sábado, 2 de julio de 2016

ESTREMADOURA Y EL ESPIRITU DE LA CONQUISTA

Sub Umbran Alarum Tuarum Protegenos, es la divisa de los Bejarano, cuaya casa solariega se encuentra en la ciudad extremeña de Trujillo, y significa  Protégeme como a la Pupila de tus Ojos; Escóndeme a la Sombra de tus Alas. Este poético lema, procedente del Cantar de los Cantares, sería también la divisa de la mejor reina que hemos tenido, Isabel I de Castilla, apodada la Católica, y que paradójicamente contiene parte de las claves para entender el espíritu de aventura, de  todos aquellos que abandonaron sus propias tierras, para adentrarse, tras una larga travesía, en un mundo ignoto y desconocido.
Un viaje al extremo sur del Duero, es sin duda un gratificante viaje al pasado. Mucho más cuando tienes la suerte de hacerlo con luz crepuscular de poniente, en pleno otoño y con lluvia, buscando los claroscuros de las calles medievales empinadas, los edificios de piedra y los callejones angostos de sus ciudades emblemáticas, como Cáceres y Trujillo. Recuerdos de los primeros pobladores de la reconquista, que nos dejaron sus  casas de granito fortificadas, y blasonadas, privilegios reales sobre las amplias dehesas circundantes y el poder concejil y militar, propio del carácter fronterizo con Al-Andalus, de estas tierras.

En Trujillo, asombra la monumentalidad castellana de su plaza, y el mestizaje plateresco e indiano del que hace gala el Palacio de la Conquista, realizado por la hija de Pizarro. Hay que ver en Santa María la Mayor, del siglo XIII, la tumba del prodigioso Sansón de Extremadura, Diego García de Paredes, auténtico paladín épico de la Corona Española.  En Cáceres merece la pena visitar de noche su  plaza mayor y su casco antiguo, máxime si es fin de semana y está muy animado; es toda una sorpresa en encontrarnos bajo la lluvia, con la actuación en gaélico de los irlandeses Seamus Begley  y de la portentosa bailarina Samanta Harvey. Pero sin duda lo que más hemos oído ha  sido  a la cantante australiana Sia (la cantante que oculta su rostro, como estas tierras).

Lo cierto es que en el pasado,  esta zona estaba muy despoblada, y fue necesario dar fuertes prebendas para atraer a los señores norteños, como los Altamirano, Añasco, Bejarano, Solís o Ulloa (Los otros Pazos de Cea, que diría la Pardo-Bazán), para que se establecieran en el complicado tablero de ajedrez extremeño en el siglo XIII. Las luchas entre musulmanes, leoneses, portugueses y castellanos, propició una especie inquieto espíritu de frontera, que propiciaría la secular la fragmentación en bandos, junto a la peligrosa parcelación de las ciudades amuralladas, que no se solvento hasta el sometimiento de la levantisca nobleza por parte de los Reyes Católicos, cuando les obligaron a desmochar sus castillejos en 1480. Ese espíritu afrentista y luchador, llevaría a los descendientes de estos pobladores, los Cortés, Pizarro, Ovando, Orellana, y un larguísimo elenco de infanzones e hidalgos, a emprender la mayor aventura emprendida en la historia, estableciendo una nueva globalización.

Pero quizá hay que comenzar la visita siempre por Guadalupe, para entender la forma de ser  y la universalidad de los extremeños. Un pastor encontró una talla de una virgen negra, junto al rio del mismo nombre, donde se erigió una ermita. El Rey Alfonso XI, el justiciero o el onceno, -que era bisnieto de Alfonso X el sabio-, gran cazador y gran impulsor de la reconquista (forma parte, con Alfonso I de Aragón el batallador, vencedor de los almorávides en 1120 en Cutanda, y Alfonso VIII  de Castilla el noble, de los Almohades en 1212 en las Navas de Tolosa, de las tres extraordinarias alfonsadas de la Reconquista), se encontró con la ermita y prometió edificar un monasterio si salía victorioso en su campaña contra los benimerines. En 1340 se produce la victoria del Salado, poniendo fin a la invasión norteafricana, auspiciada por el Rey Musulmán de Granada. El estrecho de Gibraltar, se erige en un escenario bélico novedoso, con participación de fuerzas de desembarco benimerines que intentan sitiar de nuevo Tarifa (unos años antes Guzmán el Bueno se lo había impedido), la flota Castellana del Estrecho, la Aragonesa y la Portuguesa que intentan impedirlo con poco éxito, y la definitiva batalla terrestre tras el desembarco benimerin, en la que la caballería pesada del Rey Alfonso ayudado por sus suegro, el Rey de Portugal  Alfonso IV el Bravo, destrozó un ejercitó combinado rifeño nazarí muy superior en número. En la campaña, se distinguieron las Ordenes Militares (Santiago, Alcántara, Calatrava y San Juan), las fuerzas Concejiles de Andalucía, Castilla y Vizcaya, con sus señores, hidalgos ,  y clérigos.

El monasterio, fundado por los Jerónimos, con fisonomía de fortaleza, tiene una importancia histórica relevante, dado que el Rey prometió que él y sus descendiente, peregrinarían al menos una vez en su vida a Guadalupe. Los Reyes Católicos lo eligieron como lugar de descanso, en la Granja Mirabel, cuando finalizó la campaña de la toma de Granada.  Recibieron a Colón en el mismo, y los dos primeros indios fueron bautizados en la fuente del pueblo.
El monasterio actual, lo compone la Iglesia gótica de Nuestra Señora de Guadalupe, del siglo XIV, con su decoración barroca, y que tanta influencia ha tenido en América, por ser devoción de los conquistadores extremeños. El camarín de la Virgen, decorado por deseo expreso de Carlos II, con cuadros de su pintor de cámara Luca Giordano. Si uno mira al techo, frente al camarín, puede observar las barras aragonesas del escudo de Hernán Cortes (aviso, los catalanes no conquistaron México, tan solo es que su familia era originaria, antes de emigrar a Medellín, de cerca de Calatayud). Impresiona el claustro mudéjar de dos pisos, con azulejos de Manises, los frescos góticos de la Sala Capitular del XV, el Claustro gótico o sus museos repletos de obras de de Juan de Flandes, Zurbarán, Goya, Juan Correa de Vivar, Nicolás Francés,  Pedro de Mena y El Greco entre otros.

Pero sin duda, junto al museo de grandes libros de coro miniados (siglos XV-XVI), es el refectorio con el tesoro de frontales bordados por los propios monjes, lo que impresiona realmente. Destacan las capas pluviales hechas con ricos vestidos donados al monasterio por Isabel la Católica, su esposo Fernando y por la Emperatriz Isabel de Portugal. Pero sin duda la Sacristía y capilla de San Jerónimo, decorada con pinturas hechas en Sevilla por Zurbarán es algo digno de admiración. Resuenan los ecos navales del Salado, cuando ves el farol arcabuceado, de una nao capitana del Turco, donado por Felipe II, procedente de la mayor batalla naval nunca conocida (participaron 200.000 hombres y mas 650 barcos), la gran batalla del golfo de Lepanto.

La curiosidad, te lleva navegar  a través de la historia, y quizá tras atravesar esas verdes dehesas ganaderas, salpicadas de rocas ciclópeas inertes y  aislado arbolado entrevisto de alcornocales, o encinas y los tupidos bosques de castaños o las laderas labradas de olivos. Es la época de recolección de la castaña, y merece la pena hacerse con provisión, además tomar algún aperitivo con las ricas aceitunas de la tierra, acompañados con una copa de vino de pitarra o un aperitivo de gloria de Guadalupe.  Tierras de transhumancia y leyenda, de frontera y órdenes militares, medieval  y romana también, hay que saber seguir sus huellas y caminos, para comprenderla y disfrutarla.

Toda Extremadura estuvo habitada desde hace miles de años, pudiendo encontrar abundantísimos monumentos megalíticos y pinturas rupestres, destacando la zona de Alcántara con las pinturas la Cueva de El buraco de 5.000 años, la Necrópolis de Lagunilla o el Castro Lusitano de Cabeza de Buey.  Con la llegada de la romanización, el magnífico puente sobre el Tajo en época del gran Trajano, y su pequeño templete, venía a comunicar la lusitania central a través la bella localidad portuguesa de Castelo Branco (un exquisito café y pasteles obligados), otro castro lusitano- romano, que en la época de la reconquista sería poblada por los templarios. Pero el nombre del puente lo reciben de los árabes, al-qantara (puente), y sería la sede de la Cofradía de Armas iniciada al principio por caballeros de Salamanca, que bajo la regla del Císter y voto de castidad, se comprometían a la defensa de la fe y a la guerra perpetua contra los musulmanes. Se trata de los Caballeros de la Órden de Alcántara.

Pero es sin duda, en Mérida donde podemos encontrar esta estratificación cultural que caracteriza a estas tierras, y a España en general. Ciudad romana por antonomasia, fundada por Augusto el  25 a. C., a orillas del Guadiana,  para retiro de sus veteranos o eméritos de las guerras cántabro-astures y galaicas (las legiones de referencia habían sido reclutadas en tiempo de César para someter a los galos, participaron en innumerables batallas, incluida la invasión frustrada de Britania, y sus veteranos fundaron también la ciudad de César Augusta a orillas del Ebro). Visitar el conjunto arqueológico bajo la lluvia, ha sido todo una cura para mi subconsciente, que todavía recuerda los 31 grados a las 12 de la noche, en una interminable y sudorosa noche de verano, en una terraza de agotados veraneantes en Plaza de España, en pleno  Decumanus Maximus que llega hasta el puente Romano.  Volver a ver, su impresionante teatro romano, (cavea, escenario y peristilo con sus letrinas), el anfiteatro con sus graderíos, palcos y su gran fosa en forma de cruz, en la arena. Las luchas de gladiadores, pero sobre todo las venatios (lucha de fieras con hombres), son sin duda los antecedentes de nuestras corridas de toros, y en la forma se parece en mucho a la liturgia de nuestros estadios de fútbol. El museo arqueológico es imprescindible para ver los hallazgos arqueológicos con detenimiento y detalle (me impresionó ver la emigración de familias emeritenses romanas, a Inglaterra, a Colonia o a la frontera del Danubio, en la Europa de las Calzadas Imperiales).
No debemos olvidar el reponer fuerzas, y unas migas a la extremeña con un buen cabrito asado, nos puede hacer sentirnos más romanos todavía, con un buen vino tinto de la tierra siempre.
Los acueductos, como el de los milagros, el puente romano de 792 metros y el gran tajamar efectuado sobre el Guadiana, nos hace la grandeza de los ingenieros romanos, generalmente ligados a las legiones. El rio está tapizado (infestado) de jacintos de agua, o camalotes, traídos de la amazonia como especie invasora. El problema de las inundaciones, debió ser la solución para poder disfrutar de Circo Romano, cubierto por alguna gran avenida, y durante siglos campo de cultivo de cereales, se conserva en mejor estado que el de Roma, y es un prodigio poder ver como los aurigas hacía disfrutar a los Emeritenses, en sus bigas (carro dos caballos) o cuadrigas (cuatro caballos).
Pero la muralla romana, que protegía la ciudad de las invasiones bárbaras de los Alanos en el 409, de los Suevos y Visigodos después (conviene visitar el museo arte visigodo), y de los árabes en 713 (abandono de la Sede Episcopal Emeritense y sus reliquias, que se traslada a Santiago de Compostela), fueron la materia prima para que en el año 835 Abderraman II construyera la primer Alcazaba musulmana, en España. Lo hizo estableciendo una guarnición permanente, dado que la ciudad integrada por mozárabes, se revelaba permanentemente contra los musulmanes y sus impuestos. Esta alcazaba, será la Sede de los Caballeros de Santiago cuando Alfonso IX León reconquiste la ciudad y la entregue a los mismos para su defensa.
Las termas romanas de San Lázaro, los columbarios, la casa del mitreo, el arco de trajano o el templo de diana no se deben dejar de visitar. Pero sin duda, además de la Concatedral de Santa María la Mayor (levantada sobre la Catedral Visigótica de Santa Jerusalén), destaca extamuros de la ciudad romana, la Iglesia de Santa Eulalia y su Cripta.

Aunque existe una Eulalia mártir en Barcino, parece ser que la auténtica mártir procede la de Emérita Augusta, en tiempos de las persecuciones de Diocleciano. Sus padres que eran cristianos, la llevan al campo, para evitar que su valentía en sus convicciones pudiera delatar su condición de seguidora de Cristo. Según la tradición el 10 de diciembre del año 304, se presenta Eulalia en Mérida, y no duda en defender, incluso ante el gobernador Romano de Mérida Daciano, que esas leyes que mandaban adorar a los ídolos y prohibían hacerlo a su Dios, eran totalmente injustas, y no podían ser respetadas por los cristianos. Eulalia con 12 años, fue martirizada con golpes de varillas de hierro y quemada con antorchas, hasta que ardió su cabellera y pereció ahogada por el humo. La tradición dice que, la gente vio una blanquísima paloma volar hacia el cielo con su alma pura, mientras que la nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores durante días. En ese mismo lugar se alzó un túmulo, y se estableció la cripta de la santa, construyéndose una iglesia (tal vez la primera de España) en torno a sus reliquias en el siglo IV, después que Constantino autorizara el culto cristiano en todo el imperio. El templo de la niña-mártir, con su pluma blanca como símbolo, se convirtió en lugar de peregrinaje y devoción, que se extendió tanto por el Norte de África como en Europa Occidental, durante el imperio de Carlomagno, perdurando con la invasión de los godos, bajo la protección de los Arzobispos emeritenses.
Con la invasión árabe, y la huida del arzobispo visigodo con sus reliquias, el culto se abandona y la iglesia desaparece, hasta que tras la reconquista en XIII, los Caballeros de la Órden de Santiago erigen un templo Románico sobre los restos anteriores. Es uno de los edificios medievales mejor conservados, y testigo del simbolismo de esta santidad propio, muy extendido geográficamente por toda España. Santa Ollallia, Olaria o Eulalia, es tan española, que es una de las primeras palabras que pasan al romance, y su representación con una pluma, el símbolo de la pureza y de la honestidad.

No podía faltar una visita a Medellin. Tras degustar la auténtica y casera Cachuela, como consistente desayuno, nos dirigimos a visitar pueblo natal de Hernán Cortés, primo segundo de Pizarro, visitando sus ruinas romanas (necrópolis tartesa y anfiteatro) y vislumbrando desde su gran castillo, un territorio llano, recorrido por un lento Guadiana que invita sin duda a la aventura. No solo Cortes, Bernaldez de Quirós (fundado de Caracas) y otros muchos metelinenses contribuirían a la conquista de América, buscando la gloria y la fortuna, junto con los Trujillanos ya citados antes.

Lo cierto es que estos descubridores, no solo sometieron vastísimos imperios como el Inca o Azteca, y exploraron desde tierras de Norte a Sur (desde Oregón a Tierra de Fuego), crearon ciudades e hicieron del Océano Pacífico un gran lago perteneciente a la Corona Española (solo piratas ingleses como Drake o Cavendish, se aventuraron a atravesar la tierra de fuego, para asolar su placidez y codiciar sus tesoros, entonces nuestros y después de la comunidad hispanoamericana)  La era de los galeones había comenzado, y la primera gran globalización fue obra de hombres intrépidos, que abandonaron sus tierras de frontera para desafiar los límites hasta entonces conocidos, llevando nuestras creencias, cultura e idioma (hoy hablado por más de 559 millones de personas), y configurando la gran mezcla de culturas, con lo indígena, que constituye lo que hoy se conoce culturalmente, como la hispanidad.

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