El experimento del Estado Autonómico Español, se gestó como muestra de
generosidad hacia los Nacionalismos Vasco y Catalán fundamentalmente, tratando
de atraer a ambos, de manera desigual, a la nueva Constitución. En esto coincido
con Esperanza Aguirre, una de las mejores políticos Españoles de la Época
reciente (que ha dilapidado su capital político huyendo de la policía o con sus talentosos imputados).
La feliz idea del café para todos, lejos de tratar de contentar a los
nostálgicos de Fueros y Greuges,
consagraba una deriva Institucional con la fundación de 17 nuevos Entes, que
multiplicaba castas políticas y creaba incentivos a una carrera por la diferencia
ciudadana, mimetizado comportamientos del estado unitario en sus respectivos terruños,
fragmentando el mercado interior y creando agravios artificiales entre
ciudadanos de un mismo país. Un lujo pensado para ricos descubierto por unos pobres ciudadanos que
han tomado contacto con la realidad gracias a la crisis.
Nadie entre los Patres Conscripti que gestaron el artículo VIII, pensó
en autorizar entidades fiscalmente viables (que superasen ampliamente el minifundio
productivo que suponía por ejemplo el 8
% PIB País Vasco), ni en eliminar los privilegios fiscales rémora del pasado
histórico, ni mucho menos el tener en cuenta la teoría de los juegos, a la hora
de predecir una más que probable colapso del sistema a largo plazo.
Con la crisis económica de trasfondo, vemos como Cataluña pide la
Independencia, argumentando que produce el 18,6 % PIB y que quiere un concierto
fiscal similar al Vasco (con un nivel de vida superior, gracias no solo al
concierto sino a los privilegios añadidos por su especial situación política),
tras haber sido esto años el adalid de las constantes modificaciones quinquenales
en la financiación autonómica y del órdago del último Estatut, con el
beneplácito de Gobiernos y Tribunales, verdadero proyecto de Constitución
anidada sin parangón en otro Estado Europeo.
El cambio de modelo que se proponen, sería de dos modos posibles:
a)
Divorcio
amistoso: La fórmula política sería la de la Constitución anidada, más un
Concierto Fiscal Negociable, permitiría seguir en el Euro y con más del 50% de sus exportaciones a España. Además los cerca de 16.000 millones extra, acabarían
con la crisis de deuda en Cataluña permitirían expandir la marca Cataluña tanto a
nivel interno como externo. Piensan que es la menos traumática, ya que cuentan con
el apoyo de los empresarios catalanes y con el respaldo de muchos políticos
progresistas, alineados en la bandera del federalismo.
b) Divorcio
unilateral: Supondría abandonar el euro y una reducción sustancial del nivel de
vida, que conllevaría deslocalización de empresas y pérdida de población
dependiente de la Seguridad Social. A corto plazo Cataluña quedaría aislada,
pero a largo se podría levantar un Estado Catalán que colmara las expectativas
de la burguesía y las clases más insatisfechas de Cataluña. Un posible obstáculo podría
ser el tema de la deuda de la Generalidad pero insignes economistas catalanes
propugnan que la Generalidad es Estado Español, y como tal es él el que debería devolver la deuda.
Este nacionalismo
balsámico, cura de todos los problemas sociales de los catalanes, les argumenta que
evitando la Tax Spoliation (stopespoli campaign), se acabaría con las necesidades primarias
de todos los niños catalanes o que con el derecho a decidir, la Industria Catalana seria
como la Alemana. Algo tan grave como la secesión, se disfraza con argumentos emocionales o pueriles, pensando que no va a pasar nada, como hasta ahora, y que todo el mundo va a ser comprensivo con
el Lema efectista de España Nos Roba.
Los rescates de todo tipo que nos
exigen poner fin a la irresponsabilidad presupuestaria, son vistos como una
grave amenaza para una clase política nacionalista acostumbrada a explotar las
debilidades de un Estado poco riguroso con los derechos de sus ciudadanos y muy
condescendiente con los desafíos dolosos de sus políticos periféricos.
La solución a la
revuelta independista va a ser la tradicional, algo de pasteleo previo o
posterior a elecciones anticipadas, y aplazar el problema para cuando suban los
partidarios del secesionismo unilateral. Paralelamente a esta indefinición o
falta de rumbo institucional, está surgiendo en España un sentimiento bipolar
similar, que podríamos llamar Cataluña nos expolia sutilmente con sus astucias comerciales, por medio de sus
empresas activas en nuestro territorio, y sus interminables reivindicaciones fiscales para financiar sus tratamientos identitarios nacionales y embajadas. Nadie somos imprescindibles cuando nos perdemos el respeto, como es el caso, y toda crisis económica al final no deja de tener sus propios efectos terapéuticos afortunadamente.
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