viernes, 8 de julio de 2016

LA POBREZA EN ESPAÑA: LA LARGA MARCHA DEL POPULISMO DE IZQUIERDAS, EL ESCASO AVANCE DE LA DESIGUALDAD, Y LAS REFORMAS PENDIENTES INAPLAZABLES

Dentro de un país que se deja atemorizar por lo políticamente incorrecto, el hablar de la pobreza energética o inmobiliaria, se ha convertido en un mantra movilizador, que esconde una cierta demagogia, que nada favorece a la hora de afrontar racionalmente el problema; que sin duda existe, pero no de una forma tan exagerada, y que no es ninguna novedad en la historia económica de la humanidad.
Pero vayamos al presente, y hay diferentes parámetros que nos indican que no es para tanto. Por ejemplo, la tasa Arope, que mide el riesgo de pobreza y exclusión social, en España se redujo en 2015 desde el 29,2 al 28,6% de la población. Valorando la gran crisis económica que hemos vivido, es muy elevada, dado que en el apogeo del pleno empleo constructivo de 2008,  era del 23,8, pero supone un punto de inflexión. Pero,  ¿qué queremos decir con  que el 28,6% de la población española está en franco "riesgo de pobreza y exclusión social"?

Ese 30% de los españoles en riesgo, serían pobres si mantuvieran crónicamente esas condiciones límite de vulnerabilidad, bien porque reciben rentas  inferiores al llamado umbral de pobreza (8.010 euros anuales para hogares unipersonales, 16.823 euros para hogares con dos adultos y dos niños)  unos cuatro de cada siete individuos, mientras que dos de cada siete experimenta "baja densidad en el empleo" (trabajar menos del 20% de las horas que podría trabajar) y solo 1 de cada 7 sufre carencia material severa (insuficiencia de ciertos bienes que consideramos esenciales para mantener una vida digna).
Entre estos tres grupos de individuos, existen muchas convergencias debido a su perfil complementario: la mayor parte de los que sufren carencia material severa es porque perciben rentas inferiores al umbral de pobreza;  ya su vez, muchos de los que perciben rentas inferiores al umbral de pobreza presentan una baja densidad en el empleo. La que nos indica la tasa es cuantos españoles están al menos en uno de esos grupos, lo cual no implica necesariamente  ser pobre, sino en riesgo de pobreza o exclusión social. Por ejemplo, una persona que esté desempleada integrará la categoría de "baja densidad en el empleo", pero podría contar con amplios ahorros (o con prestaciones públicas, derivadas de no tenerlos) que le permitieran no vivir como un pobre. A su vez, una persona que ingrese 8.000 euros anuales puede ser propietario de su casa y residir en una zona donde el coste de la vida sea más bajo que en la media de España, no es lo mismo vivir en una gran ciudad del norte de España con dichos ingresos, o hacerlo en una zona rural del sur. 
¿Cómo medir, entonces, la pobreza relativa en España? O cómo saber cuántos españoles carecen de determinados bienes esenciales para poder desarrollar una buena vida o digna. La tasa Arope considera que hay nueve bienes básicos para cuantificar:

  1. Irse de vacaciones al menos una semana al año.
  2. Comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días.
  3. Mantener la vivienda con una temperatura adecuada.
  4. Afrontar gastos imprevistos (de 650 euros).
  5.        No retrasarse en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o          alquiler, recibos de gas, comunidad...) o en compras a plazos en los últimos 12 meses.
  6. . Automóvil.
  7. Teléfono (incluido teléfono móvil).
  8. Televisor en color.
  9. Lavadora.

Si alguien no puede permitirse afrontar cuatro de los anteriores nueve gastos, la tasa Arope lo cataloga como persona que sufre de "carencia material severa", esto es, pobre. En cambio, permitirse todos ellos, no sería suspender el test, sino obtener una nota de sobresaliente, que no te cataloga como rico necesariamente. 
 En 2015, como dijimos, el 6,7% de los españoles estaba en esa situación, es decir, unos 3 millones de personas. De ellos, unos 2,25 millones eran mayores de 16 años y 750.000 eran menores de 16 años. ¿Y por qué 2,25 millones de adultos (y, en consecuencia, 750.000 menores a su cargo) padecían de carencia material severa? La mayor parte porque se encontraban desempleados (860.000) y otra parte importante porque estaban inactivas (alrededor de 600.000); otras 660.000 personas padecían de carencia material pese a tener un empleo y casi 120.000 eran jubilados. 
Por lo tanto, el problema de la pobreza para muchos españoles es el difícil acceso al mercado laboral: ya sólo el 3,7% de las personas con empleo padecen de carencia material severa, y sería personas con empleo precario.
Que alguien no sea capaz de afrontar cuatro de los nueve gastos anteriores, puede que sea pobre, pero no extremadamente pobre. Solo el  2,5 % de las personas pueden permitirse comer carne o pescado una vez cada dos días (1,15 millones de españoles) se encuentran en esa situación, de la que afortunadamente escaparon 275.000 a lo largo de 2015. De los 1,15 millones incapaces de mantener una alimentación saludable, 370.000 son parados, 260.000 son inactivos, 90.000 son jubilados, 200.000 son empleados y 230.000 son menores de edad a cargo de los anteriores.

En definitiva, ésta es la auténtica magnitud del drama social de España, y es, la escasas oportunidades de las que disponen  muchos de estos grupos de ciudadanos, por la ineficacia de ciertas políticas, para generar actividad económica que ocupe a los mismos. En cuanto a los remedios o reformas para paliar estas inadmisibles ineficiencias, hay que oír a los políticos, y ver que muy pocos hablan de bajadas de impuestos o liberalizaciones de la economía, en el sentido de eliminar trabas regulatorias para crear nuevas empresas y empleo. Más bien al contrario, se sigue la línea de la hiperegulación, para dar empleo a los propios legisladores, y se opta por extender rentas y subsidios a los ciudadanos.
En esa línea, entraría en el debate, el profesor escocés Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015 por sus estudios sobre la desigualdad, respecto a España “ha sido modesto en relación con otros países de la OCDE” y dijo que la renta básica universal no le parece “una buena idea”, aunque sugirió que se podría crear algún ingreso de este tipo en España si se pactara con los sindicatos una reforma a fondo del mercado laboral.
Es evidente que estar en cuatro de estas nueve categorías es un grave problema para los afectados. Pero sin restar gravedad al drama particular de las familias que están en esta situación, hay que recordar que los niveles de pobreza en España (medidos por este parámetro) se sitúan por debajo de la media de la Unión Europea. Así, en comparación con otros países de nuestro entorno, estamos por ejemplo, por debajo de Italia o Portugal y ligeramente por encima de Francia, Reino Unido o Alemania. Estamos más lejos, eso sí, de los países nórdicos -como Suecia o Noruega- y de los del centro de Europa -como Suiza u Holanda- que tienen un nivel mínimo de población con carencias.
El tema de la desigualdad, con incidencia en el numero de ricos, y no con el descenso de pobres,  en el debate español pese que considera que el aumento de ésta ha sido “modesto” en relación con lo que ha sucedido en otros países desarrollados, especialmente Estados Unidos, donde se está produciendo una verdadera epidemia de enfermedades y suicidios, en el espectro de población activa blanca, con bajos niveles de cualificación.

El Nobel reconoció, sin embargo, que la desigualdad interna ha aumentado en todos los países, por la crisis. El economista escocés reclamó una visión no moralizante de la desigualdad. “La desigualdad es muy compleja y es simplista pensar que es algo moralmente bueno o malo”, dijo antes de recordar que “el progreso ha sido siempre desigual”.

“No tiene sentido condenar la desigualdad, es como decir que el progreso es malo. La desigualdad se produce cuando un grupo humano avanza. Así que no sólo es un indicador del éxito, sino un incentivo para alcanzarlos”. Deaton recordó las tesis de su famoso libro, El gran escape (Ed. Fondo de Cultura Económica, 2015), donde viene a decir que, pese a todos los sinsabores, la Humanidad vive hoy uno de los mejores momentos de la historia y citó la reducción de la pobreza, la extensión de la democracia, la disminución de la violencia y el aumento de las personas educadas, “sobre todo las niñas que antes estaban postergadas”, apuntó.

Citó también el fenómeno de la Gran Divergencia, que se inicia hacia 1750, cuando los europeos del norte se separan claramente del resto de los grupos humanos en términos de bienestar, riqueza y esperanza de vida. “¿La cuestión no es tanto por qué Occidente progresó tanto, sino porque el resto del mundo no lo hizo al mismo ritmo?”, se planteó. También subrayó que hay otro tipo de desigualdad que “no es fruto de los avances tecnológicos, sino de la corrupción o de los contactos”.

“Ustedes lo saben aquí en España, cuando los banqueros se unen al gobierno, esto no es bueno”, dijo. En el pasado, explicó, a la gente le gustaba que a los otros les fuera bien porque pensaban que a ellos también les llegaría el momento, pero esto ha cambiado. “Lo importante es no dejar a nadie atrás”, aconsejó Deaton a los políticos, porque la combinación de bajo crecimiento con pobreza y desigualdad es letal. La desigualdad no es mala, lo malo es la injusticia, vino a resumir.

Deaton explicó algunas de las cuestiones que está estudiando, por ejemplo, el bienestar. “Esta es una palabra muy popular pero nadie sabe bien lo que significa”. Dijo que hay dos perspectivas: una, que considera bienestar aquellas cosas por las que merece la pena vivir, es decir, los ingresos, la riqueza, la esperanza de vida, la educación, la participación cívica y otra que se basa en estudiar las respuestas a preguntas como, por ejemplo, ¿eres feliz? ¿cómo te sientes? ¿estás aburrido? ¿te gustaría ser otra persona?

El Nobel escocés confesó que en el caso de este segundo tipo de preguntas, él había considerado hasta ahora que esas preguntas no eran relevantes y que ha descubierto que estudiar las respuestas ofrece ciertas métricas interesantes. Y citó algunas de sus conclusiones: en Alemania, la tristeza ha descendido al mismo ritmo que ha bajado el desempleo. En España ha ocurrido lo contrario, con el aumento del desempleo se ha incrementado la infelicidad, las preocupaciones y el estrés. Esto mismo ha sucedido en Irlanda, Grecia y Portugal. En cambio, en Estados Unidos, aunque la tasa de desempleo está más baja que al iniciarse la crisis de 2008, el descontento continúa.

Respecto de la renta básica, Deaton dijo que ha visto un gran interés por el tema en España. “Si el referéndum de Suiza hubiese sido aquí, el resultado habría sido muy distinto”. Sin embargo, dijo que hay que preguntarse cómo se va a pagar eso, porque quizás para crear una renta básica haya que eliminar todo el resto del gasto público. “Algunos dijeron que me parecía una buena idea y no es así”.
Para acabar el debate, sería bueno saber si los niveles de pobreza en España, si se miden por la carencia material de los hogares, no son elevados en un contexto europeo. El detalle por tipo de ingresos sí muestra que los trabajadores viven relativamente peor que el empleado medio europeo; por el contrario, una proporción relativamente más reducida de parados y pensionistas vive con limitaciones materiales, si se compara su situación con la de los parados y pensionistas europeos.
Entre los primeros sólo en los países nórdicos, Francia, Luxemburgo y Suiza una menor proporción de los pensionistas se encuentra en situación de pobreza. Mientras tanto, entre los desempleados, únicamente en los países nórdicos, Luxemburgo, Suiza, Holanda, Reino Unido y Dinamarca la proporción de la población que se sitúa con graves privaciones es inferior a la de España.
Un factor determinante que se extrae de las estadísticas de Eurostat, es que el nivel de salarios y rentas de los autónomos en España se sitúan en la media europea. 

Por otra parte, un estado del bienestar relativamente eficaz en España ha permitido, al menos hasta el momento, un gasto por prestaciones tanto para jubilados como para desempleados lo suficientemente elevado, para que el porcentaje de población con carencias severas sea relativamente bajo en comparación con otros países de nuestro entorno.

Sin duda la crisis,- tal y como afirma Deaton-, se ha capeado en España mejor que en otras partes del mundo, a costa de mantener el gasto público y elevar la deuda, pues el poder adquisitivo de las pensiones y ha generado subsidios para las personas más vulnerables, que no disponen ningún tipo de ahorro.

Hasta aquí, la foto fija desmiente los argumentos de todos aquellos insatisfechos con el sistema, que se escudan en la infelicidad de sus compatriotas, que no la suya (suelen ser hijos mimados del mismo, hijos de clases medias, y nada pobres) para proponer soluciones políticas obsoletas y radicales.
El desafío como país, es implementar reformas originales, potenciar la igualdad de oportunidades, y unos gestores nuevos (que no necesariamente, jóvenes; es necesario una cierta frescura ética), que piensen en todo el país y no en sus elevados emolumentos (cuantos nuevos políticos, que son ya millonarios gracias a su nueva profesión, piensan en esos compatriotas que necesitan un empleo para poder escapar de la pobreza, salvo de boquilla en su verborrea demagógica). La Seguridad Social, el sistema de pensiones, el tamaño eficaz del estado, el  mercado laboral, todo eso nos va a hacer ser Europeos e ir en cabeza, o quedarnos atrás con nuestras deudas, con mucho compromiso de reparto sí, pero sin nada con que hacerle frente en la caja.

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