palacios como oasis entre las estepas, el más antiguo el de Lomo de Grullo, que data de tiempos Alfonso X el Sabio y estableció un coto real, el Palacio del Acebrón construido por los Medina Sidonia, propietarios durante siglos del coto (el nombre del coto proviene de la Marquesa Ana Gómez de Mendoza y Silva, hija de la emparedada Princesa de Eboli),  o el Palacio de las Marismillas, conocido por ser lugar de asueto ecológico de los políticos y estadistas, en especial Presidentes de Gobierno de España desde Felipe González. El lugar tiene algo especial, en el disfrutaron Cayetana de Alba (XIII duquesa) recién enviudada del propietario XV Duque de Medina Sidonia, con el pintor de las majas vestida y desnuda Francisco de Goya. Y también antes  el propio Francisco de Quevedo, que asistió a una cacería del Rey Felipe IV en el Coto, en busca del favor Real (Sus venablos literarios como el lanzado a la Reina Mariana: entre el clavel y la rosa, su majestad es-coja; le habían hecho caer en desgracia por hablar demasiado y claro). Fue una invitación del  IX Duque de Medina Sidonia, a la que asistieron 12.000 personas entre invitados y sirvientes, cuyos banquetes e intendencia hicieron un verdadero  estrago en la potentísima economía ducal.


En Jerez de la Frontera, de nuevo nos adentramos en la Andalucía con más sabor.  Partiendo de su magnífica Muralla y Alcázar,  su Colegiata Catedral y las múltiples iglesias o Monasterios como el de la Cartuja, no hay que perderse el Palacio de Abrantes (Escuela Andaluza de Arte Ecuestre) o el Palacio de Bertemati, sede de la diócesis de Asidonia-Jerez.  Pero lo que realmente nos sorprende es el Palacete Neoclásico Victoriano conocido como  Museo del Tiempo, con su vasta colección los relojes y bastones, en su día propiedad de los Ruiz Mateos.
Pero se la conoce por sus Bodegas (Garvey, Domecq, Gonzalez-Byass, Estévez, Sandman ,etc..) y por sus vinos. Las primeras vides fueron traídas por los fenicios a la zona de Jerez en torno al 1100 a. C. que se cocían para transportarlo en sus barcos, con una graduación  muy alta. En el año 138 a. C. Escipión Emiliano, el que logró someter a Numancia, pacifica la región y comienza a exportar sus delicatesen a la metrópoli: vino, aceite de oliva y  el célebre garum (una especie de pasta de pescado en salazón parecida al escabeche).
En el siglo octavo con la llegada de los árabes a España, se sigue consumiendo vino a pesar de la prohibición del Corán. En 966, el gran Almanzor, decide arrancar las vides, pero los jerezanos convencen al califa Alhaken II, de que las uvas pasas daban energía en el combate a los soldados, logrando salvar un tercio de las vides.
Tendría que ser Alonso X el que sabiamente, y con la reconquista definitiva en 1264, expandiese el consumo del vino. Los cristianos no solo bebían vino y comían cerdo para diferenciarse de los musulmanes o judíos. Incluso se lo daban a beber a los caballos para estimularles antes de las batallas. Ya entonces, en el siglo XII, se enviaba el vino a Inglaterra, donde se empezó a conocer por el nombre árabe de la ciudad, "Sherish", origen de la palabra “sherry”.

El Puerto de Santamaría, también reconquistada por Alfonso X el Sabio, con su Alcazaba y  su monumental plaza de toros y sus incontables bodegas, es un buen lugar para seguir la ruta del Asedio, la novela de Arturo Pérez Reverte. Como mejor se llega a Cádiz es por barco desde el Puerto, y te haces a la idea de la importancia estratégica de la tacita de plata. Ya el gran Fernando el Católico quiso fundar Puerto Real, para tener naves reales en la bahía, y no depender tanto de la flota de Rodrigo Ponce de León, Duque de Cádiz (no confundir con el Palentino Juan Ponce de León, legendario Gobernador de Puerto Rico y descubridor de Florida y de la Corriente del  golfo, que fue paje de Fernando el Católico en Aragón y luego se embarcaría con Colón a explorar las Indias). En este puerto navegó por primera vez Isabel  la Católica, tenedora ya de una poderosa flota de guerra con naos castellanas y aragonesas.
Cádiz fue fundada por los fenicios sobre el 1104 a. C., cuando naves procedentes de Tiro y Sidón recalaron en su puerto natural. De ahí los toponímicos de Asidonia, y de los abundantes restos arqueológicos púnicos y hasta de objetos egipcios que se encuentran en las necrópolis en toda la zona.
Atravesando la bahía en barco (la melodía marinero de luces en la cabeza, mirando el presidio del puerto), dejando a la izquierda la Isla de Trocadero con sus caños, y una vez que llegas al puerto, después de pensar bien podría ir navegando en la Surprise, con Jack Aubrey y el Doctor Maturin (ya por fin convencido de la bonanza de la reunificación de Irlanda, frente a la secesión catalana), te encuentras solo desembarcar con una estatua de Blas de Lezo, que vivió en el Puerto de Santamaría con su familia. Se ve que los gaditanos no temen a las críticas de nadie, y fueron los primeros en emular a los de Cartagena de Indias, honrando al héroe que impidió la conquista británica de Sudamérica. Este bravo marino de Pasajes, al que sus guardiamarinas llamaban Makila Hanka, es el mejor embajador de ésta gran puerta de América que fue Cádiz. Nos perdemos por la bulliciosa ciudad, sus Arcos, su Catedral Nueva, la Casa del Obispo o la Antigua Cárcel Real. Los baluartes y Castillos (Santa Catalina o San Sebastián), las Alamedas, Playas como la Caleta, Plazas como San Felipe Neri (oratorio y museo de la Primera Constitución) o la Torre de Tavira. Todo lleno de recuerdos  del pasado y de personajes reales. Recordaba una obra de que vi hace poco  ambientada en la ciudad, relacionada con el mundo más subterráneo, carnavalesco y canallesco, pintoresco y vivo, también en el que el sentido del humor tan guasón, muy negro, te ayuda a evadirte de una realidad también como la ciudad, con sabor salado y decadente.
El museo constitución adosado histórica iglesia-oratorio de San Felipe Neri (sede de las Cortes de Cádiz y lugar de discusión y aprobación de la famosa Constitución de 1812, también llamada la Pepa). Perderse por el centro y subir a la torre Tavira es obligatorio, no sin antes reponer fuerzas comiendo en alguna tasca típica una fritá, o una tortilla de camarones, huevas fritas o pescaditos, con un buen fino o manzanilla previa,  para no desentonar con el paisanaje.
Voy pensando en volver a casa, tal vez la Ruta de la Plata, y ya con poco circulante, esa sea una buena carta de navegación en la que enfilar nuestra Carabela vital rumbo a nuestro Norte.


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