viernes, 28 de marzo de 2014

EL SALTO DE ROLDAN: APOGEO DE HUESCA DURANTE LA RECONQUISTA Y DECLIVE CON LAS EXPULSIONES (V)

Cuenta una leyenda altoaragonesa que cuando Roldán, que era sobrino de Carlomagno, al mando de la retaguardia del ejército franco que atacó Pamplona, se retiraba hacia Francia, hostigado desde el sur por los navarros y vascones, fue rodeado en la Peña Amán cerca de Huesca. Roldán, para liberarse de sus obstinados perseguidores, espoleó con dureza a su caballo que, de un prodigioso salto, alcanzó la peña de enfrente de San Miguel, y sorteando temerariamente el abismo sobre el Rio Flumen, dejó marcadas sus imperecederas huellas en la propia roca.
Lejos de la leyenda, la topografía del lugar se modeló a mediados del periodo Terciario, pues  los ríos pirenaicos arrastraron las gravas y cantos desde los glaciares del Pirineo hasta la depresión del Ebro. Estos depósitos, consolidados como conglomerados, han sido esculpidos por los ríos, dando lugar a unas formaciones columnares denominadas «mallos» y configurando un característico y vigoroso relieve en un entorno esencialmente calizo como es la Sierra de Guara. Esta fue la frontera natural que separaba el Reino Navarro-Aragonés, del mundo musulmán en la Edad Media.
El Salto de Roldán, fue una zona militarizada de Al-Andalus, durante la pertenencia de la ciudad de Huesca al Califato de Córdoba. La fortaleza allí situada recibía el nombre de "Tan Wa Man". El episodio bélico más importante vivido en ese periodo fue el asalto del Rey García Sánchez I de Pamplona en el año 941 a los baluartes de Sen y Men. Estas posiciones, situadas en la parte superior de las dos peñas, fueron recuperadas al año siguiente por el señor musulmán de Zaragoza, algo que fue festejado hasta en la Mezquita de Córdoba.
El castillo de San Miguel de Sen, donde luego hubo una ermita románica, fue recuperado junto a Santolarieta probablemente por  Ramiro I sobre el 1060.
Pero fue su hijo Sancho Ramírez, quien superó esa posición. Tras tomar en 1067 Alquezar, y en 1083 las plazas de Graus y Ayerbe en 1084, somete Naval y Arguedas. Su estrategia era la de dominar el llano de la Hoya de Huesca, desde las alturas de la Sierra de Guara. Así se iba asegurando, con la construcción de castillos que servían de lanzadera, y luego como protección de la tierra conquistada. Lo mismo había hecho con El Castellar en 1078, frente a Zaragoza. Fortificó Sancho Ramírez el castillo de Loarre, y construyó las fortalezas de Obanos, Garisa, el Monasterio de Montearagón, Artasona (al sur de Ayerbe) o Castiliscar entre otros. Y en 1087 fortificó Estada, Estadilla y Zaidin.
Puso muros a las localidades de Abiego, Santa Eulalia la Mayor y Labata, con el fin de terminar de cercar la ciudad musulmana de Wasqa o Huesca.
Los pueblos de la ribera del Isuela por los que discurría la antigua calzada romana hacia los Pirineos, tales como Nueno (pueblo más al norte donde llegaron los musulmanes, último en usar la teja árabe en sus techos), Sabayes, Apiés, Igries o Yéqueda, fueron militarmente neutralizados en los casi 3 años que duró la conquista de Huesca, incluyendo la muerte en combate de Sancho Ramirez ante la ciudad en 1094, mucho antes de la definitiva batalla de Alcoraz en 1096.
El asedio fue obra de navarros y aragoneses, colaborando muy estrechamente la población cristiana de la Sierra de Guara, además de algunos nobles exiliados en la corte aragonesa, como Diego Peláez, depuesto Arzobispo de Santiago de Compostela. Se dice de la intercesión en la Batalla de Alcoraz de San Victorián, dado que sus reliquias se llevaron ex profeso al campo de batalla;  y de San Jorge, portado anónimamente por un cruzado alamán, que luchó sin caballo.
En 1097, todos los pueblos de la Hoya mencionados son ya de realengo, disponiendo de tenentes o gobernadores militares en las plazas. Conquistada Huesca por Pedro I, los cedió como feudos al Abad de Montearagón, y las Iglesias, al Obispo de Huesca. Apiés en concreto,  pasó por distintos propietarios, entre los que se encuentran Don Gastón, vizconde de Bearne; Doña Lascara de Grecia; D. Pedro Martínez de Luna (el Papa Benedicto XIII). En concreto su hijo Antonio de Luna recibe de Pedro el Ceremonioso la donación perpetua del mero y mixto imperio y otras jurisdicciones criminales de Alcalá, Agón, Barbués, "Torres", "Apies" y "Lienas"; y D. Ximenez de Urrea. Sabayés acabará siendo de los Bergua.
La conquista de Huesca pronto tuvo resultados: Se expulsa extramuros a los moriscos y judíos, y se instituye el culto mozárabe en la Mezquita Aljama. Se introduce el cristianismo y el latín. Se instaura un Obispo de la Diócesis de Huesca-Jaca, y el árabe va cediendo paso al uso del aragonés pirenaico. Casi de inmediato los cristianos tomaron definitivamente Barbastro y pronto se iniciará la conquista de Zaragoza tras la toma de las Cinco Villas por el Rey Alfonso el Batallador.
No será hasta 1101, cuando se logre  recuperar definitivamente las villas más islamizadas de la Sotonera, además de Bolea, Puibolea o Lierta. Se instauran también tenentes o seniores, bajo régimen de realengo para, proteger a la población mudéjar que permaneció en el lugar, organizada en aljama con su mezquita, de los nuevos colonos replobadores, aunque la propiedad de las tierras seguía siendo real.
Aunque ya había viñas antes de la reconquista, en la época romana, es a partir de ella, cuando debió de empezar a cobrar importancia este cultivo, pues son muy numerosos los documentos conservados de los siglos XI y XII alusivos a majuelos o viñas recién plantadas. Del mismo modo la abundancia y calidad de los vinos, permitió a las gentes de estas tierras una holgada economía, que se vio reflejada en la arquitectura rural y en su mobiliario.
A mediados del siglo XII, la influencia del Monasterio de San Victorian de Sobrarbe, favorecido tras la conquista de Huesca por Pedro I, es muy marcada. Poseedor de legados y tierras de realengo,  poseía por ejemplo en Igriés la herencia de Albathal, que consistentía en un tercio de casa, dos huertos, ocho campos y varios Olivares.
En 1273 Jaime I, propone la construcción catedral gótica sobre el solar de la vieja mezquita aljama. La techumbre será en principio de madera.
Los reyes de Aragón celebraron varias veces Cortes en Huesca y el monarca, don Pedro "el Ceremonioso", concedió autorización para que se fundara la Universidad.
La tolerancia, imperó en aquella época, lo que redundó en beneficio de la ciudad que conoció un rápido progreso, al acoger a un buen número de peones musulmanes, muy hábiles artesanos y agricultores, así como a comerciantes judíos, francos y catalanes.
La población alcanza una cifra cercana a 7.000 habitantes, lo que es importante porque en una época preindustrial el crecimiento económico se basará siempre en el crecimiento de la población.
En 1425, Alfonso V el Magnánimo, concede el privilegio de tránsito al Conde Tomás de Egipto, dado que iba a Compostela y le exonera a él y a sus súbditos gitanos, del pago de peajes por el camino jacobeo. Aparecen en Huesca, documentados desde 1501, y pese a los intentos de expulsarles, en la época de Fernando el Católico, no se logrará debido a su permanente nomadismo.
La imposición del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por parte de Fernando el Católico, no solo contravino las leyes y el derecho aragonés hasta entonces, sino que enturbió la convivencia en la que se basaba el progreso social bajomedieval. Fue el verdadero instrumento que utilizaron los monarcas para ir cercando los derechos y libertades contemplados en los fueros de Aragón, e implantar una justicia única y centralista.
La sociedad aragonesa de la época era ya una sociedad muy jerarquizada, y férreamente dividida en estamentos (grupos sociales): nobles, caballeros, infanzones, hidalgos, ciudadanos de muy diversa condición, e incluso siervos sujetos a la tierra y sometidos al régimen feudal, que imponían sus señores.
La expulsión de los judíos decretada en 1.492 por los Reyes Católicos, propinó un duro golpe a la economía de la ciudad, no tanto por la cuantía demográfica de la población, sino por la cualificación personal, que repercutió negativa en la industria y en el comercio.
La expulsión de 1492 afectó a las deudas de los Angelet, una  familia de la judería de Huesca y Ayerbe, que  perseguida por la Inquisición tenían un importante préstamo de 4.000 sueldos jaqueses con el concejo de Apiés, que devengaba probablemente un interés entre el  5 y el 10 %. La ausencia de los judíos, impidió la financiación de inversiones de municipios y de obras menores. Sin embargo en 1515,  se termina la Catedral, con techumbre de piedra y muros más altos y en 1534, por orden del cabildo el escultor valenciano Damián Forment esculpe el imponente retablo mayor de la catedral.
El Censo de 1495, que Fernado I el Católico hizo hacer en la Cortes de Tarazona, dado que se esperaba una posible invasión francesa, fue  recontado en 1609 dando una población por fogaje o familias cristianas en las comarcas aragonesas. En Jaca  por ejemplo fueron 143, en Biescas eran 55, en Panticosa eran 71, en Esposa eran 14, en Bescos eran 13, en  Ipies eran 4, en Lanuza eran  27, en Arguisal  eran 6, en Escuer eran 8, en Apies llegaban a 28 fuegos, en Igriés eran 21 fuegos de cristianos más 7 de moriscos, en Bolea eran 100, en Puibola eran 12, Lierta solo 2, Gratal tan solo 1 (éstos últimos moriscos sin especificar), en Almudevar llegaban a 112, en Alcalá de Gurrea  eran 18, , en Sariñena alcanzaban 158, en  Lanaja eran  122, y en Huesca llegaban a 616 fuegos. También en Bardallur eran 55, y en Plasencia alcanzaban los 68 fogajes.
Otro acontecimiento interesante es la  consolidación definitiva de la Universidad de Huesca: logra una sede permanente (acuerdo de 1513 para que la Universidad se instale en el antiguo palacio real, donde permanecerá hasta su cierre en 1845); fundación de sus primeros colegios, entre los que destacan los de Santiago y San Vicente; llegada de la imprenta en 1575, traída por la propia Universidad.
Las expulsiones de los moriscos comienzan poco después de la de los judíos, ya que en 1504 se decretó en Castilla la conversión obligatoria o la expulsión de los mudéjares. La nobleza aragonesa que basaba buena parte de su riqueza en la mano de obra mudéjar (unos 30.000, que trabajaban los campos, alfarería y madera), no permitió al principio que se aplicara en Aragón.
Gracias a ello, el Siglo XVI fue de desarrollo económico, y sobre todo de crecimiento demográfico, propiciado por el final de las epidemias de peste que habían diezmado la población en los Siglos XIV y XV. Se introduce el vino en la dieta, se construyen bodegas para almacenarlo y se dedica casi el 40 % superficie para su cultivo. En las tierras del monasterio de Sijena, el porcentaje llegó hasta el 80 %. Es también un tiempo de bandidos y brujas. El Concejo Oscense, que tenía un verdugo a sueldo, se emplea a fondo en colaboración con la Inquisición. Entre 1564 y 1565, hay una terrible epidemia de peste que afecta a la ciudad. Las graves pérdidas demográficas no impiden, sin embargo, que prosiga la tendencia alcista de la población, que es  común al esplendor de todo el siglo XVI. Por lo cual podemos concluir que el auge económico, político, social y cultural que vivió Aragón en el siglo XVI,  fue el mayor de toda su historia.
Fernando II de Castilla y primero de Aragón, murió en 1516, y heredó el trono su nieto, Carlos I de España. El viejo reino de Aragón no era sino un pequeño país de poco más de 210.000 habitantes o 51.540 fuegos, frente a los más de 4 millones de habitantes de Castilla. Estaba menos desarrollado económicamente que ésta,  y con una clase dirigente más preocupada por sus intereses particulares que por el bienestar colectivo del reino.
Durante el reinado de Felipe II, en 1571 los obispados de Huesca, Jaca y Barbastro, son divididos y desgajados de la antigua diócesis de Huesca-Jaca. La desmembración del obispado fue vista en la ciudad como un duro revés.
En 1610, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de todos los Reinos y Estados de la Corona de España, lo que repercutió en el Reino de Aragón con 63.491 exiliados; de los cuales 12.470 salieron por el puerto pirenaico de Somport hacia puertos franceses.
En concreto, los lugares de moriscos de Puibolea (horno de cocer pan, el molino de aceite y el granero) y Gratal (salinas, tejar y calcinera ) que fueron donados al Monasterio de Loreto tras la confiscación a los Lanuza,  se repueblan en 1611 con 15 familias de cristianos viejos (procedentes de Biescas, Arguis, Apiés, Poleñino, Used, Secastilla, Huesca, Barrachina, La Almolda, Lierta, Aniés, Igriés y Bolea). Una de las anotaciones notariales menciona la donación:
“A Gaspar de Lanuza, de Biescas, se le dona los bienes del morisco Rodrigo de Castro: consistentes en una casa lindante con la mezquita, una era, dos suertes de olivar, un huerto, una viña, otra viña tapiada, con quince cahizadas y treinta barcillas de tierra”.
Las abundantes zonas despobladas, hubieron de ser repoblarlas también con franceses, navarros y catalanes. Pese a todo se deshizo el tejido productivo, bajó la producción y las rentas de los señores y monasterios se empobrecieron.
La monarquía española puso en el plano político todo su interés en acabar con todas aquellas referencias que recordaran el pasado del reino de Aragón. Felipe III impidió que se reunieran las Cortes de Aragón durante todo su reinado, desde 1598 hasta 1621.
Huesca sufre una gravísima crisis, que la sume casi en una decadencia finisecular. Las poblaciones campesinas de cristianos viejos son poco proclives a la elaboración de manufacturas y se centran en producir para el autoconsumo. Tan solo con la llegada de los Borbones se consigue, tras un periodo de bonanza económica y aumento de la producción, que se alcance a finales del siglo XVIII la misma población urbana que se tenía en el siglo XIII la ciudad, mientras que en la comarca se mantiene la baja población que quedó tras las expulsiones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario