lunes, 19 de diciembre de 2016

UNA HORA CON MARIA BLASCO: ENVEJECER , EL CANCER Y ALGO DE TELOMERASA

O tal vez más, he estado en una conferencia de la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y he salido sencillamente encantado. Me siento muy orgulloso de la calidad de los científicos españoles actuales, y de la claridad con la que ha expuesto sus novedosas investigaciones, junto a su equipo, repleto de grandes investigadores.

La bióloga y bioquímica alicantina María Antonia Blasco Marhuenda (no dejo de pensar en genes navarro-aragoneses paternos, puesto ya en materia, que me recuerdan al gran Ramón y Cajal), estudió primero en su distrito universitario en su tierra levantina. Cuando le preguntan cuándo se decide por el mundo de las células y los genes, y la respuesta me resulta muy familiar. Haciendo COU (señores de la nueva  y vieja política progresistas-consevadores, no es una LOGSE Girl), asiste a una Conferencia sobre algo muy de moda por entonces, la famosa ingeniería genética y allí se decide. Me hace gracia, que diga que le gustaba investigar (el muy extendido y peligroso síndrome de Sherlock, que llamo yo) y que hubiera sido sin duda una buen periodista (afortunadamente, no cometió esa tremenda locura). Desde 1983 a 1988 se licencia con las más altas notas en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Madrid (el esfuerzo, una vez más, si sirve para algo, jóvenes promesas), y  logra el doctorado en 1993 en Bioquímica y Biología Molecular,  por esa misma Universidad, bajo la tutela de la eminente investigadora española Margarita Salas Falgueras (discípula del Nobel español Severo Ochoa), en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (UAM-CSIC), en Madrid. Ese mismo año, tiene la suerte de ocupar un puesto como investigadora postdoctoral en el equipo de investigación  de la californiana Carol W. Greider (Premio Nobel de Medicina 2009) en el Cold Spring Harbor Laboratory of New York, hasta que regresa a España en el año 1997, como jefa de grupo y científica del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Cientificas) en el Departamento de Inmunología y Oncología, del Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid.

En 2003 se incorporó en Chamartín, al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), fundado en 1998 por el prestigioso Oncólogo Dr. Mariano Barbacid (importantísimo científico español, que logró conseguir aislar el primer oncogén o gen humano mutado), adscrito al Instituto de Salud Carlos III, y organismo dependiente del Ministerio de Sanidad. En el CNIO es responsable del Grupo de Telómeros y Telomerasa  y, hasta 2011 es Directora del Programa de Oncología Molecular hasta 2011. De 2005 a 2011 fue Vicedirectora de Investigación Básica. Desde el 22 de junio de 2011 dirige el CNIO en sustitución del doctor Barbacid. También funda en 2010 la empresa de biotecnología Life Length, para explotar comercialmente patentes y descubrimientos del CNIO, y autora de libros, entre otros, Morir Joven a los 140 o el de Envejecimiento (junto al sociólogo Julio Pérez Díaz).

Pero vayamos a la charla (lo que escribo lo dijo María, pero otras cosas son elucubraciones mías, e ideas de otros biólogos, que estoy seguro no son discutibles, dado que hay un cierto consenso científico en este tema),  que básicamente trata de la vida, como el proceso que da lugar a seres que nacen (las células madre o embrionarias, esos portentos capaces de dividirse indefinidamente, y transformarse en cualquier tipo de célula), se reproducen y finalmente mueren, y de las especificidades aplicables a la especie humana.

Los humanos, preocupados ancestralmente por su final, han experimentado una  esperanza de vida se ha disparado en los últimos 100 años (por eso se comportan de diferente manera, y han cambiado la percepción de muchas cosas). Los gráficos no engañan, si la esperanza de vida al nacer (hablo de Europa) en el Neolítico era de 20 año, en la época grecorromana 28, en la edad media llegamos a 30. Pero  a principios de siglo en XIX nuestros bisabuelos tenían una  esperanza de vida de tan solo de 33 años, a principios del XX avanzamos significativamente a 43, pero es que en Europa hemos rebasado ya los 80, y en España los 83. Es decir, que en unos 100 años, hemos casi triplicado la esperanza de vida, y vamos superándonos.
Es importante, que para una especie en trance de envejecer más (la Revolución Agrícola, Industrial, descubrimiento de los antibióticos, fin de las guerras mundiales gracias, a la ONU o la hoy controvertida Unión Europea, o la globalización de la información y el avance del comercio mundial), se hable del healthy span, o ese periodo feliz de nuestras vidas en que apenas tenemos enfermedades, y tenemos muchas fuerzas para buscar pareja (incluso algunos reproducirnos), o luchar por hacernos un hueco en la vida y hasta por luchar, con cabeza, por  un mundo mejor (luego pasa, lo que pasa).

Aquí es cuando entramos en temas serios, y es la crisis de los 40 años, en la que se considera como frontera de ese periodo, en el que nuestros aparatos, órganos, tejidos o conjunto organizado de células, empiezan a mostrar síntomas de deterioro por envejecimiento, que es mayoritariamente consecuencia del paso del tiempo.
Y el temido cáncer (ese grupo de células que empiezan a crecer sin parar de forma desordenada, creando mutaciones de consecuencias funestas), que puede aparecer en la infancia, pero que aumenta exponencialmente con el paso del tiempo, sin que sepamos a ciencia cierta el cómo, cuándo y el por qué. La ciencia biomédica ha avanzado muchísimo determinando el tipo de tumor, las mutaciones que lo han originado, y las nuevas terapias que poco a poco van llegando a los hospitales. Pero también antes de que parezcan los tumores, se ha conseguido correlacionar la influencia de los genes y los factores ambientales (contaminación, hábitos poco saludables o sustancias químicas en los alimentos).

El cáncer es una enfermedad que no se erradicará nunca, opinan ahora los expertos,  porque está intrínseca unida a la esencia del ser humano y procede de las mutaciones del ADN, que fueron el origen, parece ser, de la vida en el planeta.
Dicho esto, cojamos el microscopio electrónico y vayamos con los genes, y es que mucho ha llovido desde 1865, cuando se formularon las famosas leyes del gran fraile agustino checo Gregor Mendel, que lo empezaron a cuestionar todo; pero diríamos someramente que un gen es una unidad básica de información, un cierto  locus de ácido desoxirribonucleico (ADN) que codifica un producto funcional, o Ácido ribonucleico (ARN) de proteínas y que es la unidad básica de la herencia molecular.

Antes hay que hablar de aminoácidos, que es una molécula orgánica, compuesta por distintos átomos, caracterizados con un grupo amino (-NH2), y un grupo del tipo carboxilo (-COOH). Los aminoácidos más frecuentes y de mayor interés son aquellos que forman parte de las proteínas. Dos aminoácidos se combinan en una reacción de condensación entre el grupo amino de uno y el carboxilo del otro, liberándose una molécula de agua y formando un enlace amida que se denomina enlace peptídico; estos dos "residuos" de aminoácido forman un dipéptido. Si se une un tercer aminoácido se forma un tripéptido y así, sucesivamente, hasta formar un polipéptido. Esta reacción tiene lugar de manera natural dentro de las células, en los ribosomas (que son complejos macromoleculares de proteínas y ácido ribonucleico (ARN) que se encuentran en el citoplasma, en las mitocondrias, en el retículo endoplasmático y en los cloroplastos.

Hay que hacer referencia a la importancia de nuestro gran investigador Severo Ochoa (primero en lograr el descubrimiento de dos importantes enzimas, la citrato-sintetasa y la piruvato-deshidrogenasa, claves en el metabolismo de los seres vivos), y en colaboración con una gran generación de investigadores norteamericanos, consiguen el aislamiento de una enzima del colibacilo que cataliza la síntesis de ARN,  se trata del intermediario entre el ADN y las proteínas, y es llamada polinucleótido-fosforilasa, que es una enzima polirribonucleótido nucleotidil-transferasa. El descubrimiento de la polinucleótido fosforilasa dio lugar a la preparación de polinucleótidos sintéticos de distinta composición de bases, que llegaron de facto al desciframiento de la clave o código genético, la biosíntesis intracelular de las proteínas y los aspectos fundamentales de la biología de los virus.

Pero ahondemos más en los términos, primero el ácido desoxirribonucleico, abreviado como ADN, es un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos, y de algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria, entre los seres vivos. La función principal de la molécula de ADN, es el almacenamiento a largo plazo de nuestra información genética. Muchas veces, el ADN es comparado metafóricamente con una especie de plano o una receta de ingredientes, o más un código de cifrado, ya que contiene las instrucciones necesarias para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información genética son los llamados genes, pero las otras secuencias de ADN tienen propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta información genética.
Desde el punto de vista meramente químico, el ADN es un polímero de nucleótidos, es decir, un polinucleótido. Un polímero es un compuesto formado por muchas unidades simples conectadas entre sí, como si fuera un largo tren formado por vagones de compuestos. En el ADN, cada vagón es un nucleótido, y cada nucleótido, a su vez, está formado por un azúcar (la desoxirribosa), una base nitrogenada (que puede ser adenina→A, o timina→T, o citosina→C y guanina→G), además de un grupo fosfato que actúa como enganche de cada vagón con el siguiente. Lo que distingue a un vagón (nucleótido) de otro es, entonces, la base nitrogenada, y por ello la secuencia del ADN se especifica nombrando solo la secuencia de sus bases. La disposición secuencial de estas cuatro bases a lo largo de la cadena (el ordenamiento de los cuatro tipos de vagones a lo largo de todo el tren), y es la que codifica la información genética(una posible secuencia de ADN puede ser ATGCTAGATCGC). En los organismos vivos, el ADN se presenta como una doble cadena de nucleótidos, en la que las dos hebras están unidas entre sí por unas conexiones denominadas puentes de hidrógeno.

Las secuencias de ADN que constituyen la unidad fundamental, física y funcional de la herencia biológica, que se denominan genes. Cada gen contiene una parte que se transcribe a ARN y otra que se encarga de definir cuándo y dónde deben expresarse. La información contenida en los genes (genética) se emplea para generar ARN y proteínas, que son los componentes básicos de las células, los materiales que se utilizan para la construcción de los orgánulos microcelulares, responsables  de la herencia genética, pues transmite esa información a la descendencia  El conjunto de genes de una especie se denomina genoma. Los genes están localizados en los cromosomas, generalmente en el núcleo celular (transporta fragmentos largos de ADN), y, con pequeñas variaciones, es característico de cada especie. Los cromosomas también contienen proteínas que ayudan al ADN a existir en la forma apropiada.

Aquí es cuando interviene la doctora Greider, en cuyo laboratorio trabajó nuestra conferenciante, María Blasco, ya que la citada doctora, estudiando un sencillo protozoo unicelular, llamado Tetrahymena, logra descubrir  la enzima telomerasa y el cómo los cromosomas están protegidos por telómeros (parte extrema de los brazos de un cromosoma, que evita, entre otras cosas, que se adhiera a otros cromosomas).
Digamos antes, profundizando un poco más, que las enzimas son moléculas de naturaleza proteica que catalizan las reacciones químicas, siempre que sean termodinámicamente posibles: una enzima posibilitará que una reacción química que es energéticamente posible, y que probablemente se produzca a una velocidad muy baja, se catalice o acelere de forma óptima. Todos los procesos biológicos en las células necesitan enzimas para que ocurran los procesos de forma digamos certera para la vida. Como todos los catalizadores, la telomerasa es una enzima formada por un complejo proteína-ácido ribonucleico con actividad polimerasa, que está presente en células de la línea germinal, en tejidos fetales y en ciertas células madre poco diferenciadas, en estadios tempranos de la vida; y que actúa de manera que replica el DNA en los extremos de los cromosomas eucarióticos, y permite el alargamiento de los telómeros. También se encuentra presente en organismos eucariotas unicelulares.

La tesis fundamental es que los telómeros, o fundas de nuestros cromosomas, se van acortando con la edad, debido a que la telomerasa,  es reprimida en las células somáticas maduras después del nacimiento. Es así que en ese periodo vital del Healthy Span, o juventud biológica,  se van progresivamente acortando los  telómeros,  después de cada división celular, y ese envejecimiento se puede ralentizar.

La clave vendría a ser la telomerasa, que aumenta cuando padecemos un tumor, tal vez como mecanismo de defensa o favoreciendo el mismo, pero que si preventivamente se aplica en un organismo sano, en pequeñas dosis para evitar producir alteraciones en los oncogenes, podría evitar el riesgo a padecer el temido cáncer, debido a que estadísticamente nuestro organismo, es menos propenso a padecerlo en el periodo de juventud biológica aludido.

Los experimentos con ratones, modificados genéticamente, hechos en el CNIO, ha podido concluir que la edad no afecta por igual a unos y otros. El individuo modificado genéticamente, tiene los telómeros alargados, tiene fuerza vital (y, ¡que pelazo negro!) y vive muchísimo más. El otro individuo, con sus telómeros cortos, se vuelve viejo (calvo y canoso) y decrépito, padece más enfermedades y nunca le sobrevive.  Estos mismos experimentos, con genes protectores del cáncer y  telomerasa, han llegado a alargar la vida de estos mismos individuos e un 40%, que traducido al ser humano supondría llegar saludablemente a los 120 o tal vez 140 años.

El acortamiento de telómeros, en el ser humano no ocurre a todos por igual, depende de los genes heredados y de los hábitos de vida. Se ha observado que a partir de los 70, los hábitos de vida pesan más.  La suerte en la vida (traumas psicológicos, o físicos, como por ejemplo inflamaciones producidas por roturas de huesos), te acortan también los telómeros (conviene no llevarse muchos berrinches, ni practicar deportes de riesgo, si uno quiere contribuir a elevar la esperanza media de vida). Además, la crisis demográfica, no sería un anticipo a estas continuas marcas de longevidad.
María Blasco es fundadora, para salvaguardar todos estos descubrimientos,  junto con la Fundación Marcelino Botín y la consultora Matlin Associates,  de la empresa de biotecnología Life Length, creada en septiembre de 2010, para desarrollar comercialmente, bajo licencia cedida por el CNIO, de la tecnología que permite conocer la longitud de los telómeros y la previsión de división celular, y por tanto la expectativa de vida de la población. Es importante este conocimiento, dado que telómeros cortos, indican que algo en nuestro organismo no va bien, y somos propensos a la enfermedad, y se puede cambiar de hábitos para prevenirla. En concreto la vida sana, el Omega 3 (pescado azul, aceite oliva, espinacas –ya lo decía mi abuela-, frutos secos) y los genes que activan la telomerasa, son nuestro horizonte, más cercano, porque no hay fármacos todavía que emulen al perseguido elixir de la eterna juventud (no es el TA-65, el hígado es un órgano muy listo todavía).

Muchos entre el público, -me consta-, querían ser como las vigorosas ratitas peludas del laboratorio del CNIO; yo personalmente, pensaba ¿sería razonable vivir 40 años más aguantando a tanto idiota como los que me ha tocado soportar?

Pero, pensándolo bien, me fijo en esos abundantes pelos, y empiezo también incautamente a dudar.

P.D.: Dedicado a todos los españoles, en especial profesores y alumnos, que se esfuerzan y se esforzaron, contra viento y marea, en buscar el conocimiento. He nombrado unos cuantos arriba, pero hay muchos más héroes anónimos, que merecen nuestro reconocimiento, sobre en la actualidad.

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