En estas pasadas
fechas, se celebró el día Mundial de la Alimentación, como un recordatorio
hacia la Humanidad, aquellos seres humanos que convivimos muy cerca sobre la
faz de la tierra, no ya sin conflictos ni desencuentros, en busca de unas
condiciones mínimas, que para la vida, son el umbral de la subsistencia. No hay
que olvidar que la lucha se hace desde las familias, bajo el liderazgo de las
mujeres, que son las que piensan más en el largo plazo.
Pese a que hay una leve mejoría estadística sobre los
logros en la lucha contra esta lacra, hay una cifra todavía escandalosa de 805
millones de personas excluidos del derecho a alimentarse, o con desnutrición
crónica, en un mundo que produce lo suficiente para abastecer de alimentos a
todos sus moradores.
Hemos reducido la
pobreza extrema, pero una de cada nueve personas sigue padeciendo hambre. Los
más débiles, los niños, en una cifra de 162 millones sufren malnutrición. Se ha
conseguido el acceso al agua potable para 2.000 millones de personas, pero la
mitad carecen de letrinas para evitar la propagación de las infecciones.
En cuanto a la
lucha contra la malaria y la tuberculosis, que se logrado contener, se abre un
nuevo frente con la prevención del
VIH/Sida y la lucha sin cuartel contra fantasma del Ébola.
En Educación
primaria, pese a los avances, hay más de
50 millones de niños y niñas que no tienen acceso ninguno a la escuela.
La mortalidad
materna se ha reducido a la mitad, pero 300.000 mujeres murieron por causas
previsibles relacionadas con el embarazo y el parto.
La igualdad en la
toma de decisiones ha mejorado, pero solo 46 países tienen más del 30 % de
mujeres parlamentarias en alguna de sus cámaras, y la globalización ha supuesto
incluso un retroceso en algunos, por motivos de integrismo religioso.
El desafío
medioambiental subsiste, ya que las emisiones de CO2 han aumentado en casi un
50 % en los últimos años, en los que han seguido desapareciendo bosques,
biodiversidad y fuentes de agua.
La crisis ha hecho
una disminución de las ayudas públicas a los países pobres. En 2015 España
destinará a la Ayuda Oficial al Desarrollo el 0,17 % PIB.
En resumen no se
puede entender los fenómenos de la emigración ilegal, de las guerras tribales,
o del integrismo religioso, sin ese profundo muro que separa a muchos habitantes
de este mundo globalizado, a la hora de disponer de un
mínimo acceso a la satisfacción de las necesidades básicas y al ejercicio de
los más elementales derechos humanos que levanta la pobreza.
Paralelamente
comprobamos como, en nuestro primer mundo, se va empobreciendo por una práctica
que, achacábamos a los países del sur, pero que definitivamente es de naturaleza global: El relativismo moral,
la falta de compromisos, la miseria espiritual, la falta de trabajo o la
corrupción, muchas veces institucionalizada de los partidos políticos, y la
incapacidad para una administración prudente y previsora de los recursos
económicos. El cortoplacismo y el egoísmo sin límites, han arrinconado a la
solidaridad y a los planes en común, y vemos como desfilan por los medios de
comunicación personajes poderosos, sin valores, que no dudan a la hora de
justificarse, y pensar que eran meros ejecutares de una política social
ruinosa, que solamente les beneficiaba a ellos o a sus partidarios más
allegados.
Desde las más
profundas convicciones humanitarias y/o religiosas, son muchos los que
defendemos a la familia humana con problemas, como un bien a proteger.
Defendemos un estilo de vida basado en la responsabilidad con un consumo más austero
y sostenible, que evite el desperdicio de los alimentos, para minimizar los
efectos ambientales y las consecuencias de la inseguridad alimentaria provocada
por la fluctuación, a veces abusiva, de los precios agrícolas.
Se pide a todos los
podres públicos y fácticos, que garanticen el derecho a la alimentación,
entendido como el acceso al mínimo vital de alimento, con un apoyo a la
agricultura familiar ecológica que evite el uso de pesticidas o productos para
agrocombustibles, y que fomenten el uso de energías verdes que no favorezcan el
cambio climático. Además el mercado mundial de alimentos, se regule para evitar
que la especulación provoque fluctuaciones abusivas de los precios.
Entre las
organizaciones que ayudan directamente a los más necesitados, se puede
comprobar cómo son las más eficaces aquellas que involucran socialmente a las
mujeres, dado que no solo se crean las bases de una cultura de la
sostenibilidad, sino que asientan la población, fomentan el ahorro y el
desarrollo económico.
Es una enseñanza de
nuestros Misioneros, verdadero capital humano de éste país, esas personas
buenas que lo dejan todo por ayudar a los demás, y que lo hacen directamente sin ayuda de
nadie, y de los que tenemos que sentirnos orgullosos habida cuenta que somos el
segundo país, tras los Estados Unidos, en disponer de una red social de verdad comprometida
con los más pobres.
En particular, los
que colaboramos en Manos Unidas, hemos podido ver personalmente cómo las
protagonistas de nuestros programas, nos agradecían personalmente nuestro apoyo
y mostraban su orgullo por la lucha pacífica que en sus países están
desarrollando. Las gracias que siempre acompañan a la solidaridad.
Hemos podido
comprobar, el testimonio del Salesiano Guillermo Treviño, en su estancia en
Costa de Marfil, de cómo estas misiones sostenidas con ayudas privadas sirven
de centros sociales de refugio, educativos, sanitarios o de formación
profesional, y contribuyen al desarrollo de una sociedad africana, todavía
inmersa en la dinámica de las luchas
tribales y en vías de desarrollo. Haciendo un especial hincapié en el papel de
la mujer africana como factor de subsistencia en una sociedad nómada y
desestructurada familiarmente, en la que el hombre se va y la mujer permanece con los hijos, y que tanto se parece a la nuestra actual.
Yo me pregunto, si
no deberían asesorar estas mujeres coraje a nuestros Ministros de Economía, del
cómo hacer más con menos, sin necesidad recortar nada, tan solo replanteándose
éste absurdo gasto público improductivo que requiere tantos sacrificios, en forma de
impuestos y deuda pública.
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