Cuenta una leyenda altoaragonesa que
cuando Roldán, que era sobrino de Carlomagno, al mando de la retaguardia del
ejército franco que atacó Pamplona, se retiraba hacia Francia, hostigado desde
el sur por los navarros y vascones, fue rodeado en la Peña Amán cerca de Huesca.
Roldán, para liberarse de sus obstinados perseguidores, espoleó con dureza a su
caballo que, de un prodigioso salto, alcanzó la peña de enfrente de San Miguel,
y sorteando temerariamente el abismo sobre el Rio Flumen, dejó marcadas sus imperecederas
huellas en la propia roca.
Lejos de la leyenda, la
topografía del lugar se modeló a mediados del periodo Terciario, pues los ríos pirenaicos arrastraron las gravas y
cantos desde los glaciares del Pirineo hasta la depresión del Ebro. Estos depósitos,
consolidados como conglomerados, han sido esculpidos por los ríos, dando lugar
a unas formaciones columnares denominadas «mallos» y configurando un
característico y vigoroso relieve en un entorno esencialmente calizo como es la
Sierra de Guara. Esta fue la frontera natural que separaba el Reino
Navarro-Aragonés, del mundo musulmán en la Edad Media.
El Salto de Roldán, fue una zona
militarizada de Al-Andalus, durante la pertenencia de la ciudad de Huesca al
Califato de Córdoba. La fortaleza allí situada recibía el nombre de "Tan
Wa Man". El episodio bélico más importante vivido en ese periodo fue el
asalto del Rey García Sánchez I de Pamplona en el año 941 a los baluartes de
Sen y Men. Estas posiciones, situadas en la parte superior de las dos peñas, fueron
recuperadas al año siguiente por el señor musulmán de Zaragoza, algo que fue
festejado hasta en la Mezquita de Córdoba.
El castillo de San Miguel de Sen,
donde luego hubo una ermita románica, fue recuperado junto a Santolarieta
probablemente por Ramiro I sobre el
1060.
Pero fue su hijo Sancho Ramírez,
quien superó esa posición. Tras tomar en 1067 Alquezar, y en 1083 las plazas de
Graus y Ayerbe en 1084, somete Naval y Arguedas. Su estrategia era la de dominar
el llano de la Hoya de Huesca, desde las alturas de la Sierra de Guara. Así se
iba asegurando, con la construcción de castillos que servían de lanzadera, y
luego como protección de la tierra conquistada. Lo mismo
había hecho con El Castellar en 1078, frente a Zaragoza. Fortificó Sancho
Ramírez el castillo de Loarre, y construyó las fortalezas de Obanos, Garisa, el Monasterio de Montearagón, Artasona (al sur de Ayerbe) o Castiliscar entre otros. Y en 1087 fortificó
Estada, Estadilla y Zaidin.
Puso muros a las localidades de
Abiego, Santa Eulalia la Mayor y Labata, con el fin de terminar de cercar la
ciudad musulmana de Wasqa o Huesca.
Los pueblos de la ribera del
Isuela por los que discurría la antigua calzada romana hacia los Pirineos,
tales como Nueno (pueblo más al norte donde llegaron los musulmanes, último en
usar la teja árabe en sus techos), Sabayes, Apiés, Igries o Yéqueda, fueron
militarmente neutralizados en los casi 3 años que duró la conquista de Huesca,
incluyendo la muerte en combate de Sancho Ramirez ante la ciudad en 1094, mucho
antes de la definitiva batalla de Alcoraz en 1096.
El asedio fue obra de navarros y
aragoneses, colaborando muy estrechamente la población cristiana de la Sierra
de Guara, además de algunos nobles exiliados en la corte aragonesa, como Diego Peláez,
depuesto Arzobispo de Santiago de Compostela. Se dice de la intercesión en la
Batalla de Alcoraz de San Victorián, dado que sus reliquias se llevaron ex
profeso al campo de batalla; y de San
Jorge, portado anónimamente por un cruzado alamán, que luchó sin caballo.
En 1097, todos los pueblos de la
Hoya mencionados son ya de realengo, disponiendo de tenentes o gobernadores
militares en las plazas. Conquistada Huesca por Pedro I, los cedió como feudos
al Abad de Montearagón, y las Iglesias, al Obispo de Huesca. Apiés en
concreto, pasó por distintos
propietarios, entre los que se encuentran Don Gastón, vizconde de Bearne; Doña
Lascara de Grecia; D. Pedro Martínez de Luna (el Papa Benedicto XIII). En
concreto su hijo Antonio de Luna recibe de Pedro el Ceremonioso la donación
perpetua del mero y mixto imperio y otras jurisdicciones criminales de Alcalá,
Agón, Barbués, "Torres", "Apies" y "Lienas"; y D.
Ximenez de Urrea. Sabayés acabará siendo de los Bergua.
La conquista de Huesca pronto
tuvo resultados: Se expulsa extramuros a los moriscos y judíos, y se instituye
el culto mozárabe en la Mezquita Aljama. Se introduce el cristianismo y el
latín. Se instaura un Obispo de la Diócesis de Huesca-Jaca, y el árabe va
cediendo paso al uso del aragonés pirenaico. Casi de inmediato los cristianos
tomaron definitivamente Barbastro y pronto se iniciará la conquista de Zaragoza
tras la toma de las Cinco Villas por el Rey Alfonso el Batallador.
No será hasta 1101, cuando se
logre recuperar definitivamente las
villas más islamizadas de la Sotonera, además de Bolea, Puibolea o Lierta. Se
instauran también tenentes o seniores, bajo régimen de realengo para, proteger
a la población mudéjar que permaneció en el lugar, organizada en aljama con su
mezquita, de los nuevos colonos replobadores, aunque la propiedad de las
tierras seguía siendo real.
Aunque ya había viñas antes de la
reconquista, en la época romana, es a partir de ella, cuando debió de empezar a
cobrar importancia este cultivo, pues son muy numerosos los documentos
conservados de los siglos XI y XII alusivos a majuelos o viñas recién
plantadas. Del mismo modo la abundancia y calidad de los vinos, permitió a las
gentes de estas tierras una holgada economía, que se vio reflejada en la
arquitectura rural y en su mobiliario.
A mediados del siglo XII, la
influencia del Monasterio de San Victorian de Sobrarbe, favorecido tras la
conquista de Huesca por Pedro I, es muy marcada. Poseedor de legados y tierras
de realengo, poseía por ejemplo en
Igriés la herencia de Albathal, que consistentía en un tercio de casa, dos
huertos, ocho campos y varios Olivares.
En 1273 Jaime I, propone la
construcción catedral gótica sobre el solar de la vieja mezquita aljama. La
techumbre será en principio de madera.
Los reyes de Aragón celebraron
varias veces Cortes en Huesca y el monarca, don Pedro "el
Ceremonioso", concedió autorización para que se fundara la Universidad.
La tolerancia, imperó en aquella
época, lo que redundó en beneficio de la ciudad que conoció un rápido progreso,
al acoger a un buen número de peones musulmanes, muy hábiles artesanos y
agricultores, así como a comerciantes judíos, francos y catalanes.
La población alcanza una cifra
cercana a 7.000 habitantes, lo que es importante porque en una época
preindustrial el crecimiento económico se basará siempre en el crecimiento de
la población.
En 1425, Alfonso V el Magnánimo,
concede el privilegio de tránsito al Conde Tomás de Egipto, dado que iba a
Compostela y le exonera a él y a sus súbditos gitanos, del pago de peajes por
el camino jacobeo. Aparecen en Huesca, documentados desde 1501, y pese a los
intentos de expulsarles, en la época de Fernando el Católico, no se logrará
debido a su permanente nomadismo.
La imposición del Tribunal del
Santo Oficio de la Inquisición por parte de Fernando el Católico, no solo contravino
las leyes y el derecho aragonés hasta entonces, sino que enturbió la
convivencia en la que se basaba el progreso social bajomedieval. Fue el
verdadero instrumento que utilizaron los monarcas para ir cercando los derechos
y libertades contemplados en los fueros de Aragón, e implantar una justicia
única y centralista.
La sociedad aragonesa de la época
era ya una sociedad muy jerarquizada, y férreamente dividida en estamentos
(grupos sociales): nobles, caballeros, infanzones, hidalgos, ciudadanos de muy
diversa condición, e incluso siervos sujetos a la tierra y sometidos al régimen
feudal, que imponían sus señores.
La expulsión de los judíos
decretada en 1.492 por los Reyes Católicos, propinó un duro golpe a la economía
de la ciudad, no tanto por la cuantía demográfica de la población, sino por la
cualificación personal, que repercutió negativa en la industria y en el
comercio.
La expulsión de 1492 afectó a las
deudas de los Angelet, una familia de la
judería de Huesca y Ayerbe, que
perseguida por la Inquisición tenían un importante préstamo de 4.000
sueldos jaqueses con el concejo de Apiés, que devengaba probablemente un
interés entre el 5 y el 10 %. La
ausencia de los judíos, impidió la financiación de inversiones de municipios y
de obras menores. Sin embargo en 1515, se termina la Catedral, con techumbre de
piedra y muros más altos y en 1534, por orden del cabildo el escultor
valenciano Damián Forment esculpe el imponente retablo mayor de la catedral.
El Censo de 1495, que Fernado I el
Católico hizo hacer en la Cortes de Tarazona, dado que se esperaba una posible
invasión francesa, fue recontado en 1609
dando una población por fogaje o familias cristianas en las comarcas
aragonesas. En Jaca por ejemplo fueron 143,
en Biescas eran 55, en Panticosa eran 71, en Esposa eran 14, en Bescos eran 13,
en Ipies eran 4, en Lanuza eran 27, en Arguisal eran 6, en Escuer eran 8, en Apies llegaban a
28 fuegos, en Igriés eran 21 fuegos de cristianos más 7 de moriscos, en Bolea eran
100, en Puibola eran 12, Lierta solo 2, Gratal tan solo 1 (éstos últimos
moriscos sin especificar), en Almudevar llegaban a 112, en Alcalá de Gurrea eran 18, , en Sariñena alcanzaban 158, en Lanaja eran 122, y en Huesca llegaban a 616 fuegos. También
en Bardallur eran 55, y en Plasencia alcanzaban los 68 fogajes.
Otro acontecimiento interesante
es la consolidación definitiva de la
Universidad de Huesca: logra una sede permanente (acuerdo de 1513 para que la
Universidad se instale en el antiguo palacio real, donde permanecerá hasta su
cierre en 1845); fundación de sus primeros colegios, entre los que destacan los
de Santiago y San Vicente; llegada de la imprenta en 1575, traída por la propia
Universidad.
Las expulsiones de los moriscos
comienzan poco después de la de los judíos, ya que en 1504 se decretó en
Castilla la conversión obligatoria o la expulsión de los mudéjares. La nobleza
aragonesa que basaba buena parte de su riqueza en la mano de obra mudéjar (unos
30.000, que trabajaban los campos, alfarería y madera), no permitió al
principio que se aplicara en Aragón.
Gracias a ello, el Siglo XVI fue
de desarrollo económico, y sobre todo de crecimiento demográfico, propiciado por
el final de las epidemias de peste que habían diezmado la población en los
Siglos XIV y XV. Se introduce el vino en la dieta, se construyen bodegas para
almacenarlo y se dedica casi el 40 % superficie para su cultivo. En las tierras
del monasterio de Sijena, el porcentaje llegó hasta el 80 %. Es también un
tiempo de bandidos y brujas. El Concejo Oscense, que tenía un verdugo a sueldo,
se emplea a fondo en colaboración con la Inquisición. Entre 1564 y 1565, hay
una terrible epidemia de peste que afecta a la ciudad. Las graves pérdidas
demográficas no impiden, sin embargo, que prosiga la tendencia alcista de la
población, que es común al esplendor de
todo el siglo XVI. Por lo cual podemos concluir que el auge económico,
político, social y cultural que vivió Aragón en el siglo XVI, fue el mayor de toda su historia.
Fernando II de Castilla y primero
de Aragón, murió en 1516, y heredó el trono su nieto, Carlos I de España. El
viejo reino de Aragón no era sino un pequeño país de poco más de 210.000
habitantes o 51.540 fuegos, frente a los más de 4 millones de habitantes de
Castilla. Estaba menos desarrollado económicamente que ésta, y con una clase dirigente más preocupada por
sus intereses particulares que por el bienestar colectivo del reino.
Durante el reinado de Felipe II,
en 1571 los obispados de Huesca, Jaca y Barbastro, son divididos y desgajados de la antigua
diócesis de Huesca-Jaca. La desmembración del obispado fue vista en la ciudad
como un duro revés.
En 1610, Felipe III decretó la
expulsión de los moriscos de todos los Reinos y Estados de la Corona de España,
lo que repercutió en el Reino de Aragón con 63.491 exiliados; de los cuales 12.470
salieron por el puerto pirenaico de Somport hacia puertos franceses.
En concreto, los lugares de
moriscos de Puibolea (horno de cocer pan, el molino de aceite y el granero) y
Gratal (salinas, tejar y calcinera ) que fueron donados al Monasterio de Loreto
tras la confiscación a los Lanuza, se
repueblan en 1611 con 15 familias de cristianos viejos (procedentes de Biescas,
Arguis, Apiés, Poleñino, Used, Secastilla, Huesca, Barrachina, La Almolda,
Lierta, Aniés, Igriés y Bolea). Una de las anotaciones notariales menciona la
donación:
“A Gaspar de Lanuza, de Biescas,
se le dona los bienes del morisco Rodrigo de Castro: consistentes en una casa
lindante con la mezquita, una era, dos suertes de olivar, un huerto, una viña, otra
viña tapiada, con quince cahizadas y treinta barcillas de tierra”.
Las abundantes zonas despobladas,
hubieron de ser repoblarlas también con franceses, navarros y catalanes. Pese a
todo se deshizo el tejido productivo, bajó la producción y las rentas de los
señores y monasterios se empobrecieron.
La monarquía española puso en el
plano político todo su interés en acabar con todas aquellas referencias que
recordaran el pasado del reino de Aragón. Felipe III impidió que se reunieran
las Cortes de Aragón durante todo su reinado, desde 1598 hasta 1621.
Huesca sufre una gravísima
crisis, que la sume casi en una decadencia finisecular. Las poblaciones
campesinas de cristianos viejos son poco proclives a la elaboración de
manufacturas y se centran en producir para el autoconsumo. Tan solo con la
llegada de los Borbones se consigue, tras un periodo de bonanza económica y
aumento de la producción, que se alcance a finales del siglo XVIII la misma
población urbana que se tenía en el siglo XIII la ciudad, mientras que en la
comarca se mantiene la baja población que quedó tras las expulsiones.
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