El partido político de Ciudadanos de
Albert Rivera (no confundir con otros ciudadanos, que los hay), ha sido mi
primera y única experiencia en política, y se puede decir que ha durado como la
gestación de un embarazo prematuro, apenas nueve meses.
Abrumado por la situación del país, de
corrupción y de crisis generalizada, de avance de opciones populistas y
secesionistas, opté por colaborar con la resistencia ciudadana, que encarnaba sobre
el papel el partido de Rivera, y me afilié a su partido, más como experiencia personal,
que con la intención de hacer carrera política.
Pongo el título de una de mis películas
favoritas, la australiana de Peter Weir de 1983, a mi experiencia, porque
ciertamente el papel de inexperto reportero, protagonizado por Mel Gibson (más
mayorcito en mi caso, claro), me podría concernir, pero en realidad hago
alusión a otras cosas mucho más personales, que me han ocurrido paralelamente.
El caso es que entro en una agrupación
con gente heterogénea y desconocida, que en principio comparte las mismas
ideas: hay que dignificar la política, luchar contra la corrupción, el
separatismo y volver a mirar a nuestra nación con orgullo. Se lo debemos a
nuestros hijos, y no podemos permanecer pasivos e impasibles ante lo que sucede,
muchos era la primera vez que militamos en un partido, y teníamos ilusión en
hacer algo diferente.
Comencé a participar en los actos del
partido, a conocer a gente, a establecer contactos y me doy cuenta que
funcionan desde hace poco y eran muy pocos, las reuniones siempre en bares.
Pero iban llegando progresivamente, conforme se aproximan los Comicios Municipales
de 2015. Pero hay un punto de inflexión, una Asamblea (Presidida y Tutelada por
Luis Fuentes, inveterado político independiente salmantino, encomendero político
de Rivera para Castilla y Léon) en la que aparece en bloque de nuevos afiliados
con cargo público procedentes del PRCAL (escisión de Tierra Comunera), en la
que se abre la ejecutiva a estos nuevos miembros. Curiosamente, el único que
votó en contra de ensanchar la ejecutiva ampliamente, tal y como quería Luis
Fuentes, fui yo, y tenía mis razones.
El sociólogo y politólogo alemán, Robert
Michels, (alumno de Max Weber) estudió en el convulso siglo pasado la tendencia
de las organizaciones a establecer un pacto de confianza entre los miembros de
sus oligarquías o casta de conocidos, que se cierra como una falange, para
ayudarse mutuamente evitando la competencia de nuevos líderes que surgen de la
masa social. Es la Ley de hierro de la Oligarquía, que expones en su obra Los
Partidos Políticos, que viene a establecer que los líderes progresistas en
principio, se vuelven conservadores para mantener o incrementar su poder a
cualquier precio, incluso renunciando a sus viejos principios. Michels afirmaba que
"tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una
minoría", y que con el tiempo, toda organización se vuelve oligárquica.
La mejor manera
de acelerar el proceso, en ciudadanos, fue incorporar una serie de minúsculos y
casi extintos, partidos independientes de tipo regionalistas de izquierda, con
sus respectivas oligarquías.
El primer acto
de las mismas, fue pactar con los miembros más proclives a buscar poder, para
eliminar a los rivales políticos más peligrosos. El Coordinador de Ciudadanos que
había puesto en marcha el partido, tras ser ratificado en Ejecutiva, es
destituido una semana después, porque quiere supervisar personalmente las
candidaturas en la provincia. La nueva Coordinadora, antigua Secretaría de
Organización, no cuelga las Actas en la Web para conocimiento de los afiliados.
Pero la cosa no queda aquí, el oscurantismo y la opacidad les lleva a vulnerar
la libertad de expresión, aplicando arbitrariamente la libertad de expulsión (sin
respetar ni plazos, ni estatutos, ni procedimientos establecidos) sobre 3
compañeros de la ejecutiva, porque uno de ellos quería ser Candidato a la
Presidencia de la Junta de Castilla y Léon (obtuvo todos los Avales necesarios para
enfrentarse en votación a Fuentes, pero lo inhabilitaron cautelarmente hasta que pasaron las elecciones, y los expulsaron). La
Ejecutiva, se enrocaba en minoría para asaltar el poder.
Esto se dio
cuando fueron las primarias al
Ayuntamiento de Burgos. En una Asamblea para elegir candidatos, me presento con
un discurso muy contundente en el que denuncio públicamente que las cosas se
están haciendo mal, que no hay transparencia ni garantías para los afiliados
expedientados, que una ejecutiva sin 3 de sus miembros, no es operativa, que
nuestra prioridad es la acción política en la ciudad y que si yo resulto
elegido como candidato obtendríamos 6 Concejales (masa crítica de votos
necesaria para optar a ser representativos) y si no saldrían sólo 4. Con una
Mesa en Contra (juez y parte en la elección dado que la Coordinadora se postulaba
y salió elegida como candidata a la Alcaldía, por los pelos), resulto elegido
el número 10, a tan solo 11 votos el
número 2, que tiene el apoyo del aparato del partido (amén familiares hasta
tercer grado y hasta empleados de familiares, yo iba solo, pero debo el veto al Ciudadano de Tebas). Luego me piden que vaya
en las listas del 20 al 27, a lo que les digo que no cuenten conmigo.
La campaña
electoral fue caótica y penosa: carpas con contratos raros, les piden dinero
primero a los candidatos, luego a los afiliados sin más, y no se ponen de acuerdo ni para
hacerse unas fotos junto a cuatro farolas. De la acción política o programa, ni se
habla. Todo viene dado de Barcelona en forma de eslóganes y marketing de Albert
Rivera.
Tras las
elecciones, viene el esperpento de los Pactos, donde ya tomamos conciencia unos
cuantos, que nuestra ejecutiva reducida (instalada en el autobuserismo
político) y que gobierna ciudadanos con la venía de Fuentes y del equipo de
Rivera en Barcelona, se ha equivocado. Se han elegido candidatos que en su
mayoría salen bien en la foto, pero que no viven siquiera en Burgos. Incapaces
de llegar a acuerdos, ni con el partido más votado, ni con la coalición que
tiene más concejales. Y que encima, se proclame la coordinadora candidato a la
Alcaldía (sin conocimiento de la Asamblea de Ciudadanos, tan solo de Luis
Fuentes su valedor), no con 6 ediles que tenían que haber sacado, con los 4 que
les dije que sacarían. El resultado, es que la única Concejala preparada para serlo, y que había trabajado seriamente en la campaña, Silvia, no se dejó manipular en el enredo, y fue amenazada, expedientada y expulsada sin esperar procedimiento alguno. Cuando
la designaron como no adscrita, me di cuenta que mi voto, y mi opinión no
contaba para nada, al igual que la de toda la gente que la apoyó democráticamente en
las primarias. Es preferible la sumisión al buen trabajo.
Por esto, y
tras la toma de conciencia de que ciudadanos era una plataforma o una
asociación, que nada tenía que ver con lo que esperábamos, yo y varios
afiliados, junto con ex militantes y simpatizantes, decidimos firmar un
manifiesto en el que pedimos la dimisión de la ejecutivas locales y regionales
por seguir una línea contraria a los principios democráticos, que se garantizan en la Constitución, en cuanto a que la organización interna y
funcionamiento de un partido debe ajustarse a los principios democráticos, a la
transparencia y a la garantía de los derechos de todos sus miembros.
Recibí un caótico expediente de Barcelona (no sabían
ni mi nombre), y les contesté que de inmediato me dieran de baja del partido.
Mi
experiencia es que hablo ahora más de política desde la clandestinidad, que
cuando militaba en un partido. En apariencia era un partido renovado, con
líderes de después del 78, pero que es como todos, aunque proponga primarias,
nadie puede hacer nada contra la oligarquía de partido. Sus dirigentes, son ex
de formaciones variopintas (Solución Independiente, PSOE, Juventudes del PP,
Tierra Comunera, Ciudadanos de Burgos de Lesmes Peña, etc..) y a la sombra de
Rivera pueden llegar muy lejos. Tras
echar a más de medio partido, contando con los que se han ido motu proprio, han
conseguido que un mediocre candidato (le saque 11 votos de diferencia en las
primarias municipales, y soy poca cosa) pueda llegar al Congreso de los
Diputados.
Y para proponer qué. Supresión de
Diputaciones, engrosando sus funcionarios en las CCAA. Con qué ahorro de Gasto
Público. El Senado, cuando debería ser tarea de los innumerables Parlamentos
Autonómicos el darle vida como verdadera Cámara de Representación Territorial,
que aumentara la productividad de unos políticos muy bien pagados, pero que no
dan la talla precisamente, porque son de segundo nivel. Un Senado por cierto,
que se especializara en compilar y derogar la inflación de Leyes que tenemos y de
armonizar las autonómicas que atenten contra la igualdad de los ciudadanos
españoles y la unidad de mercado. En materia de Educación, suprimir la Función
Pública e imponer un MIR, no va a atraer precisamente a los mejores
profesionales. Pongan sueldos de políticos (por ejemplo el de portavoz parlamentario
autonómico), y verán cómo padres y alumnos respetan más al docente, y eso se
traduce en una mejora de la calidad de enseñanza, aunque aumente bastante el
gasto público. Pero eso no entra en el juego político, en el que siempre se
busca un chivo expiatorio para eludir responsabilidades, y el mediático Rivera
ha demostrado que es un alumno aventajado.
Tanto los partidos nuevunos como
viejunos, se caracterizan en que compiten con el bajo nivel cultural del país, rivalizando
en su incultura democrática hasta el absurdo. Obtenido el cargo orgánico, se
sacraliza el liderato, y los afilados de base pasan a ser súbditos sin que nadie garantice sus derechos. Los nuevos partidos no
existen, son otra cosa, y los aparatos son los que conforman una oligarquía que
dictamina lo que es políticamente correcto y lo que no.
Hay que recordarles que el primero que
habló de la casta fue un nacido antes de 1978, el autor de tragedias griego Sófocles (430 a.C.), y debiera ser Edipo el que llevara al psiconalista a éstos apóstoles de la
nueva política: Fotogénicos, mediáticos y con tablas de telepredicador o
presentador de televisión, que representan un guión escrito previamente, y eso en
el mejor de los casos. Con estos
principios, y su poca preparación, la regeneración no va a ser nada nuevo, y es
mejor que no cuenten conmigo.
Los políticos son los primeros que,
siendo consecuentes, deberían hacer un
MIR de 7 años, para ser nombrados para cargo orgánico o institucional alguno.
El modelo francés tal vez, y una Escuela de Administración Pública con
prácticas obligatorias en el Sector Público, sería una posibilidad. No podemos
tener tantos políticos, tan bien pagados y poco rentables, necesitados de una
caterva de asesores.
Como dice Henning Mankell en una de sus
novelas, “..los políticos siempre tienen las manos sucias. Quienes participan
en el juego para hacerse con el poder crean unas reglas que luego incumplen,
según el desarrollo del propio juego.”
En esta nueva Batavia, el 8 de Diciembre
de 2015, oficiales de artillería han hecho presencia en nuestras calles.
Dedicado a los Héroes españoles en Kabul
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