O tal vez más, he estado en una conferencia de la
directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y he
salido sencillamente encantado. Me siento muy orgulloso de la calidad de los
científicos españoles actuales, y de la claridad con la que ha expuesto sus novedosas
investigaciones, junto a su equipo, repleto de grandes investigadores.
La bióloga y bioquímica alicantina María Antonia Blasco
Marhuenda (no dejo de pensar en genes navarro-aragoneses paternos, puesto ya en
materia, que me recuerdan al gran Ramón y Cajal), estudió primero en su distrito
universitario en su tierra levantina. Cuando le preguntan cuándo se decide por
el mundo de las células y los genes, y la respuesta me resulta muy familiar.
Haciendo COU (señores de la nueva y
vieja política progresistas-consevadores, no es una LOGSE Girl), asiste a una
Conferencia sobre algo muy de moda por entonces, la famosa ingeniería genética
y allí se decide. Me hace gracia, que diga que le gustaba investigar (el muy
extendido y peligroso síndrome de Sherlock, que llamo yo) y que hubiera sido sin
duda una buen periodista (afortunadamente, no cometió esa tremenda locura). Desde
1983 a 1988 se licencia con las más altas notas en Ciencias Biológicas por la
Universidad Autónoma de Madrid (el esfuerzo, una vez más, si sirve para algo,
jóvenes promesas), y logra el doctorado
en 1993 en Bioquímica y Biología Molecular, por esa misma Universidad, bajo la tutela de
la eminente investigadora española Margarita Salas Falgueras (discípula del Nobel
español Severo Ochoa), en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa
(UAM-CSIC), en Madrid. Ese mismo año, tiene la suerte de ocupar un puesto como
investigadora postdoctoral en el equipo de investigación de la californiana Carol W. Greider (Premio Nobel
de Medicina 2009) en el Cold Spring Harbor Laboratory of New York, hasta que
regresa a España en el año 1997, como jefa de grupo y científica del CSIC (Centro
Superior de Investigaciones Cientificas) en el Departamento de Inmunología y
Oncología, del Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid.
En 2003 se incorporó en Chamartín, al Centro Nacional de
Investigaciones Oncológicas (CNIO), fundado en 1998 por el prestigioso Oncólogo
Dr. Mariano Barbacid (importantísimo científico español, que logró conseguir
aislar el primer oncogén o gen humano mutado), adscrito al Instituto de Salud
Carlos III, y organismo dependiente del Ministerio de Sanidad. En el CNIO es responsable
del Grupo de Telómeros y Telomerasa y,
hasta 2011 es Directora del Programa de Oncología Molecular hasta 2011. De 2005
a 2011 fue Vicedirectora de Investigación Básica. Desde el 22 de junio de 2011
dirige el CNIO en sustitución del doctor Barbacid. También funda en 2010 la
empresa de biotecnología Life Length, para explotar comercialmente patentes y descubrimientos
del CNIO, y autora de libros, entre otros, Morir Joven a los 140 o el de
Envejecimiento (junto al sociólogo Julio Pérez Díaz).
Pero vayamos a la charla (lo que escribo lo dijo María,
pero otras cosas son elucubraciones mías, e ideas de otros biólogos, que estoy
seguro no son discutibles, dado que hay un cierto consenso científico en este
tema), que básicamente trata de la vida,
como el proceso que da lugar a seres que nacen (las células madre o
embrionarias, esos portentos capaces de dividirse indefinidamente, y
transformarse en cualquier tipo de célula), se reproducen y finalmente mueren,
y de las especificidades aplicables a la especie humana.
Los humanos, preocupados ancestralmente por su final, han
experimentado una esperanza de vida se
ha disparado en los últimos 100 años (por eso se comportan de diferente manera,
y han cambiado la percepción de muchas cosas). Los gráficos no engañan, si la
esperanza de vida al nacer (hablo de Europa) en el Neolítico era de 20 año, en
la época grecorromana 28, en la edad media llegamos a 30. Pero a principios de siglo en XIX nuestros
bisabuelos tenían una esperanza de vida
de tan solo de 33 años, a principios del XX avanzamos significativamente a 43, pero
es que en Europa hemos rebasado ya los 80, y en España los 83. Es decir, que en
unos 100 años, hemos casi triplicado la esperanza de vida, y vamos superándonos.
Es importante, que para una especie en trance de envejecer
más (la Revolución Agrícola, Industrial, descubrimiento de los antibióticos,
fin de las guerras mundiales gracias, a la ONU o la hoy controvertida Unión
Europea, o la globalización de la información y el avance del comercio
mundial), se hable del healthy span, o ese periodo feliz de nuestras vidas en
que apenas tenemos enfermedades, y tenemos muchas fuerzas para buscar pareja (incluso
algunos reproducirnos), o luchar por hacernos un hueco en la vida y hasta por luchar,
con cabeza, por un mundo mejor (luego
pasa, lo que pasa).
Aquí es cuando entramos en temas serios, y es la crisis de
los 40 años, en la que se considera como frontera de ese periodo, en el que
nuestros aparatos, órganos, tejidos o conjunto organizado de células, empiezan
a mostrar síntomas de deterioro por envejecimiento, que es mayoritariamente
consecuencia del paso del tiempo.
Y el temido cáncer (ese grupo de células que empiezan a
crecer sin parar de forma desordenada, creando mutaciones de consecuencias
funestas), que puede aparecer en la infancia, pero que aumenta exponencialmente
con el paso del tiempo, sin que sepamos a ciencia cierta el cómo, cuándo y el por
qué. La ciencia biomédica ha avanzado muchísimo determinando el tipo de tumor, las
mutaciones que lo han originado, y las nuevas terapias que poco a poco van
llegando a los hospitales. Pero también antes de que parezcan los tumores, se
ha conseguido correlacionar la influencia de los genes y los factores
ambientales (contaminación, hábitos poco saludables o sustancias químicas en
los alimentos).
El cáncer es una enfermedad que no se erradicará nunca,
opinan ahora los expertos, porque está
intrínseca unida a la esencia del ser humano y procede de las mutaciones del
ADN, que fueron el origen, parece ser, de la vida en el planeta.
Dicho esto, cojamos el microscopio electrónico y vayamos
con los genes, y es que mucho ha llovido desde 1865, cuando se formularon las
famosas leyes del gran fraile agustino checo Gregor Mendel, que lo empezaron a
cuestionar todo; pero diríamos someramente que un gen es una unidad básica de
información, un cierto locus de ácido
desoxirribonucleico (ADN) que codifica un producto funcional, o Ácido
ribonucleico (ARN) de proteínas y que es la unidad básica de la herencia
molecular.
Antes hay que hablar de aminoácidos, que es una molécula
orgánica, compuesta por distintos átomos, caracterizados con un grupo amino
(-NH2), y un grupo del tipo carboxilo (-COOH). Los aminoácidos más frecuentes y
de mayor interés son aquellos que forman parte de las proteínas. Dos
aminoácidos se combinan en una reacción de condensación entre el grupo amino de
uno y el carboxilo del otro, liberándose una molécula de agua y formando un
enlace amida que se denomina enlace peptídico; estos dos "residuos"
de aminoácido forman un dipéptido. Si se une un tercer aminoácido se forma un
tripéptido y así, sucesivamente, hasta formar un polipéptido. Esta reacción
tiene lugar de manera natural dentro de las células, en los ribosomas (que son
complejos macromoleculares de proteínas y ácido ribonucleico (ARN) que se
encuentran en el citoplasma, en las mitocondrias, en el retículo endoplasmático
y en los cloroplastos.
Hay que hacer referencia a la importancia de nuestro gran
investigador Severo Ochoa (primero en lograr el descubrimiento de dos importantes
enzimas, la citrato-sintetasa y la piruvato-deshidrogenasa, claves en el
metabolismo de los seres vivos), y en colaboración con una gran generación de
investigadores norteamericanos, consiguen el aislamiento de una enzima del
colibacilo que cataliza la síntesis de ARN, se trata del intermediario entre el
ADN y las proteínas, y es llamada polinucleótido-fosforilasa, que es una enzima
polirribonucleótido nucleotidil-transferasa. El descubrimiento de la
polinucleótido fosforilasa dio lugar a la preparación de polinucleótidos
sintéticos de distinta composición de bases, que llegaron de facto al
desciframiento de la clave o código genético, la biosíntesis intracelular de
las proteínas y los aspectos fundamentales de la biología de los virus.
Pero ahondemos más en los términos, primero el ácido
desoxirribonucleico, abreviado como ADN, es un ácido nucleico que contiene las
instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los
organismos vivos conocidos, y de algunos virus, y es responsable de su
transmisión hereditaria, entre los seres vivos. La función principal de la
molécula de ADN, es el almacenamiento a largo plazo de nuestra información
genética. Muchas veces, el ADN es comparado metafóricamente con una especie de plano
o una receta de ingredientes, o más un código de cifrado, ya que contiene las
instrucciones necesarias para construir otros componentes de las células, como
las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta
información genética son los llamados genes, pero las otras secuencias de ADN
tienen propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta
información genética.
Desde el punto de vista meramente químico, el ADN es un
polímero de nucleótidos, es decir, un polinucleótido. Un polímero es un
compuesto formado por muchas unidades simples conectadas entre sí, como si
fuera un largo tren formado por vagones de compuestos. En el ADN, cada vagón es
un nucleótido, y cada nucleótido, a su vez, está formado por un azúcar (la
desoxirribosa), una base nitrogenada (que puede ser adenina→A, o timina→T, o citosina→C
y guanina→G), además de un grupo fosfato que actúa como enganche de cada vagón
con el siguiente. Lo que distingue a un vagón (nucleótido) de otro es,
entonces, la base nitrogenada, y por ello la secuencia del ADN se especifica
nombrando solo la secuencia de sus bases. La disposición secuencial de estas
cuatro bases a lo largo de la cadena (el ordenamiento de los cuatro tipos de
vagones a lo largo de todo el tren), y es la que codifica la información
genética(una posible secuencia de ADN puede ser ATGCTAGATCGC). En los
organismos vivos, el ADN se presenta como una doble cadena de nucleótidos, en
la que las dos hebras están unidas entre sí por unas conexiones denominadas
puentes de hidrógeno.
Las secuencias de ADN que constituyen la unidad
fundamental, física y funcional de la herencia biológica, que se denominan
genes. Cada gen contiene una parte que se transcribe a ARN y otra que se
encarga de definir cuándo y dónde deben expresarse. La información contenida en
los genes (genética) se emplea para generar ARN y proteínas, que son los
componentes básicos de las células, los materiales que se utilizan para la
construcción de los orgánulos microcelulares, responsables de la herencia genética, pues transmite esa
información a la descendencia El
conjunto de genes de una especie se denomina genoma. Los genes están
localizados en los cromosomas, generalmente en el núcleo celular (transporta
fragmentos largos de ADN), y, con pequeñas variaciones, es característico de
cada especie. Los cromosomas también contienen proteínas que ayudan al
ADN a existir en la forma apropiada.
Aquí es cuando interviene la doctora Greider, en cuyo
laboratorio trabajó nuestra conferenciante, María Blasco, ya que la citada
doctora, estudiando un sencillo protozoo unicelular, llamado Tetrahymena, logra
descubrir la enzima telomerasa y el cómo
los cromosomas están protegidos por telómeros (parte extrema de los brazos de
un cromosoma, que evita, entre otras cosas, que se adhiera a otros cromosomas).
Digamos antes, profundizando un poco más, que las enzimas son
moléculas de naturaleza proteica que catalizan las reacciones químicas, siempre que
sean termodinámicamente posibles: una enzima posibilitará que una reacción química que
es energéticamente posible, y que probablemente se produzca a una velocidad muy baja, se catalice
o acelere de forma óptima. Todos los procesos biológicos en las células necesitan enzimas para
que ocurran los procesos de forma digamos certera para la vida. Como todos los catalizadores, la
telomerasa es una enzima formada por un complejo proteína-ácido ribonucleico
con actividad polimerasa, que está presente en células de la línea germinal, en
tejidos fetales y en ciertas células madre poco diferenciadas, en estadios
tempranos de la vida; y que actúa de manera que replica el DNA en los extremos
de los cromosomas eucarióticos, y permite el alargamiento de los telómeros.
También se encuentra presente en organismos eucariotas unicelulares.
La tesis fundamental es que los telómeros, o fundas de
nuestros cromosomas, se van acortando con la edad, debido a que la telomerasa, es reprimida en las células somáticas maduras
después del nacimiento. Es así que en ese periodo vital del Healthy Span, o juventud
biológica, se van progresivamente acortando
los telómeros, después de cada división
celular, y ese envejecimiento se puede ralentizar.
La clave vendría a ser la telomerasa, que aumenta cuando padecemos un
tumor, tal vez como mecanismo de defensa o favoreciendo el mismo, pero que si
preventivamente se aplica en un organismo sano, en pequeñas dosis para evitar
producir alteraciones en los oncogenes, podría evitar el riesgo a padecer el
temido cáncer, debido a que estadísticamente nuestro organismo, es menos
propenso a padecerlo en el periodo de juventud biológica aludido.
Los experimentos con ratones, modificados genéticamente,
hechos en el CNIO, ha podido concluir que la edad no afecta por igual a unos y
otros. El individuo modificado genéticamente, tiene los telómeros alargados, tiene
fuerza vital (y, ¡que pelazo negro!) y vive muchísimo más. El otro individuo, con
sus telómeros cortos, se vuelve viejo (calvo y canoso) y decrépito, padece más
enfermedades y nunca le sobrevive. Estos
mismos experimentos, con genes protectores del cáncer y telomerasa, han llegado a alargar la vida de
estos mismos individuos e un 40%, que traducido al ser humano supondría llegar
saludablemente a los 120 o tal vez 140 años.
El acortamiento de telómeros, en el ser humano no ocurre a
todos por igual, depende de los genes heredados y de los hábitos de vida. Se ha
observado que a partir de los 70, los hábitos de vida pesan más. La suerte en la vida (traumas psicológicos, o
físicos, como por ejemplo inflamaciones producidas por roturas de huesos), te
acortan también los telómeros (conviene no llevarse muchos berrinches, ni
practicar deportes de riesgo, si uno quiere contribuir a elevar la esperanza
media de vida). Además, la crisis demográfica, no sería un anticipo a estas
continuas marcas de longevidad.
María Blasco es fundadora, para salvaguardar todos estos
descubrimientos, junto con la Fundación
Marcelino Botín y la consultora Matlin Associates, de la empresa de biotecnología Life Length,
creada en septiembre de 2010, para desarrollar comercialmente, bajo licencia
cedida por el CNIO, de la tecnología que permite conocer la longitud de los
telómeros y la previsión de división celular, y por tanto la expectativa de
vida de la población. Es importante este conocimiento, dado que telómeros
cortos, indican que algo en nuestro organismo no va bien, y somos propensos a
la enfermedad, y se puede cambiar de hábitos para prevenirla. En concreto la
vida sana, el Omega 3 (pescado azul, aceite oliva, espinacas –ya lo decía mi
abuela-, frutos secos) y los genes que activan la telomerasa, son nuestro
horizonte, más cercano, porque no hay fármacos todavía que emulen al perseguido
elixir de la eterna juventud (no es el TA-65, el hígado es un órgano muy listo
todavía).
Muchos entre el público, -me consta-, querían ser como las
vigorosas ratitas peludas del laboratorio del CNIO; yo personalmente, pensaba ¿sería
razonable vivir 40 años más aguantando a tanto idiota como los que me ha tocado
soportar?
Pero, pensándolo bien, me fijo en esos abundantes pelos, y
empiezo también incautamente a dudar.
P.D.: Dedicado a todos los españoles, en especial
profesores y alumnos, que se esfuerzan y se esforzaron, contra viento y marea,
en buscar el conocimiento. He nombrado unos cuantos arriba, pero hay muchos más
héroes anónimos, que merecen nuestro reconocimiento, sobre en la actualidad.
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